lunes, 27 de abril de 2015

Experiencias cercanas al autismo

Por Andrés Gallegos

Preludio

Mi compañera periodista Priscila Hernández realizó una investigación sobre una falsa cura del autismo que circula en Internet. Kerri Rivera, una aparente doctora de Puerto Vallarta, asegura que los niños pueden aliviarse tomando un suplemento mineral milagroso que contiene dióxido de cloro, una sustancia con graves riesgos para la salud. El autismo, una afección neurológica con consecuencias en la interacción social de quien lo padece, que la ciencia médica la cataloga de no curable, pasa a ser una enfermedad provocada por microbios curada por lavativas milagrosas.

Este tema me motivó a escribir sobre experiencias propias relacionadas con el tema del autismo, pero sobretodo con la visión discriminatoria que la gente tiene del “anormal”, del “enfermo” y cómo esto también afecta a las personas que sufren esta enfermedad.  Aporto mis vivencias como un complemento a esta notable investigación de Priscila Hernández, que pueden consultar en estos enlaces:



I
La peor mierda que puede tragar un padre es que desprecien a su hijo.

Te arrojan la pestilencia, como los zorrillos, y asimilas el mal olor con una sonrisa condescendiente.

Presumimos la joya más preciada de nuestra labor orfebre. Pero los demás la catalogaron de baratija.

La frustración del que ama, y es vilipendiado por ello, del que entrega lo mejor de su alma, y es avergonzado, es el dolor que rebasa la anestesia, la memoria que enferma el recuerdo y lo convierte en resentimiento.

Padres precoces, sin suficiente amor para volcarlo en la mayor responsabilidad de nuestras jóvenes vidas, buscamos en nuestros parientes respiros que aliviaran la tensión y nos ayudaran a darle caricias al niño que apenas surcaba el inmenso océano de la vida.

Pero los tripulantes del barco nos arrojaron al mar. Exiliados de la aprobación social, nos orillaron a ser padres en la soledad náufraga de la isla.

Sobrevivimos. Todos los padres sienten la obligación de no ahogarse junto a sus hijos. Pero no olvidamos las incomodidades sufridas ni las gargantas enrojecidas por tanto grito contenido y tanta saliva atragantada.

No esperen que los demás quieran a sus hijos. Hay mucha hipocresía, cálculo y burocracia en los tíos, primos, sobrinos, hermanos, incluso abuelos, para aprobar las cosechas ajenas. Aunque hay excepciones

Nuestro niño era único, y por eso lo ningunearon. Nuestro hijo hacía cosas que los otros niños no hacían, y por eso los familiares que aman a los bebés en serie lo repudiaron.

Tantas miradas inquisitorias, tantos comentarios desalentadores, nos hicieron débiles. La presión social dictaminó que nuestro hijo estaba enfermo. Y fuimos a que lo curaran de su mente enloquecida.

“Seguramente es autista”, “tiene el síndrome de Asperger”, “llévalo a examinar, creo que está mal de la cabeza”. Y creímos educar a un engendro. Los hijos enfermos, anormales, no son chistosos para los familiares que tratan a los bebés como objetos de circo.  Los asustan, como la mujer barbuda o el hombre elefante.

No busquen comprensión en la familia. Los hijos diferentes no les merecen piedad ni compasión.

Tienen a sus padres. Con eso les basta.

II

Es cierto que Andresito llora mucho, pero todos los niños son igual de chillones y latosos. También sé que mi nieto casi no habla, pero supongo que hay niños que hablan más tarde que otros. Se lo digo por experiencia, mi esposo David también aprendió a hablar ya bien grande, como a los seis años.  Entonces, eso de que Andresito está enfermo es mentira. Eso de llevarlo al hospital, y allá a Zamora cada fin de semana para unas clases de no sé qué, me parecen más bien ocurrencias de mi hija Sara y su marido. Ya les dije que mi nieto está muy chulo y sano, además es bien tragón. Déjenlo crecer, les digo, y verán que normal y guapo se pondrá.

No sé de qué tanto se preocupan estas mensas de mis hijas por cómo es Andresito. Que si porqué llora tanto, porqué no habla, porqué anda todo el tiempo queriendo que la mamá lo lleve de un lado a otro, que porqué sigue usando el pañal y le da miedo ir al baño, que si no tendrá algún problema de conducta. A mi esas cosas me parecen babosadas. Yo solo sé que mi nieto siempre me da un beso en la mejilla cuando me ve, y un día me tiró al suelo porque corrió a darme un abrazo. También es un hijito de la chingada. Una tarde no me avisó que saldría a la calle y tuvimos que llamarle a mi nieto Miguel para que lo encontrara, dizque se había perdido. Yo creo que Andresito ya sabía el camino de regreso a la casa, andaba aburrido y quiso recorrer el pueblo, pero se hizo de noche y todavía no volvía. Eso nos asustó mucho, pero cuando regresó yo lo vi como si nada al cabrón.

Pero es que sus padres son bastante…como le digo…nerviosos. Les entran las preocupaciones en el cuerpo como jicarazos de agua helada y se asustan como si le vieran la cola al diablo. Andan de aquí para allá, como ovejas perdidas en la loma, llevando al niño de un lado a otro para ver si está enfermito cuando no lo está. “Es que no habla”, me dicen. “Algún día hablará”, les respondo. Mi nieto me recuerda a mi marido, nunca hablan si no es para decir algo importante.  Tengo miedo de que tanta llevadera, tantas visitas a doctores, dejen a mi querido nieto todo malo y enfermito, que ahora sí me lo dejen loco, y eso es algo que no soportaría en una familia. Una vez ya casi le andaba quitando el hijo a Sara, para que se dejara de las locuras esas que tiene, esas voces que le dicen que su niño está mal de la cabeza

- ¿A dónde chingados llevas a Andrés? – le dije, sin saber muy bien porqué iban tan temprano a la central de Zamora

- Ya se lo dije, amá. Lo vamos a llevar a Morelia, a que le hagan un encefalograma

- ¿A hacerle qué?

- Le van a checar algo en la cabeza, para ver si tiene algo malo

- ¿Lo van a operar?. No voy a dejar que le abran la cabeza a Andrés. Si serás pendeja.

- No amá, nada más le van a hacer unos estudios.

- Así déjenmelo, para mí está bien.

