Por Andrés Gallegos
Tal vez la investigación de
Aristegui Noticias sobre el plagio de la tesis de derecho del presidente
Enrique Peña Nieto, no tenga la fuerza o el escándalo mediático de la Casa
Blanca, pero no es un trabajo periodístico menor. Así como tampoco es menor el
problema del plagio, una de las manifestaciones más visibles de la
deshonestidad y la simulación, estos virus que después mutan en situaciones
graves que nuestro país no se quita de encima, como la corrupción, el
despilfarro o la hediondez que desprende el poder para no desapegarse de sus
privilegios. En la academia, el plagio de una tesis representa un asunto muy
grave el cuál, la mayoría de las veces, concluye con el descrédito de
académicos que creíamos intachables y eruditos, o la expulsión de estudiantes
que han decidido equivocarse intencionalmente. No creo que suceda lo mismo con
Enrique Peña Nieto, pero en todo caso, es una manchita más a un tigre demasiado
desacreditado ya, y aunque solo sea eso, una manchita, pintarla es un logro
para el mejor periodismo, ese que convierte en cebras hasta a los animales más
salvajes.
En México, los plagios académicos
se han presentado con más frecuencia en los últimos años. El chileno Rodrigo
Núñez Arancibia hizo carrera como historiador en México, y daba clases en la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Se especializaba en multitud
de temas; Revolución Mexicana, liberalismo en Sudamérica, religión de la Nueva
España, etnicidad, el concepto de historia de Collingwood, o el método de
enseñanza mutua en Hispanoamérica. El problema era que todas sus
investigaciones eran trabajos de otros que él copiaba y entregaba como suyos a
comités evaluadores de editoriales universitarias. Descubierto e inhabilitado
por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología (CONACYT) por 20 años, regresó a
Chile y lo confesó todo, “sabía que iba a chocar como un tren contra una pared,
haciéndome pedazos”, declaró a finales del 2015 al periódico andino La Tercera.
Nuñez perdió, inclusive, su título de doctor en Ciencias Sociales por el
Colegio de México, que había obtenido tras plagiar su tesis sobre el
empresariado chileno.
Boris Berenzon Gorn era un
profesor de historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
famoso por faltar a las clases y cobrarlas mandando a un tercero a firmar por
él, lo que ocasionó la queja de una estudiante a través del blog “Yo quiero un
trabajo como el de Boris”. Con el tiempo, resultó que Berenzon era un simulador
que no solo fingía dar clases, sino que fingió su prestigio académico plagiando
ensayos, trabajos de investigación, ponencias y su tesis de doctorado. A pesar
de los intentos de sus amigos académicos, los cuales insistían en que las
acusaciones eran un intento por minar la credibilidad de la UNAM, Berenzon fue
despedido de su cargo en el 2013 por “graves deficiencias en las labores
docentes o de investigación, objetivamente comprobadas”.
En la academia, el plagio es una
de las peores acusaciones que pueden existir, ya que la ciencia maneja un “ethos”
donde el científico e investigador debe respetar la honradez intelectual y la
veracidad, siguiendo el análisis sobre la investigación científica defendida
por el sociólogo estadounidense Robert K. Merton. Lo sabe gente como Juan
Pascual Gay, despedido por el Colegio de San Luis por copiar un ensayo
académico de una revista española, o el ya conocido caso de Sealtiel Alatriste,
quien renunció a un lucrativo empleo como coordinador de Difusión Cultural de
la UNAM y al Premio Xavier Villaurrutia, posiblemente el más importante de la
literatura mexicana, por sus múltiples copy-paste, inclusive de la Wikipedia.
Otro plagiador, Alfredo Bryce Echenique, eclipsó su maestría literaria,
reconocida por obras como “Un Mundo para Julius”, gracias al plagio de decenas
de artículos periodísticos, lo que provocó una fuerte oposición a la decisión
de darle el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. La misma Universidad
de Guadalajara tiene casos de plagio, como el profesor Mario Alberto Orozco, quien
copió sin citar debidamente 84 párrafos de su tesis doctoral en Ingeniería Ambiental
por la Universidad Politécnica de Cataluña.
