Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
Leí buena parte del libro y
me temí lo peor. No me gusto. Lo hallé pesado,
monótono, aburrido, inescrutable. La obra maestra de la filosofía light,
carnada para lectores incautos, la más abstrusa combinación de pensamiento
oriental con pseudociencia. Deepak Chopra no me dejó absolutamente nada de
provecho, sólo un dolor de cabeza gradual al leer cada párrafo y la incómoda
sensación del tiempo perdido que nunca regresará.
No
hallo razones para aprender de un señor que hace trizas conceptos científicos
de física cuántica, una de las materias más difíciles y asombrosas que existen,
para amoldarlos a su conveniencia, desarrollando teorías de curación que no
han curado a nadie, pero dejan carteras gordas en los bolsillos del autor
(Chopra ha vendido más de 10 millones de ejemplares de sus libros solo en
Estados Unidos). La idea de controlar la cuántica a mi conveniencia para
retrasar el envejecimiento y ser joven es sencillamente ridícula. Chopra solo
demuestra la peligrosidad de combinar religión con ciencia, y la pérdida de
rumbo de la sociedad en general en confiar su salud mental en esquizofrénicos
que se aprovechan de la ignorancia de las personas y hablan con términos
pomposos, científicos, para aparentar autoridad.
El
reino de los charlatanes se posa en las librerías, en el pensamiento de la
sociedad, y nadie mueve un dedo para remover los tumores cancerígenos que
ocasionan. Desafían la cordura, despiertan la locura en quienes los leen y
provocan daños, a veces irreparables, en aquellas personas que reciben su
influencia. Los discípulos choprianos son reconocibles a ojos-vista. Hablan con
extrañas palabras, con aires de elegidos. Ponen los ojos en blanco cada vez que
el maestro habla, y le dan la razón en todo. Como no tienen ideas propias,
estos alumnos repiten a pie juntillas las lecciones del profesor, retan a los
disidentes, y construyen dogmas de fe. Basta ya. No se puede vivir en un lugar
donde el engaño triunfe, donde los lobos vestidos de cordero digan que pueden
curar a alguien con el poder de la medicina cuántica.
La
única solución para no envejecer espiritualmente es trabajar, reconociendo
errores y usando la disciplina para amar. Y si un día las enfermedades me hacen
viejo y achacoso, iré con un doctor de bata blanca y estetoscopio, no con un
charlatán. Para mantenerse sano de libros como los de Chopra, hace falta ser lo
suficientemente íntegros con nuestra propia inteligencia, y huir de esta “nueva
era”, la era de las leyes universales edulcoradas para las clases sociales de
consumo, esa era del “todo vale”, la era donde un sujeto puede ganar mucho
dinero vendiendo espejitos, usando pseudociencia para curar el cáncer, ganar
millones de dólares y mantener dormidos a una generación de lectores que piensan
que la vida es tan bonita como la pintan los más absurdos tratados de
autoayuda.
Compre
este libro si pertenece a esa extraña estirpe de lectores de charlas tan
insípidas como sonsonete de cafetera, partícipe de esas conversaciones tan artificiales como olor a aromatizante de baño, y aficionado a purificar su
alma citadina de perfumes orientales. Lea este ejemplar si es de esas personas a
las que les gusta que le vean la cara. En caso contrario, huya de Deepak Chopra
con la velocidad de un corredor de 100 metros.
P.D.- Deepak
Chopra plagió la obra de Robert Sapolsky, profesor de la Universidad de
Stanford, titulada “Behavioral Endocrinology”
para realizar este libro
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