Y estoy convencida de que Andresito está bien, porque estos ojos de anciana que han visto a tantos hijos, sobrinos y nietos crecer me han dado la experiencia suficiente para identificar el buen olor de lo quemado, lo que sirve con lo que está echado a perder. Y créame cuando le digo que no solo mi nieto, sino todos los bebés, son bendiciones del Señor Santísimo. Ruego a Dios que a Andresito lo bendiga y lo cuide, porque él no es malo ni ha hecho nada malo. Si lo tuviera entre brazos, si lo oyera cuando me dice “abuelita” y se me encima para pedirme un birote calientito de los que hace su abuelo o cuando me pide que le eche más comida al plato, no andarían diciendo esas cosas de él.

III

Cuando niños más grandes lo retaban a golpes, él les aventaba piedras y les lanzaba insultos a chillidos. Tenían que llamar a su padre, el cartero, para que dejara de ponerle sellos y códigos postales a los sobres de la mesa, le quitara el candado a la bicicleta y pedaleara con la premura de un Eddy Merckx. La razón, su hijo se volvió a pelear, y le dejó la nariz ensangrentada a un compañero de escuela.

Juan Carlos pensaba en aquella infancia bronca, repleta de reyertas y pleitos, pero con atardeceres crepusculares de felicidad. Como cuando se iba a nadar al río a escuchar el agua chapotear detrás de sus brazadas. Podía ser como uno de esos peces que amaban el agua y a ella le debían la vida, aunque no lo supieran. Nadar metros, kilómetros, recorrer el mundo con sus larguiruchos brazos como aletas hasta que la luna acurrucara con sus vientos cálidos a aquel joven con vocación de barco, a ese muchacho que podía dormir en aquel lecho fluvial hasta que la corriente lo llevara a nuevos paraísos en nuevos amaneceres.

Pero aquel joven padre de familia parecía un títere deshilachado. Viajaba en aquel camión rumbo a Morelia y pensaba que aquella valentía de niño se le esfumó para siempre, entre botellas de cerveza y esos amigos impredecibles, que lo mismo se reían de sus chistes colorados que le ponían un cuchillo en la cara. Se lamentaba de no tener los huevos de ese niño para partirle su madre a Jesús, uno de tantos tíos nebulosos que también decían querer a su hijo Andrés. Abrirle la jeta de un solo puñetazo en ese momento en que Andrés forcejeaba alegremente con un niño que padecía Síndrome de Down y ese hijo de puta decía entre risas:

- Déjenlos, de todos modos están igualitos

Pero allí estaba, acomodándose el cuerpo en esa silla tan llena de escozores que parecía un hormiguero, y aclarándose la garganta miles de veces, mientras le decía a su esposa que todo estaba bien, que vas a ver Morelia lo bonita que es, con su centro y sus iglesias; la ciudad perfecta para vivir. Pero veía a su bebé, que dormía en brazos de su madre, lo miraba con estupor, como si lo viera por vez primera, y le costaba creer que ese niño que amaba tanto que hasta se comía sus babas, fuera un bebé con “posibles problemas mentales” y “trastornos de conducta”, según le dijeron en el Centro de Atención Psicopedagógica de Educación Preescolar de Zamora.

Llegó a pedirle a Dios por un bebé más normal, más apetecible para los arrumacos familiares, tan bonito que encandilara con su belleza a su abuela paterna, esa señora que nunca quiso un hijo de aquel vientre corrupto de esa mujer morena y con chinos que parecían medusas, como los de una bruja que encandiló a su hijito Juan. O que al menos recibiera alguna prueba de legitimidad de su mejor creación de amor, y se topaba con esa hermana que se atrevió a llamar “puta” a su esposa por ver al bebé tan chino como la mamá. Pero ese niño que todavía duerme mientras los primeros rayos del sol se asoman por la ventana del autobús no parecía darle señales de tranquilidad.   

Y así, en la cama donde Andrés dormía en su cuarto, Juan Carlos lo veía y para sus adentros lo animaba. Que hablara, que dijera algo, que jugara con otros niños, que fuera como el resto, para él como padre no sufrir con la duda. ¿Y si me enviaste algo especial?, ¿cuánta es la carga extra que tendré que llevar?. ¿Por qué le cuesta tanto ir al baño?, ¿por qué sigue usando el pañal?, ¿Por qué le da tanto miedo usar la bicicleta que le compré, y no se sube a pedalear, solo lo anda paseando sosteniéndolo del manubrio y el asiento?. Las noches fueron largas, Juan Carlos le pedía respuestas a las estrellas, les preguntaba sin hablar si su hijo realmente tenía una enfermedad mental, si realmente tenía eso que los médicos llaman “autismo”, si su hijo debía vivir solitario e incomprendido el resto de su vida. La noche le respondía con el canto de los grillos y el blanco parpadear de los ojos celestes.

Finalmente arribó el camión a la Central de Morelia. Todo dependería del encefalograma que le harían a su hijo, el examen que respondería a todas sus dudas, amontonadas en el costal que Juan Carlos llevaba en sus espaldas. Mientras recorría el pasillo del autobús para bajar, aquel joven padre sentía paralíticas las piernas y la frente adolorida de tantos brincos de carretera. Miró otra vez a su bebé y lo despertó con un revoloteo en la cabeza.

- Ya llegamos hermoso

IV

Muchos padres vienen conmigo preocupados porque creen que sus hijos tienen problemas mentales. Me piden pastillas, sueros, algo rápido para volverlos chicos buenos, y temen que sean niños especiales.  Vi en Internet que hay una doctora que vende curas contra el autismo, y los padres crédulos o desesperados se gastan fortunas en brebajes supuestamente mágicos que solo empeoran la salud de los pobres niños. El autismo es una enfermedad no curable, pero se puede tratar con terapia, y sobretodo, empatía. Un pequeño porcentaje de la población padece autismo y a este sector hay que comprenderlo, no estigmatizarlo ni tratarlo como gente loca.

Creo que de todos los niños que han acudido a mi consultorio, ninguno tiene el espectro autista o el síndrome de Asperger. El problema de muchos padres es que quieren tener hijos modelo desde que nacen. Cualquier anomalía en su crecimiento lo ven como algo terrible y ya lo estigmatizan como loco. La sociedad, que poco o nada sabe sobre epistemología genética, neurología o psicopedagogía, coloca una etiqueta basada en sus prejuicios, y al niño que parece solitario, que no le gusta mucho jugar con otros compañeritos de escuela, lo relegan y lo convierten en anormal. Hay un filósofo francés, Michel Foucault, dice que quienes tienen el poder generan un discurso que categoriza a los sanos de los locos y aísla a los que no entran en la categoría de “normal”. Aunque la verdad no soy un seguidor de las teorías del francés, cuando veo a los padres asustados por la “anormalidad” de sus hijos basándose en lo que una suegra les dijo o un primo de un hermano les comentó, veo que todavía la sociedad tiene una gran influencia en la mentalidad de la madre y el padre, llegando a despreciar el amor a sus hijos.