En mi trayectoria de estudiante,
se han presentado también casos de plagio. En la licenciatura en periodismo, un
profesor del cual no diré su nombre, pero hasta hace poco estuvo trabajando
en el gabinete de un municipio de la Zona Metropolitana de Guadalajara, copió entero
el artículo de la Enciclopedia Encarta sobre la Revolución Mexicana, para
presentarlo en diapositivas durante una clase, sin citar la fuente. Inclusive,
el periodismo deportivo es un gran teatro de simuladores. Por ejemplo, Kary
Correa, conocida por ser presentadora de programas en ESPN y por presumir
muy buenas carnes, plagió un escrito de una página de deportes, llamada “El
nueve y medio”, que hablaba sobre la gesta de la selección de Islandia en la
Eurocopa, firmado por Gustavo Gutiérrez. El texto, titulado “El modelo islandés”,
constaba de una entrevista a profundidad a un exjugador y asistente técnico
islandés, pero solo tenía un inconveniente, no tenía el potencial de
repercusión mediática del “líder mundial en deportes”.
Pal Schmitt, presidente de Hungría quien dimitió por plagio académico. |
Todos nos acordamos de la
incapacidad del presidente al dar el título de tres libros que le habían
marcado su vida, pero pocos se acuerdan del motivo por el cual Peña Nieto
estaba en la FIL; la presentación de “su” libro, titulado “México, la gran
esperanza”. A saber quién le haya escrito ese texto, allí nos dimos cuenta de
que una persona con semejantes signos de estupidez nunca hubiera podido
escribir ni un solo párrafo de aquel desperdicio de papel, pero el escándalo
mediático impidió el análisis de un plagio potencial. Ahora un equipo de
periodistas, encabezados por Carmen Aristegui, comprueba que de su tesis de
licenciatura es “trucha” en un 30 por ciento, y todos se quejan de que “no ha
dicho nada nuevo” y que es un caso de bullying mediático de Aristegui contra el
presidente que, "en las sombras", provocó su salida de MVS. Solo diré lo siguiente, todos los días
hay percances automovilísticos que casi terminan en accidentes, gracias a
choferes distraídos y automovilistas sin respeto por las leyes de vialidad, y
todos los días, mínimo, les mentamos la madre a esos peligros del volante,
aunque sea en nuestras mentes. Sería una insensatez disculpar al próximo que
nos choque el vehículo, bajo el argumento de que ya sabíamos que el que nos chocó
era un burro de dos patas, o porque todos los días hay accidentes de tránsito.
Lo mismo acá, ya sabemos que Peña Nieto es un corrupto y un inepto, pero si lo
recalca día tras día, no nos queda otra más que mostrarlo.
Probablemente en México no pase
nada, pero recordemos que el plagio ha ocasionado cismas y despidos en mandatarios
y secretarios de estado de otros países. Políticos de otras naciones han
renunciado a sus cargos tras darse a conocer sus plagios académicos. El
presidente de Hungría, Pál Schmitt, renunció a su cargo en abril de 2012 tras
corroborarse el plagio de su tesis de doctorado, que trataba sobre los Juegos
Olímpicos, e irónicamente, había sido premiada con el título “summa cum laude”
(“con los máximos honores” en latín). En Alemania, el entonces ministro de
defensa Karl Theodor zu Guttenberg abandonó su puesto en 2011 tras comprobarse
que hizo copy-paste de su tesis doctoral en Derecho. Dos años después, Annette
Schavan, ministra de educación y ciencia de Alemania, gran crítica de
Guttenberg por su plagio, dijo adiós a su puesto al piratearse la investigación
que le permitió obtener un doctorado en Filosofía por la Universidad de
Düsseldorf.
Yo no he terminado todavía mi
tesis de maestría, pero al menos tuve mucho cuidado en que no me acusaran de
plagio, y nunca lo hicieron durante mis presentaciones de avances en los
coloquios semestrales de investigación, a pesar de algunos errores en las
citas. Si a un pobre diablo como yo le exigían no copiar, y tenía clases
completas sobre cómo citar con APA y demás, supongo que al presidente de la
República habría que exigírselo también. Al hacer contrición de sus plagios en
La Tercera, Rodrigo Núñez decía no merecer una segunda oportunidad, ya que el
plagio “es una vergüenza muy grande. Ahora estoy asumiendo la sanción social de
haberle fallado a mucha gente, que es lo que más duele, y las sanciones que
vengan. Pero si fallé en algo tan básico, como la responsabilidad moral de ser
honesto, algo que aprendemos de niños”...