lunes, 22 de agosto de 2016

Enrique Peña Nieto y el problema del plagio

Por Andrés Gallegos

Tal vez la investigación de Aristegui Noticias sobre el plagio de la tesis de derecho del presidente Enrique Peña Nieto, no tenga la fuerza o el escándalo mediático de la Casa Blanca, pero no es un trabajo periodístico menor. Así como tampoco es menor el problema del plagio, una de las manifestaciones más visibles de la deshonestidad y la simulación, estos virus que después mutan en situaciones graves que nuestro país no se quita de encima, como la corrupción, el despilfarro o la hediondez que desprende el poder para no desapegarse de sus privilegios. En la academia, el plagio de una tesis representa un asunto muy grave el cuál, la mayoría de las veces, concluye con el descrédito de académicos que creíamos intachables y eruditos, o la expulsión de estudiantes que han decidido equivocarse intencionalmente. No creo que suceda lo mismo con Enrique Peña Nieto, pero en todo caso, es una manchita más a un tigre demasiado desacreditado ya, y aunque solo sea eso, una manchita, pintarla es un logro para el mejor periodismo, ese que convierte en cebras hasta a los animales más salvajes.

En México, los plagios académicos se han presentado con más frecuencia en los últimos años. El chileno Rodrigo Núñez Arancibia hizo carrera como historiador en México, y daba clases en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Se especializaba en multitud de temas; Revolución Mexicana, liberalismo en Sudamérica, religión de la Nueva España, etnicidad, el concepto de historia de Collingwood, o el método de enseñanza mutua en Hispanoamérica. El problema era que todas sus investigaciones eran trabajos de otros que él copiaba y entregaba como suyos a comités evaluadores de editoriales universitarias. Descubierto e inhabilitado por el Consejo Estatal de Ciencia y Tecnología (CONACYT) por 20 años, regresó a Chile y lo confesó todo, “sabía que iba a chocar como un tren contra una pared, haciéndome pedazos”, declaró a finales del 2015 al periódico andino La Tercera. Nuñez perdió, inclusive, su título de doctor en Ciencias Sociales por el Colegio de México, que había obtenido tras plagiar su tesis sobre el empresariado chileno.

Boris Berenzon Gorn era un profesor de historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), famoso por faltar a las clases y cobrarlas mandando a un tercero a firmar por él, lo que ocasionó la queja de una estudiante a través del blog “Yo quiero un trabajo como el de Boris”. Con el tiempo, resultó que Berenzon era un simulador que no solo fingía dar clases, sino que fingió su prestigio académico plagiando ensayos, trabajos de investigación, ponencias y su tesis de doctorado. A pesar de los intentos de sus amigos académicos, los cuales insistían en que las acusaciones eran un intento por minar la credibilidad de la UNAM, Berenzon fue despedido de su cargo en el 2013 por “graves deficiencias en las labores docentes o de investigación, objetivamente comprobadas”.

En la academia, el plagio es una de las peores acusaciones que pueden existir, ya que la ciencia maneja un “ethos” donde el científico e investigador debe respetar la honradez intelectual y la veracidad, siguiendo el análisis sobre la investigación científica defendida por el sociólogo estadounidense Robert K. Merton. Lo sabe gente como Juan Pascual Gay, despedido por el Colegio de San Luis por copiar un ensayo académico de una revista española, o el ya conocido caso de Sealtiel Alatriste, quien renunció a un lucrativo empleo como coordinador de Difusión Cultural de la UNAM y al Premio Xavier Villaurrutia, posiblemente el más importante de la literatura mexicana, por sus múltiples copy-paste, inclusive de la Wikipedia. Otro plagiador, Alfredo Bryce Echenique, eclipsó su maestría literaria, reconocida por obras como “Un Mundo para Julius”, gracias al plagio de decenas de artículos periodísticos, lo que provocó una fuerte oposición a la decisión de darle el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. La misma Universidad de Guadalajara tiene casos de plagio, como el profesor Mario Alberto Orozco, quien copió sin citar debidamente 84 párrafos de su tesis doctoral en Ingeniería Ambiental por la Universidad Politécnica de Cataluña.