Les contaré un caso que me sucedió hace como veinte años. Unos padres de familia, recuerdo que el señor era de Sonora y la madre era china, muy parecida al hijo, me pidieron que le hiciera un encefalograma a su bebé por encargo de un centro pedagógico de Zamora. Me dijeron que su niño no podía hablar, que lloraba a gritos cuando ponían música a todo volumen, que hacía cosas raras, como pelearse a mordidas con un perro que tenían en la casa, y que todavía no sabía abrocharse las agujetas de los zapatos. Le pregunté a la criatura cuál era su nombre, y me respondió Andrés. Le dije que si quería pasar a conocer el centro de salud, dijo sin ningún temor que sí y me tomó de la mano como si me conociera de años y fuera un familiar de confianza. Los padres se asustaron, pero los paré en seco diciéndoles que el niño quería venir conmigo.

Pasó un buen rato, conocí al niño, platiqué con él. Descubrí que era un bebé de 4 años con una mente de un infante de ocho años. Me confesó que le aburría mucho recortar con tijeras y prefería jugar con unos números que tenían en el kínder donde estudiaba. Regresé con sus padres y les dije, “su hijo no tiene absolutamente nada”, y les hice unas recomendaciones para que explotaran las cualidades de ese bebé, que en absoluto era autista ni tenía Síndrome de Down (¡no sé de dónde saco esa idea el padre!). Les pedí que me informaran de los avances de su hijo. Así lo hicieron

Después la madre me comentó sobre lo que le pusieron a hacer a Andrés. Le compraron mapas para que se aprendiera las capitales de los países del mundo, y me aseguraron que ya se sabía los nombres de todas las naciones de América y Europa. También recuerdo que le dieron unas letras de plástico para que formara palabras con ellas, y el niño se les pasaba pidiendo a sus padres otro abecedario porque no tenía suficientes vocales para formar más vocablos. Lo pusieron a hacer series numéricas para pasar el rato y el chiquillo las hacía al derecho y al revés, del uno al mil y del mil al uno. Me llegaron a decir que le gustaba tanto ver las letras de los libros que andaba cargando una biblia de un lado a otro, como si fuese un padre evangélico. “Me parece que ustedes eran los locos y no su hijo”, le comenté. La madre solo se rió.

No sé qué fue de Andrés y de sus padres. Pero es un buen ejemplo para todos aquellos que vienen a diagnosticarles falsas enfermedades a sus hijos, cuando realmente son los mismos padres quienes los lastiman, los frustran y los aíslan. No siempre lo hacen de mala fe, aclaro. La familia misma no sabe sobre las capacidades y talentos de sus hijos. Mi trabajo es impulsar las vidas de esos infantes incomprendidos pero maravillosos. Oriento a los padres y les disipo sus miedos. Treinta años de hacer este trabajo me pone de buen humor. Creo que colaboro con algo muy importante para la profesión médica y la sociedad en general.

Final


El autismo no es una enfermedad que se cure con soluciones mágicas. Se trata con comprensión, cariño, amor. Este escrito no es solo para los autistas, sino para todo aquel niño que es segregado por ser diferente. Solo mediante el reconocimiento de las diferencias comprenderemos la inmensidad de este universo. 

martes, 21 de abril de 2015

Mis primeros días en NTR Guadalajara

Crónica de sucesos importantes que me ha tocado cubrir. (Abierta a segundas partes).

Por Andrés Gallegos

I

En una época donde el empleo es un bien escaso, los trabajadores son náufragos que se aferran a cualquier salvavidas. La subcontratación muestra la faceta regateadora del capitalismo. Se ahorran unos centavos en seguridad social, entregan morralla al cliente y se ufanan de su estirpe negociadora en un mercado a la baja. Si les aumentan el precio de esas nuevas mercancías de fayuca llamadas trabajadores, cierran la cartera y se largan a otro tianguis.

Mil trabajadores de la empresa Servifon perdieron su frágil trabajo. El vaso de vidrio que siempre navegaba en la orilla de la mesa finalmente se quebró.  Esta compañía, que ofrecía servicios de atención a clientes a Telcel, ofrecía salarios para hoy y hambre para mañana.  Fuente precaria de ingreso para estudiantes cuyos libros son demasiado caros para pagar, mujeres embarazadas con un recién nacido por alimentar, y vagabundos laborales que trabajan en la misma dirección aleatoria donde sople el viento, un día les mandaron un comunicado donde les daban las gracias más desagradecidas de todas.

Hoy la demanda descansa en el papeleo de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. Telcel imita a Poncio Pilatos, pese a tener responsabilidad solidaria por la muerte laboral de estos jóvenes.  A Servifon le embargarán hasta el suelo de las oficinas, para ver si allí encuentran algunos pesos extraviados para pagar las dos semanas de finiquito que aún deben. Pero los trabajadores sienten la angustia paralizante del impotente por las circunstancias. Al menos, hasta que llegue otra empresa de outsourcing que les prometa un hogar provisorio de arena donde refugiarse, mientras en algún lado (espero) construyen una casa propia para estas personas.

II

Mi editor, Gabriel Orihuela, me comentó que mis notas de tecnología tenían aceptación por los lectores y los redactores del periódico. A decir verdad, no entiendo qué ven en esos racimos informativos, donde cada aplicación móvil reseñada se desperdiga entre uvas jugosas y otras con sabor algo amargo y textura temblorosa.  Y tampoco comprendo cómo un fachoso de la estética tecnológica como yo, alguien ajeno a vestir mi celular con jueguitos que demandan más atención que un Tamagotchi, o a presumir la paradójica moda “cool” del hombre que exhibe un gadget grisáceo de Apple, termine redactando notas donde se celebren los olores de estos perfumes de bolsillo.

Me compraron un teléfono celular Nokia en 2007, que terminé usando durante seis largos años, pese a su carátula desvencijada, sus números invisibles y su voz afónica. Cuando mi Nokia pedía la eutanasia, mi madre ya me había comprado un teléfono Samsung Galaxy, pero yo lo guardé en algún cajón polvoriento porque no tenía ganas de aprender a usarlo. Como ciertos maestros de planta, ya viejos y oxidados, pero con una trayectoria en color sepia, mi educación tecnológica se estacionaba en la época de las palancas y las poleas.  Los teléfonos inteligentes me parecían demasiado eruditos, demasiado nerds, con sus cámaras fotográficas, sus grabadoras y su conexión a Internet.  Pero la chatarra finlandesa dio todo de sí, y no me quedó otro remedio que darle paso a la savia fresca de la juventud.

Seguiré escribiendo sobre tecnología. De hecho, ya le agarré el gustito. Pero no puedo evitar pensar, cuando estudié la licenciatura en periodismo, que los temas de esta especie me parecían tan extraños como un político honesto en el gobierno o una familia indígena en una revista de sociales (el álbum de fotografías de los ricos, no las publicaciones científicas donde los sociólogos y antropólogos desahogan las penas de este mundo citándolas con bibliografía). Seguiré esforzándome por aprender de estos temas, hasta convertirme en alguien competente para hablar hasta del radar que usaba Vegeta en Dragon Ball Z, aunque mi capacidad de memoria sea tan reducida como un diskette de tres y media, y mis quejas, tan molestas como el clip animado que un día implementó Windows en su sistema operativo.

III

Primeras paradojas del periodista económico:

- Los números, como el karma, siempre regresan. Los periodistas, resentidos de las matemáticas, alojan el dato numérico en sus notas como la suegra en el hogar matrimonial.

- Aunque te desvalijen los bolsillos y la empresa periodística se tambaleé gracias a la parapsicología de la bolsa financiera o la depresión suicida del dólar, las crisis económicas siempre serán buenos temas.

- Llamar “Empresa” a una sección tan amplia de temas, es tomar una parte como el todo. Habría que nombrar al cuerpo “cabeza”, y a la computadora “teclado”.

- En mis primeros días, hacía mis llamadas telefónicas por celular, gastando cientos de pesos en tarjetas Amigo (un nombre tan sarcástico que se ríe en tu cara cuando raspas el código de acceso) ¡con el Nextel ya en propiedad!. Robert Kiyosaki y los pequeños cerdos capitalistas deben estar avergonzados de mí.

- Los diarios impresos que todavía se preocupan por presentar la última novedad del Dow Jones o la Bolsa Mexicana de Valores en un mercado que cambia en milisegundos, son admirables en su anacronismo. Son mensajeros incas que corren kilómetros para dar una noticia en la era cibernética

- Cuando entrevisto a personas sin empleo, me vuelvo marxista patológico y quiero armar la revolución socialista. Luego recuerdo que debo entregar la nota a las seis de la tarde, y se me pasa.


lunes, 13 de abril de 2015

Memoria de Eduardo Galeano

Por Andrés Gallegos
2010
Ocotlán

Mucha de mi buena historia lectora se debe a las recomendaciones de otros. Un amigo, Gonzalo Jáuregui, me regaló el primer volumen de “Memoria del Fuego” con descripción mitológica.

 - Es la mejor combinación de historia y literatura. Galeano es breve, es poético y entrega mucha información. Debes leerlo, Gallegos.

Abrí el libro con la curiosidad del que agarra dulces en un tazón. Esos caramelos de media página se convirtieron en una indigestión de azúcar. El escritor uruguayo es fiel exégeta del teorema “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.  Concisión más contenido, así definiría el libro, no exento de poesía.

Eduardo Galeano se reconoce un pésimo estudiante de historia en el prólogo de “Memoria del Fuego”. Pero escribió sobre ella para devolverle “el aliento, la libertad y la palabra”. Con esto entendí que las mejores creaciones literarias surgen de los aconteceres desgraciados. El ajuste de cuentas es una musa muy seductora. Gracias a Galeano por aniquilar las enseñanzas de su pasado.

América Latina es un continente abrumado por su pasado oficioso, corrompido, petrificado en monumentos y ceremonias cívicas. “Memoria del Fuego” reivindica el pasado, platica con él y le extrae sus mejores narraciones. Historias de despojo, de rebeldía, de amor. La literatura cuenta estas verdades como si fueran una ensoñación. De allí que sea tan difícil encasillar al libro como “histórico”.

Las primeras culturas enseñaban el pasado como una narrativa protagonizada por fuerzas sobrenaturales. En Galeano, lo sobrenatural es encarnado por protagonistas de carne y hueso. Por eso son tan atractivos de leer. Los tres tomos de “Memoria de Fuego” son esa tradición mitológica de Latinoamérica registrada en papel.

Gracias Gonzalo por la recomendación. 

2011
Ocotlán

El activista de sofá nunca trató bien al balón. Nadie le daba un pase en las “cascaritas” y cuando le entregaban el esférico como limosna, la rajaba de cicatrices negras con sus puntapiés toscos. Las maderas que no agarraron el barniz se volvieron tablones con astillas. Ahora despotrica sus traumas de juego con increpaciones a ese tonto deporte que aliena las conciencias del proletariado.

Por eso los futboleros agradecemos que personas inteligentes como Eduardo Galeano nos defiendan. “El Futbol a Sol y Sombra” le devuelve al deporte su fisonomía juguetona, infantil, alegre. El músico uruguayo celebra con cantos de carnaval la festividad una actividad que está volviéndose seria y pedante.  Cuando el aficionado quiera hallar explicación teórica a sus gritos y sufrimientos, el libro de Galeano es una base explicativa para encontrar razones a la emoción.

Mis amigos aficionados al balompié tienen este libro de cabecera. Sienten que Galeano es un camarada que los comprende, un conversador que los acompaña al estadio para desarrollar interminables discusiones sobre el balón. A falta de faros literarios que iluminen la narración del futbol, los que aman la lectura se agarran a los pocos valientes que se atreven a sacar al balompié del underground cultural.

Dejen que Galeano y el futbol nos sigan distrayendo. Si fuéramos tan estúpidos como nos describen los resentidos que eran elegidos al último en los recreos, no leeríamos textos como “El futbol a sol y sombra”. Mejor agarren un balón y denle dirección a portería, para que “la de gajos” deje de aburrirse de ustedes.

Veinte años después de publicarse el libro,  Fidel Castro todavía vive. Ni la CIA ni Estados Unidos lograron acabar con su vida.

2012
Guadalajara

Cuando Gulliver fue desterrado de la tierra de los houyhnhnms, agarró tanto desprecio al hombre que se pasó el resto de su vida hablando con los caballos. “Patas arriba: la escuela del mundo al revés”, es un libro que acrecienta la misantropía. Tantos ejemplos de insensatez e histeria en el comportamiento social dibujan al hombre como los yahoos irracionales de la obra de Jonathan Swift.