En mi trayectoria de estudiante, se han presentado también casos de plagio. En la licenciatura en periodismo, un profesor del cual no diré su nombre, pero hasta hace poco estuvo trabajando en el gabinete de un municipio de la Zona Metropolitana de Guadalajara, copió entero el artículo de la Enciclopedia Encarta sobre la Revolución Mexicana, para presentarlo en diapositivas durante una clase, sin citar la fuente. Inclusive, el periodismo deportivo es un gran teatro de simuladores. Por ejemplo, Kary Correa, conocida por ser presentadora de programas en ESPN y por presumir muy buenas carnes, plagió un escrito de una página de deportes, llamada “El nueve y medio”, que hablaba sobre la gesta de la selección de Islandia en la Eurocopa, firmado por Gustavo Gutiérrez. El texto, titulado “El modelo islandés”, constaba de una entrevista a profundidad a un exjugador y asistente técnico islandés, pero solo tenía un inconveniente, no tenía el potencial de repercusión mediática del “líder mundial en deportes”.

Pal Schmitt, presidente de Hungría quien dimitió por plagio académico.
Todos nos acordamos de la incapacidad del presidente al dar el título de tres libros que le habían marcado su vida, pero pocos se acuerdan del motivo por el cual Peña Nieto estaba en la FIL; la presentación de “su” libro, titulado “México, la gran esperanza”. A saber quién le haya escrito ese texto, allí nos dimos cuenta de que una persona con semejantes signos de estupidez nunca hubiera podido escribir ni un solo párrafo de aquel desperdicio de papel, pero el escándalo mediático impidió el análisis de un plagio potencial. Ahora un equipo de periodistas, encabezados por Carmen Aristegui, comprueba que de su tesis de licenciatura es “trucha” en un 30 por ciento, y todos se quejan de que “no ha dicho nada nuevo” y que es un caso de bullying mediático de Aristegui contra el presidente que, "en las sombras", provocó su salida de MVS. Solo diré lo siguiente, todos los días hay percances automovilísticos que casi terminan en accidentes, gracias a choferes distraídos y automovilistas sin respeto por las leyes de vialidad, y todos los días, mínimo, les mentamos la madre a esos peligros del volante, aunque sea en nuestras mentes. Sería una insensatez disculpar al próximo que nos choque el vehículo, bajo el argumento de que ya sabíamos que el que nos chocó era un burro de dos patas, o porque todos los días hay accidentes de tránsito. Lo mismo acá, ya sabemos que Peña Nieto es un corrupto y un inepto, pero si lo recalca día tras día, no nos queda otra más que mostrarlo.

Probablemente en México no pase nada, pero recordemos que el plagio ha ocasionado cismas y despidos en mandatarios y secretarios de estado de otros países. Políticos de otras naciones han renunciado a sus cargos tras darse a conocer sus plagios académicos. El presidente de Hungría, Pál Schmitt, renunció a su cargo en abril de 2012 tras corroborarse el plagio de su tesis de doctorado, que trataba sobre los Juegos Olímpicos, e irónicamente, había sido premiada con el título “summa cum laude” (“con los máximos honores” en latín). En Alemania, el entonces ministro de defensa Karl Theodor zu Guttenberg abandonó su puesto en 2011 tras comprobarse que hizo copy-paste de su tesis doctoral en Derecho. Dos años después, Annette Schavan, ministra de educación y ciencia de Alemania, gran crítica de Guttenberg por su plagio, dijo adiós a su puesto al piratearse la investigación que le permitió obtener un doctorado en Filosofía por la Universidad de Düsseldorf.

Yo no he terminado todavía mi tesis de maestría, pero al menos tuve mucho cuidado en que no me acusaran de plagio, y nunca lo hicieron durante mis presentaciones de avances en los coloquios semestrales de investigación, a pesar de algunos errores en las citas. Si a un pobre diablo como yo le exigían no copiar, y tenía clases completas sobre cómo citar con APA y demás, supongo que al presidente de la República habría que exigírselo también. Al hacer contrición de sus plagios en La Tercera, Rodrigo Núñez decía no merecer una segunda oportunidad, ya que el plagio “es una vergüenza muy grande. Ahora estoy asumiendo la sanción social de haberle fallado a mucha gente, que es lo que más duele, y las sanciones que vengan. Pero si fallé en algo tan básico, como la responsabilidad moral de ser honesto, algo que aprendemos de niños”...

martes, 9 de agosto de 2016

Deportistas buenotas o el sexismo en las Olimpiadas

Por Andrés Gallegos

En Beijing 2008, Yelena Isinbayeva era la belleza que conquistó al mundo por su récord mundial en el salto con pértiga. Tengo ojos para ver y sensibilidad para apreciar, la rusa es hermosa y está buenísima. ¿Pero que hubiéramos pensado si algún medio hubiera titulado a ocho columnas, “Usain Bolt, el guapo más veloz de la Tierra”?, lo más probable es que pensarían que ese periódico salió del closet (y además, presume de gustos excesivos).