La lectura en PDF no fue el único desgaste visual que tuve. La infancia desamparada, el desigual reparto de los recursos económicos, el consumismo desaforado, la cultura del miedo tan inherente a la persona que lo siente tan normal como comer o dormir, son ejemplos de esa escuela del absurdo en que se educa la gente. Historias y anécdotas revisten una descripción de infamias.

“Patas arriba…” es una lectura ideal para sentirse incómodo. Los escozores y picores se aposentan en la cabeza cuando pasas la vista por las páginas de este libro. Estas atestiguando la mejor demostración de la impotencia. De personas que se dicen racionales e inteligentes, y sin embargo, hacen todo el esfuerzo por volverse estúpidos.

Táchenme de loco, pero este sería un buen libro para los niños. Con una mente de paracaídas, son los que mejor aprenderían el contenido de la obra de Galeano. Porque juzgarán a los adultos y sus torpezas y su mala conducta. Y tal vez, podrían ser mejores ciudadanos con una lectura interiorizada desde la infancia, la edad donde mejor se aprenden las cosas.

Hoy la gente no respeta nada, no tiene virtudes y corrompe la ley. El santurrón de Al Capone, criminal de carrera, denuncia los delitos aún no castigados de la sociedad que se siente virtuosa por no pisar la cárcel.

2015
Guadalajara

El penúltimo libro de Eduardo Galeano, “Los Hijos de los Días”, confirma al uruguayo como un escritor de compromiso.

Pocos escritores ligan sus palabras a la narración de los excluidos y la denuncia de los que excluyen.

La crítica de los racismos y machismos, la denuncia de los excesos intelectuales, el ataque al colonialismo y los abusos de poder. Toda esta rebeldía está presente en la obra de Galeano.

Los escritores menospreciados, los adelantados a su época, las mujeres que ganaron en un mundo destinado a los hombres, los estudiosos que transformaron su realidad, los defensores de los pobres y las causas justas. Todos estos casos de éxito son valorados por la pluma del periodista charrúa.

Son tantas las historias que contó Eduardo Galeano, que no caben en un año calendario. “Los Hijos de los Días” es apenas un resumen de toda una vida literaria.

La gente se muere. Hoy le tocó al uruguayo, como nos tocará a todos. Pero sus libros siempre serán hijos de los días, presentes y futuros.



POSDATA: También murió Günter Grass, escritor alemán, premio Nobel de Literatura en 1998. Aunque tengo “El Tambor de Hojalata” en mi biblioteca, aún no me he dado tiempo de leerlo. Espero hacerlo pronto.

domingo, 12 de abril de 2015

No toda la culpa es de los camioneros

Por Andrés Gallegos

En la altura de Periférico Norte y Santa Lucrecia, a dos cuadras de la Avenida Santa Esther, un camión ruta 631 fue apedreado por un grupo de personas no identificadas, alrededor de las nueve de la noche. Rompieron un vidrio lateral de la unidad y lo peor, causaron lesiones a una mujer, Rocío Morales, quien iba acompañada por sus dos niños. Había un poco más de diez personas en el camión, incluyéndome, quienes tuvimos mejor suerte.

Esta es la unidad quebrada


Rocío Morales, quien recibió la pedrada. Sus dos hijos, un niño y una niña, menores de diez años, solo sufrieron el susto.


La piedra lanzada.



Repetimos como un dogma de fe que los choferes de transporte público son unos animales, un peligro al volante, unos trabajadores incompetentes dentro de un sistema corrupto.  Sin embargo, se suele olvidar que estas personas laboran bajo una presión estresante y están expuestos a sufrir incidentes como el de esta noche, 12 de abril. Casos como éste invitan a mejorar la seguridad de los choferes y a cuidar mejor los camiones, que finalmente, son públicos, es decir, para el uso de todos los ciudadanos.

Lanzar piedras en la oscuridad solo encubre la cobardía de quienes las arrojan. A esas personas sin nombre, ojalá y dejen de ser tan estúpidos y recuerden el valor del respeto. Lo peor es que estas estupideces suceden a diario, en varias partes de la ciudad. Luego ocasionan accidentes como el de la usuaria del 631. Algo más grave pudo haber pasado.

Antonio López, conductor de la unidad 827 alcanzada por el proyectil, señaló con cierta ironía que “casi todos los vidrios son de segunda mano, de que ya los cambiamos”. También solicita “vigilancia, mira cuanto tiempo tenemos aquí y ni patrullas se ven. Tampoco hay alumbrado y aprovechan para hacer esto diario”. El chofer da un mal volantazo o levanta pasaje en doble fila, y lo criticamos con justa razón. Pero luego les lanzan piedras a sus unidades, y por dentro, decimos “se lo merecen”. Ninguna de las dos situaciones es justificable. Existe el término medio aristotélico, que traducido al español significa, “ni muy muy ni tan tan”

Que no vuelva a suceder.

miércoles, 8 de abril de 2015

Los samples en la música: como ser originales siendo unos copiones

Por Andrés Gallegos

Copiar. Pegar. Las dos palabras más dulces del estudiante perezoso también representan la búsqueda de ciertos músicos por presentar materiales novedosos sin realmente crear algo nuevo. En algunos géneros musicales, como la electrónica y el hip-hop, el uso de samples -trozos de canciones que construyen o visten una nueva canción- no significa necesariamente una vergüenza, como en las academias. Bien utilizados, los samples pueden generar música de buena calidad.

Daft Punk ha utilizado samples en sus canciones
La destreza del músico de collage es que sepa copiar sin que se note. En cierto sentido, los DJ’s y raperos son unos chapuceros elegantes (algunos no tanto) de la música. Así como el estudiante experimentado en trampas cuida de borrar los hipervínculos del artículo que copió en Wikipedia, el artista del sampling debe disfrazar su Frankenstein sonoro de música que parezca humana, no cadavérica. Lo importante es tomar prestado dando crédito a las fuentes, combinar los ingredientes y que la comida recién salida de la estufa tenga un sabor único. Los mejores artistas del sample tienen la virtud de un chef parisino, combinar alimentos comunes y exóticos para presentar platillos de autor.

Mucha de la música que me gusta dista de ser original en sus fuentes. Pero es original en sus combinaciones, gracias al oído musical de quienes insertan las estructuras de canciones viejas en sus propuestas sonoras. La mejor música electrónica es, en mi parecer, la que interpreta mejor las influencias de otros géneros para presentar un sonido novedoso, auténtico. En vez de presentar un ensayo “copia y pega”, presenta un libro original con bibliografía.