Traigo esto a colación, debido a un estudio de la Universidad de Cambridge que encuentra evidencias de sexismo en varios medios deportivos a nivel mundial. Es decir, se utiliza un lenguaje denigrante o machista hacia las mujeres atletas, quienes además, reciben menor reconocimiento de sus logros deportivos. Por ejemplo, mientras los hombres son “genios”, “dominantes” y “fantásticos”, las mujeres son “participantes”, “esposas de”, “soltera”, “embarazada” o “sexys”.

Lo que más me llama la atención de esta investigación es la reacción a la defensiva de muchas personas. Prácticamente, señalan que el estudio es una pérdida de tiempo, lo catalogan como berrinches y pataletas de feminazis con mucho tiempo libre, y se quejan, al estilo Clint Eastwood, de vivir en la dictadura de lo políticamente correcto, con una generación de cobardes que se victimizan por todo. Reconozco que, al menos en lo que dice el cineasta, puedo estar de acuerdo (aunque no en su totalidad). Pero sí creo que hay un sexismo latente el cual no queremos reconocer, no solo en los medios de comunicación, sino en la sociedad.

Recuerdo que cuando Ana Guevara era la mejor corredora de 400 metros del mundo, muchos aficionados no solo hablaban de sus medallas de oro, sino de su aspecto “masculino” y su voz grave, poco “femenina”. Años después, al dedicarse a una actividad de claro dominio varonil como la política, cuyo estigma no se circunscribe a la corrupción, sino a la deshonra de “haber dado las nalgas” o ser “la esposa del gobernador”, Ana Guevara hizo críticas a la medalla de oro del futbol varonil en Londres. A “Anita”, como algún palurdo comentarista la llamaba (a nadie escuché llamar “Nandito” a Fernando Platas, por ejemplo), no solo le cayó el descrédito de redes sociales y aficionados por envidiosa y andar de grilla, sino además, dudaron abiertamente de su sexualidad y directamente la llamaban hombre o travesti.

En los Juegos Olímpicos que me ha tocado ver, los medios de comunicación han solido dirigir algún alborozado piropo a atletas estéticamente más proclives a ser catalogadas como bellas, como Iridia Salazar o Paola Espinosa. No podían decir lo mismo de mujeres como Guevara o Soraya Jiménez, cuyo cuerpo fornido, estatura baja y pelo corto, motivó a cierto profesor de licenciatura a decir que las mexicanas tienen cuerpos como Soraya y que se bajaran de la nube, porque era imposible emular una belleza como la de María Sharapova. A otras medallistas como Belem Guerrero, fueron durante mucho tiempo ninguneadas, entre otras cosas, por su origen humilde y constitución física menudita, mientras compañeras ciclistas de mayor atractivo como Nancy Contreras, eran requeridas para sesiones de fotos en revistas.

El sexismo no está solo en medios de comunicación, sino que repercute directamente en las audiencias. Pero la influencia mediática es innegable. Las principales televisoras, con excepciones, tienen a la mujer como un objeto visual más que como una aportación sustancial de conocimientos deportivos. Los periódicos sensacionalistas sacan en sus páginas traseras y en los más buscados de la web a mujeres desnudas, y solo sacan a un muchacho en poca ropa sino es para mofarse de él por su pretendida mariconería, como Cristiano Ronaldo y sus modelajes de calzones Calvin Klein o sus abrazos con amigos en algún yate. Los medios, como entidades de lucro, no cambiarán ese trato al sexo femenino porque les da ventas

Inclusive, esto no solo aplica para las mujeres. Cuando el clavadista británico Thomas Daley dio a conocer que tenía una relación amorosa con un hombre, pasó de ser uno de los “papacitos” del deporte, a hacer continuas acotaciones y señalamientos sobre sus preferencias sexuales. En un entorno que debería aceptar con normalidad la homosexualidad de x o y deportista, no se darían estas explicaciones. Es como si los medios de comunicación hicieran hincapié en que a Lionel Messi le gustan los días soleados y la cumbia villera cada vez que da un pase de gol. Las preferencias no inciden en el rendimiento deportivo, aunque puedan ser buenas historias.

No obstante, noto que mucho público, por supuesto en su mayoría varones, es resistente a detectar estas anomalías. Ya dije que una reacción es acusar de exageradas a quienes hacen alguna observación medianamente crítica, o directamente anularla en base a estereotipos que nos ayudan a hacer bromas fáciles. Una de las estratagemas más burdas para ridiculizar la ideología del adversario, consiste en hacer simplificaciones groseras de lo que defiende. Así, las feministas pasan a ser feminazis, un cónclave esotérico de brujas gordas y malcogidas, con vello en las axilas, y cuyo tiempo destinan a quejarse de su fealdad omnisciente con carteles que atacan al “machista falocéntrico heteropatriarcal”.

Finalizo diciendo que, aunque es cierto que hoy existe una moda de victimizarse por cualquier cosa, existen elementos para reconocer, aunque sea, ciertos atisbos sexistas en nuestro modo de ver y analizar a las mujeres deportistas de los Juegos Olímpicos. Es como el grito de “puto” en los estadios, el cual yo y muchos hemos gritado, no nos hace unos homofóbicos intolerantes ni religiosos monoteístas fanáticos, pero el grito, en su origen, contiene elementos que responden a un ambiente de rechazo al “cobarde”, al “pasivo”, en suma, al “poco hombre” que se asocia a los homosexuales. Y aunque ser conscientes de ese sexismo no obliga a rechazar el disfrute estético de traseros firmes y caras bonitas (confieso que mis favoritas son las voleibolistas), reducir esa visión mediática y sesgada de la mujer nos haría bien.

Les pondré el siguiente ejemplo. Invito a leer este texto, con elementos que podrían considerarse sexistas, sobre Michael Phelps. Es un ejemplo tan sonrojante que no lo publicarían ni en Cosmopolitan:

El muñeco de Baltimore

Michael Phelps no solo impacta por sus medallas, sino por su belleza. El nadador estadounidense vence a sus rivales en la piscina y derrite corazones con sus ojos negros, mirada retadora que intimidó a otros buenorros como el sudáfricano Chad Le Clos, su barba cerrada, su abdomen marcado y unos brazos fuertes y largos para ser estrechados por ellos para siempre. Sus participaciones en Juegos Olímpicos han robado la atención de los medios por la elegancia de su sonrisa al alcanzar oros y récords mundiales, más su capacidad de combinar su talento en la piscina con un arrollador sex-appeal

Sus 25 medallas olímpicas no serían posibles sin el apoyo de su esposa Nichole Johnson, quien ha sido clave para la estabilidad emocional de su esposo y para que compagine sus ganas de competir con las labores del hogar, más ahora que tienen un bebé de pocos meses de edad. Así, Phelps demuestra no solo ser un bombón, sino además un campeón en todos los aspectos de su vida.

Obviamente es un ejemplo algo burdo, pero ¿acaso no es diferente a lo que comúnmente leen en la prensa deportiva sobre Michael Phelps?, ¿leen cosas de este tipo en la prensa general sobre los atletas masculinos?.



jueves, 4 de agosto de 2016

Remembranzas de Juegos Olímpicos

Por Andrés Gallegos

SYDNEY 2000

Alejandro Cárdenas, el tercer lugar mundial de la carrera de 400 metros más rápida de la historia, era la gran esperanza de medalla mexicana. Pero sus piernas estaban rotas, y no nos dimos cuenta hasta que se partieron en pedazos en el tartán de Sydney.

Todos los mexicanos nos sentíamos orgullosos de tener un cuerpo como el de Soraya Jiménez.

Descalificado por tercera vez en la carrera antes de cruzar la meta, Bernardo Segura simuló ganar el oro de los 20 kilómetros de marcha, mientras México simulaba festejar su proeza, y después, junto con él, simulamos ser víctimas de un robo olímpico. Al simulador, consciente de su farsa, se le cayó el teatrito en el momento que el presidente Ernesto Zedillo simulaba felicitarlo, ya que eran los últimos momentos de una democracia simulada de partido único de 70 años, mientras su sucesor prometía un cambio que terminó por ser una simulación.