En 1996, Josh Davis, conocido como DJ Shadow, presentó un álbum revolucionario en las escenas hip-hop y electrónica. Su obra maestra “Endtroducing” es la envidia del ecologista. La totalidad de sus canciones son reciclajes de otras, pedacitos mutilados de viejos discos de vinilo sesenteros y setenteros,  literatura en papel con hojas arrancadas de viejos libros de escritores olvidados. Sin embargo, su “corta y pega” tiene un efecto asombroso en el oyente.

La canción más representativa de este disco, “Midnight in a Perfect World”. La melodía principal y base del “track” en realidad fue compuesta por un músico finlandés, Pekka Pohjola, que pocos melómanos conocen. Soportando y acompañando este sample, DJ Shadow coloca otros cinco trozos de canciones, bajo un tono tranquilo.


Esta melodía, “Mutual Slump”, utiliza como gancho principal “Possibly Maybe” una canción de la cantante islandesa Björk.


Finalmente, “The Number Song” usa cuatro canciones, una de ellas el instrumental “Orion” de Metallica, una de las últimas manifestaciones artísticas de Cliff Burton en el bajo antes de su muerte.


El productor, con los oídos saturados de escuchar tantos discos, maneja una base de datos de miles de nombres que puede utilizar a su antojo. El saber enciclopédico predomina sobre la creatividad del músico que compone de la nada. DJ Shadow, con sus más de sesenta mil vinilos arrumbados en el sótano de su casa, logró componer un álbum totalmente nuevo, base de géneros como el hip-hop instrumental o el trip-hop, ese sonido electrónico oscuro perfeccionado en Bristol, Inglaterra.

Vinilos, la Wikipedia del sampling.
Los samples no son nuevos. De hecho se han venido utilizado en los setenta, con la música disco. Desde los sesenta, productores de música han combinado diversos géneros como el funk o el soul para crear sonidos atractivos. Actualmente, los copiones aprovechan las bondades de lo digital para mutilar a su antojo las canciones que quieran. Solo que algunos las dejan tal como están y solo se escuchan fragmentos pegados con saliva, canciones tan malas que parecen derrumbarse de las paredes donde las cuelgan. Otros combinan mejor los trozos y generan música totalmente diferente.

Otro ejemplo es Lucas McFadden, conocido como Cut Chemist. Sin la venerabilidad de DJ Shadow en el género instrumental, logró componer una buena canción llamada “The Garden” donde utilizo principalmente samples de “Berimbau”, de la cantante brasileña de bossa-nova Astrud Gilberto, compuesta por Baden Powell y Vinicius de Moraes. La combinación es bastante atractiva en mi opinión, una combinación de versos en portugués y scratches de tornamesa.


Algunos compositores de música electrónica esconden los samples y los vuelven imperceptibles para el melómano sabelotodo. Por ejemplo, el británico Simon Green, conocido por su nombre artístico de primate “Bonobo”, tiene la capacidad de usar segundos de batería de una canción o una instantánea base de bajo de otra canción para presentar piezas que parecen auténticas.


La costumbre arqueológica de algunos músicos de rescatar lo viejo me intriga. A diferencia de las piezas prehistóricas, que se guardan en un museo o se exhiben sin cambios en un sitio turístico, los historiadores de lo antiguo impulsan nuevas transformaciones del pasado, que derivan en nuevos géneros que pondrían los pelos de punta a los puristas de la historia. Un ejemplo es Parov Stelar. El músico electrónico austriaco, cuyo nombre es Markus Füreder, utiliza música swing, estilo muy popular en la década de 1930 en Estados Unidos, para transformarlas en piezas electrónicas de club de baile nocturno.


Como lo ven, usar el “copia y pega” en la música no es tan malo. Como los que elaboran tesis de maestría, el asunto es saber utilizar las citas y los textos sagrados de los teóricos científicos para evitar acusaciones de plagio. No es lo mismo citar a Max Weber, que decir algo de Max Weber sin entrecomillarlo.  Al final, las mejores tesis son las que dejan un conocimiento nuevo a la institución científica. Como los álbumes de los artistas mencionados le dejaron algo nuevo a la música.

Pero reconozco los problemas del sampling. Uno de ellos es que se olvide la música original en pos de la modernidad. Que se pierda el sentido histórico y considerar genios musicales o innovadores a personas que sólo son músicos (más o menos) competentes. Kanye West, el rapero fantoche y lengua larga, utiliza en su pieza sonora "Power" la canción “21st Century Schizoid Man” de King Crimson, tal vez el mejor grupo de rock progresivo de la historia. La canción no le quedó mal, pero yo personalmente espero que los fans del señor Kardashian acudan a la fuente original.



En la música pop, el sampling es pretexto para el plagio descarado. No me detendré a explicar todos los casos donde el músico ha sido sorprendido utilizando una parte melódica de otra canción, y es sancionado por ello. Los malos músicos no hacen sampling, simplemente se roban las canciones.  Un ejemplo. Vanilla Ice, el rapero con peinado de espátula, no solo utiliza una parte de “Under Pressure” de Queen y David Bowie, sino que tuvo el descaro de decir que su canción era diferente porque le había cambiado una nota musical.




En el arte moderno, el collage ensambla lenguajes gráficos de distintas procedencias para provocar una emoción estética. Me faltan conocimientos, pero parece que el sampling es el equivalente al collage en la música. Sigamos utilizando los samples para generar buena música. Pero con responsabilidad y buen gusto. 

martes, 7 de abril de 2015

Jean-Claude Romand y yo

O sobre el arte de fingir ser alguien más

Por Andrés Gallegos

En 1993, Jean-Claude Romand asesinó a su esposa, sus dos hijos y a sus padres. También intentó suicidarse, pero los barbitúricos no hicieron efecto. Lo condenaron a 22 años de prisión por su crimen.

Romand mató a su familia para no afrontar la terrible verdad. Su vida era una mentira. Durante 18 años de su vida fingió ser estudiante modelo y médico respetable, con un trabajo distinguido en la Organización Mundial de la Salud. Pero en realidad era un impostor. Un día reprobó un examen de medicina en la universidad, no repitió el curso y a partir de allí se lo inventó todo. 

Dejó de estudiar la carrera. Iba a la universidad pero no entraba a clases. Seguía pagando la matrícula de su escuela, con el dinero de unos padres que nada sabían de la decisión de su hijo.  Rondaba por la biblioteca y el resto del tiempo veía el televisor, dejándose engordar unos veinte kilos.