Los esteroides BALCO dominaban las pruebas de velocidad, a través de sus representantes Maurice Greene y Marion Jones. Años después, en un acto de escarnio público, la corredora perdió sus medallas, su casa y su libertad. BALCO no respondió por su mejor cliente, porque la empresa no se hace responsable del mal uso que la persona destine a sus productos.

No sabía nadar, se ahogaba, y era tan lento como el agua estancada de un charco. No obstante, allí va, casi chapoteando en la piscina, Eric Moussambani, el nadador que mejor personificó el espíritu olímpico, y el que más emociones provocó a todo el mundo en el año 2000.

ATENAS 2004

Acorralados por los vampiros del antidoping, Konstantinos Kenteris y Ekatherine Thanou planearon su última evasión. Los Bonnie y Clyde helénicos, ídolos nacionales prefabricados por el Estado a través de un programa de anabólicos y otras drogas, presumían de medallas olímpicas pero solo corrían en competencias sin policías ni ley. Asustados, perdidos en la carretera y cobijados en la oscuridad de la noche previa a la inauguración de las Olimpiadas, a sabiendas de que no podían huir de la ley como tantas otras veces, se accidentaron en su motocicleta, y fueron hospitalizados. Los griegos, incrédulos, pedían que les dijeran la verdad, pero no podía haber verdad en donde todo, hasta el accidente, era mentira.

En 2012, la senadora del Partido de Trabajo por el estado de Sonora, Ana Gabriela Guevara, fue a rendir protesta de su puesto a San Lázaro, la sede de la Cámara de Diputados. Al lamentar su falta de ubicuidad, la funcionaria pública seguramente recordó que este defecto también marcó su carrera como velocista de 400 metros. En 2003, Guevara ganó competencia tras competencia, incluido el Mundial de Atletismo. Nadie le hacía sombra. Pero en 2004, año olímpico, la bahameña Tonique Williams la relegó a un segundo plano, y además, Guevara tenía problemas físicos. Sus 49 segundos con 56 centésimas le entregaron una merecida y valiosa plata, pero muchos mexicanos, acostumbrados a sus primeros lugares, vieron el premio como una decepción. Ana Gabriela no perdió el oro, lo que pasó fue que corrió tan rápido que llegó con demasiada anticipación a la meta, exactamente un año antes, y se equivocó de sitio.

Alexei Nemov, el gimnasta bello, enamoró a los aficionados de la gimnasia, pero los jueces lo dejaron fuera del podio de medallas al darle calificaciones bajas. Mientras los griegos enardecían como en los tiempos del juicio de Sócrates, Nemov pidió silencio para que la competencia pudiera proseguir. Debían asumir la condena, por injusta que fuera, tal y como el viejo barbón e impertinente les había enseñado dos mil 300 años antes.

BEIJING 2008

Usain Bolt corrió tan rápido los 100 metros, que algunos temieron que a sus pies le salieran ruedas y en su espalda se encendiera un cohete. El jamaicano se dio cuenta en los últimos 20 metros, y decidió celebrar antes de tiempo para que nadie lo perdiera de vista.

El tacto es esencial para que los seres humanos sientan, físicamente, el amor y la estima de nuestros semejantes. Damos palmadas amistosas en la espalda a un amigo, el bebé toca la cara o los dedos de sus padres para conocer el mundo en que vivirá, y las manos palpan y recorren, tibias, con fuerza, los cuerpos de los amantes. En la natación, no basta con tocar, sino tocar con fuerza, porque en el tacto decidido se definen las medallas y los récords mundiales. Los 100 metros libres de Beijing se definieron en un duelo de caricias  El sistema tecnológico que registra los manotazos finales dio como ganador a Michael Phelps, abriéndole la posibilidad de ganar 8 medallas de oro e ingresar a la eternidad olímpica. Yo aún ahora, sigo creyendo que el serbio Milorad Cavic tocó primero la meta. Pero se limitó a tocar como un amigo, como un bebé, como un amante, y no como un nadador.

Liu Xiang ganó el oro y el récord mundial de los 110 metros con vallas en Atenas 2004, y fue tan ovacionado por los chinos, que vieron en el corredor a un nuevo Aquiles. Xiang se lo creyó tanto que al final lo imitó en todo, hasta en la debilidad de su tendón. El héroe que podía saltar hasta la Gran Muralla, tenía a más de mil millones de compatriotas dependiendo y viviendo de sus pies, y la carga fue tanta que su tendón del pie derecho se desgarró. El estadio de atletismo enmudeció como los lectores de la Iliada, Aquiles había sido alcanzado por la flecha de Paris antes de que empezara a entrenar siquiera. Cuatro años después, Xiang regresó a la pista, y el maldito tendón lo volvió a retirar, esta vez para siempre.

LONDRES 2012

I

Le hicieron una pregunta al editor web de deportes de “El Informador” (no daré su nombre, pero varios de mis lectores habituales sabrán quién es) "¿Cuál era la última Olimpiada donde México ganó más de cinco medallas?". Yo sabía la respuesta, y se la di a uno de los jefes de ese periódico. Le dije de memoria los ganadores de las seis medallas de Sydney 2000, con nombres de los atletas y la disciplina donde lo lograron. Ese jefe me escuchó y finalmente le dijo al editor, “cuídate, porque te van a quitar la chamba”.

El editor, zalamero con los jefes y antipático con sus subalternos, no tolero la intromisión de su chalán y me habló, en ese tono conciliatorio que seguramente aprendió de las películas de mafiosos. “Yo le iba a decir la respuesta, por favor no lo vuelvas a hacer”, dijo. Luego me contó la historia de un chico que entró a prácticas del periódico, que tenía muchos conocimientos de tenis y convenció a un editor jefe, al que le gustaba el mismo deporte, sin embargo, tiempo después demostró ser un incompetente y lo corrieron, por presumido. Era una indirecta para mí, aunque tal vez ese editor me estaba contando su autobiografía, aunque sin los conocimientos del deporte blanco ni el despido. Moraleja: cuando se encuentren a una persona así, ríanse, porque tiene más miedo que ustedes, y luego váyanse, corren el riesgo de pudrirse a su lado.

II

Jorge Enríquez se quedó a vivir en Londres, y ya nunca más regresó a México. Al ganar el oro con su Selección Nacional, decidió que era el momento de terminar con su carrera futbolística, pues ya había llegado a un momento cumbre en su vida. Se quedó a pasear en el Támesis, a contar las horas en el Big Ben, a disfrutar del arte en el Tate Modern, y a visitar a la reina en el Palacio de Buckingham. Practicó su “queen english” con transmisiones de la BBC, y ahora habla con un perfecto acento británico.

A los ganadores de las antiguas Olimpiadas griegas, se les construían estatuas y los poetas les componían canciones en su honor. Enríquez decidió honrar su hazaña del 2012 mediante un contínuo culto mental a ese logro, él mismo se canta y se erige esculturas, las cuales adornan cada rincón de su vida. Cuentan los pocos londinenses que lo reconocen, que ven caminar todos los días por sus calles a un chico sin pelo, con ropa deportiva de camisa blanca y pantalón verde, alto y moreno, con una medalla de oro colgada al cuello y una corona de olivo en la cabeza. Cuando alguno intenta indagar su vida, solo responde, “This is my gold medal”, y baja la mirada hacia el brillo reluciente de su metal dorado.

Muchos dicen que lo que digo es mentira. Aseguran que Enríquez regresó a México, y continuó jugando al futbol. Amigos me mostraron un partido de un tal Coras Tepic, enfrentando a un equipo al que nombran Leones Negros, y me dijeron, “ese hijo de la chingada vividor que viste entrar de cambio, es el Chatón Enríquez”. Yo insisto en que mi historia es verdadera. Enríquez es un londinense más, y dice que está tan a gusto por allá, que ni el Brexit lo hará regresar.

RIO DE JANEIRO 2016

Solicito una oportunidad para contar más historias olímpicas en cualquier medio. Dispuesto a compaginar mi trabajo actual con la cobertura de las Olimpiadas. Razón principal: conmigo Andrés Gallegos, contactarme a mi perfil en Facebook, o a mi correo andresgallegosvaldez@gmail.com. Les paso mi cel por Inbox o email. Gracias.