Un amigo lo visitó para saber de su ausencia en las clases. Romand le inventó que tenía cáncer. Con esa enfermedad, sedujo a una prima lejana, Florence, con quien después se casaría. Fingió seguir estudiando y fingió su graduación de la universidad. Luego se fingió un trabajo como investigador de la OMS.

Con el dinero de sus parientes y amigos se mantuvo una casa, un coche BMW y el colegio de sus hijos. La familia confiaba en él, por su distinguido trabajo y sus promesas de aumentar los rendimientos de sus ahorros al guardarse en bancos suizos. Con falsas curas contra el cáncer obtuvo más ingresos. Un día el suegro le pidió el dinero que tanto le había confiado a su yerno, y que éste ya se lo gastaba en conservar su farsa. Murió luego de una caída por las escaleras.

Los días de Romand eran rutinas metódicas. Dejaba a sus hijos en el colegio y en horas de trabajo se encerraba en un hotel, en el coche, visitaba tiendas de sexo o rondaba las afueras de las oficinas de la OMS en Ginebra, Suiza, para aparentar ser el investigador que curaría el cáncer con su trabajo. A veces se inventaba congresos en el extranjero, de varios días de duración. En la ciudad donde se desarrollarían las conferencias, Romand se encerraba en algún hotel cercano al aeropuerto y veía pasar los descensos y aterrizajes de los aviones, tal vez preguntándose la fecha de caducidad de sus mentiras.  

Tanto fingía el médico que se inventó una amante, a la que mantenía con costosos caprichos. Luego le faltó valor para matarla, en el día donde todo se desmoronó. Algo salió mal en aquella rutina cuidadosamente planeada, y el aspirante a doctor no podía estelarizar más su obra de teatro. Aquel fatídico 9 de enero de 1993 todo el mundo supo quién era el verdadero Jean Claude Romand.

El escritor Emmanuel Carriére narró esta historia en una novela llamada “El Adversario”, manteniendo contacto epistolar con el ahora recluso. Incluso ahora, Carriere y muchos no entienden lo que pasaba por la mente de Romand cuando aparentaba trabajar y en realidad leía algún periódico en su coche para pasar el tiempo. ¿Qué sentía?, ¿hasta cuándo proseguiría su doble personalidad?, ¿temía que algún día lo pillaran?, ¿porqué no decir la verdad?.  Incluso hoy, Romand es un misterio sin resolver, una fascinación permanente de la psiquiatría y los estudiosos de la naturaleza humana. 

Yo tampoco puedo inferir las motivaciones del francés, pero algo en estas elucubraciones de su carácter me recuerdan mi vida reciente. Jamás a un grado tan monstruoso. Pero hay algo de la vida de Romand que incubé en la mía. Sensaciones que nunca podrán ser más agobiantes.

Mis últimos dos años y medio, especialmente los últimos seis meses, fueron una mentira. Fingía ser un estudiante de maestría pero nunca completé la tesis. Engordé muchos kilos por sentirme insatisfecho de lo que hacía. Aparenté estar enfermo en algunas ocasiones para no encarar la crítica de mis profesores.

Mis días pasaron rutinarios e infelices. Fingía encerrarme en mi casa a estudiar, pero en realidad perdía el tiempo en el Internet. Mentí a mis padres sobre mis avances en la tesis. Les decía que estaba corrigiendo mi trabajo, pero en realidad estaba viendo algún video de YouTube o una web de deportes. Solo que mis padres sabían que mentía. Pero me dejaron ser. Tenía que hacer mi propia vida, aunque fuera una sórdida sucesión de tropiezos.

No hice amigos. Olvidé a los otros que tengo y no me comunicaba con ellos. Me horrorizaba presentarme con la verdad por delante, decirles que no era el estudiante de maestría perfecto e ideal, el prospecto a investigador de la ciencia que muchos imaginaban de mí. Temía presentarme así, infeliz, fofo, ojeroso, y actuar ante ellos presumiendo que todo iba bien y mi vida era maravillosa.

Engendré el hábito de contar con obsesión las horas del día. Me quedan nueve horas para estudiar. Ahora me quedan seis horas. Solo me quedan tres horas. Mejor lo hago para mañana, que tendrá unas 16 o 18 horas disponibles para ahora sí trabajar en mi tesis. Y así todos los días. 

Un día, mi primera asesora de tesis se cansó de mis mentiras y abandonó la supervisión de mi proyecto. Lamento haber despreciado su ayuda. Pero la farsa debía seguir. Iba a la biblioteca a sacar libros que nunca leí. Iba paseando por la ciudad fingiendo que nada pasaba y pronto me recuperaría. No conciliaba el sueño. Viví de madrugada y dormía por las mañanas, como un velador. Pero olvidé el beneficio de pernoctar con el cuerpo vencido.

Hice llorar a mis padres. Les prometí que cambiaría, pero nunca lo hice. Era demasiado duro hacerlo. Por la mañana era el “ahora sí”, por la noche era el “hoy tampoco, pero mañana lo haré”. No pedí ayuda a nadie. Decidí tragarme la verdad y quedarme con el secreto, como Romand. Me refugié en la computadora, para aliviar la impotencia, para desperdiciar mi futuro, para negarme a mí mismo la sensación de que había cometido un error en la elección del tema de tesis. O incluso, que había estudiado la maestría demasiado pronto.

Casi toda mi generación ya se graduó. Yo todavía no. Lo haré. Pero necesito dejar de mentirme, de fingir que soy un hombre ejemplar. Tomé malas decisiones, pero a diferencia de Romand, no me construiré una vida alternativa y cimentarla en castillos de arena. La locura del impostor es horrible. No me sale actuar tan bien como el demente francés. Lo intenté y me convertí en otra persona, despreciable y repugnante.

Mi padre dice que detrás del miedo, no hay nada. Está el vacío. Lo aprendí a la fuerza, a la mala. Mi miedo a enfrentar la responsabilidad, a reconocer el fracaso, me volvió esquivo, un silencioso peligroso como Romand. Por eso comprendo al falso médico. Pero jamás seré como él. Todavía tengo una vida por delante. 

Que un examen reprobado no determine el resto de nuestras vidas. Hay un mundo afuera. Decidimos unirnos a la mentira, esperando que sea verdad por el paso del tiempo, con el terror de ser descubiertos como los ladrones nocturnos. O aceptamos la vida como una serie de tropiezos donde la mejor recompensa es levantarse para seguir andando.

Hoy he decidido no ser Romand. ¿Y tú?

lunes, 6 de abril de 2015

Mi nuevo trabajo (Proyecto para una columna)

Por Andrés Gallegos


Nota mía publicada en el impreso de hoy
En un panorama en apariencia desolador para los diarios de papel, un grupo de lunáticos que han leído más fantasías caballerescas que Don Quijote lanzan al mercado un nuevo periódico, llamado “El Diario: Periodismo Crítico”. En consonancia con la chifladura de sus encargados, un grupo de Sanchos (el escudero, no los aficionados al deporte extremo de seducir mujeres casadas) viajamos a lomos de nuestros burros para acompañar a estos caballeros en la aventura de publicar un periódico. Como resultado, ahora trabajo como reportero de la sección económica de este diario, un esfuerzo editorial comandado por un grupo de empresas zacatecanas, bajo el mando general de Guillermo Ortega y la dirección editorial de Sergio René de Dios Corona.


Descargue el número uno del diario en PDF: http://ntrguadalajara.com/digital/2015-04-06.pdf

Explicar esta obstinación en imprimir periódicos se asemeja a los bebedores trasnochadores que arriban a un bar que se cierra, presintiendo los primeros rayos del sol mañanero, o el bar que se aburre ante la falta de clientes con nuevas conversaciones, y sin embargo, sigue abriendo sus polvorosas puertas. En Estados Unidos, el porcentaje de adultos que leían uno o más periódicos impresos pasó del 80 por ciento en la década de los sesenta, a solo un 57% en 2003. La circulación disminuye de 475 diarios por cada mil personas en 1960, a 287 diarios cuatro décadas después, según datos del profesor Joseph Dominick en su libro “La dinámica de la comunicación masiva”. Los lectores de impresos se vuelven más viejos, con promedios de edad arriba de los 50 años, mientras los jóvenes, dispendiosos en la compra de smartphones y el ancho de banda de su internet, se vuelven tacaños al preguntarse la utilidad de comprar un periódico que les sale gratis en el ciberespacio.

Y los voceadores que se levantan temprano para abrir sus kioscos se preguntan por qué les llevan cerros de periódicos que no se venderán y solo les fatigan sus espaldas al momento de cargarlos. Según la Asociación Nacional de Voceadores, Periódicos, Libros y Revistas del país, la venta de diarios ha caído un 35%, achacándolo a una débil cultura lectora y el auge de los nuevos medios electrónicos. Las épocas actuales, donde cualquiera que no se quemó las pestañas durante tres años y medio en una licenciatura en periodismo genera noticias interesantes y al momento, prescinden del reportero de carrera por parecer un oficio redundante e innecesario.  El periodista y el periódico ya no tienen la exclusividad de la palabra en la transmisión de noticias. El oficio es un noble francés disminuido por las turbas revolucionarias de la Bastilla. Como bien dice el profesor paraguayo Benjamín Fernández Bogado, los dueños de periódicos se creen importantes pero apenas llegan a unos pálidos 30 mil lectores en un país de más de 100 millones de personas.

Con semejante melodrama donde solo falta el pañuelo en la cara y la sorbedera de mocos, ¿para qué se abre un nuevo periódico?, ¿para qué tomarse la molestia de pagar salarios a reporteros, fotógrafos, editores, equipos tecnológicos, agencias noticiosas, y hasta una rotativa traída de los Estados Unidos, si los gurús de la nuevas tecnologías repiten que lo de hoy es el Trending Topic, los Hashtags, los videobloggers y el frapuccino retro subido a Instagram?. Ciertos estudios le insuflan vida al moribundo o relajan el llanto con un clásico “no es para tanto”. Un informe de WAN-IFRA denominado World Press Trends, todavía hay unos dos mil 500 millones de lectores de papel que sostienen el mercado, contra 800 millones de usuarios digitales.  Además, este mismo estudio señala que el 93% de las empresas de información obtienen ingresos de la publicidad impresa, lo que resulta necesario para pagar sueldos que aún no sufragan la gratuidad del periódico web o el escepticismo de ciertos lectores a destinar parte de su dinero a leer una versión en línea de equis diario (“El País” tuvo que abandonar una versión de pago de su página web ante los nulos beneficios económicos redituados a Grupo Prisa).

La revista Forbes y su colaborador José Luis Antón Alvarado ofrecen una interesante explicación de la existencia actual de los periódicos impresos. Según el politólogo, los medios impresos aún resultan importantes para la clase política en particular y las cúpulas de poder en general, porque es a través de esta plataforma donde le miden el agua a los camotes. Si el político se mira en la portada del periódico, se hincha como un pavorreal al ver su foto o sus declaraciones facilonas como titular de ocho columnas. Además, los conglomerados que sostienen el diario pueden utilizarlo como un medio de presión o pedirle prebendas a la clase mandona del país o del estado donde circulan. Otra vez Fernández Bogado tenía razón, los periódicos van a cuchichearle al poder, a contarle secretitos como amiga adolescente de colegio. Pero por supuesto existen las excepciones. Ojalá y “El Diario: Periodismo Crítico” sea la irregularidad de la campana de Gauss.

Aun así, todo lo anterior no responde en su totalidad los motivos para la apertura de un nuevo periódico en la ciudad de Guadalajara. Tal vez una buena respuesta estriba en las especulaciones placenteras de las corazonadas. Motivos que se explican por sentimentalismos y amores. Con todo y los motivos de marketing esgrimidos para abrir una nueva opción informativa (la posibilidad de crecimiento en la segunda ciudad más importante del país, la insatisfacción de los lectores con los diarios locales, etc.), nada se materializa si no existe una convicción que responda más a lo místico que a lo racional. A lo mejor esa corazonada, más la sensación renovadora de lo primerizo (como el bebé recién nacido en brazos de los padres), permitió abrir una nueva oportunidad al periodismo impreso, lo cual es agradecido por periodistas que nos negamos a ser ninguneados, que aún creemos en la importancia y utilidad de nuestro trabajo, tercos que embestimos como toros rabiosos sabiendo que somos lo más importante de la faena y queremos ganarnos el indulto que avale el resto de nuestras vidas. Solo que a diferencia de las reses bravas, no somos tan nobles como para ser burlados todo el tiempo por la muleta.

Por mi parte, aprovecharé el espacio que me brindan para crecer como periodista, comunicador y escritor. También espero aprender de todos mis compañeros. Agradezco a Sergio René de Dios Corona la oportunidad brindada y espero estar a la altura.