martes, 28 de febrero de 2012

Las 10 reglas para ser un escritor "best-seller" (Ensayo)

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

J.J. Benítez presentando "Caballo de Troya 9"
La relajación de los controles de calidad y la entronización de la filosofía “todo vale”, ha ocasionado la deificación hacia ciertas personas, que en cualquier mundo paralelo repartirían volantes en una avenida concurrida. Por supuesto, la literatura no se libra de esta lógica actual, donde no importa lo mucho que sepas sino cómo lo vendas. Me refiero, por supuesto, a los Best-Sellers, libros de fábrica, ensamblados y seriados para el lector incauto y exiguo de ideas propias.

Con un poco de valor, una computadora propia, mucho tiempo libre y alguna idea hurtada de cualquier cinta dominguera o una teleserie, usted es capaz de alcanzar su sueño más preciado; unas vacaciones en Bora Bora y un palacio con cámaras infrarrojas de alguna costa de Florida, con sólo convertirse en autor(a) de best-sellers. Únicamente siga a pie juntillas el siguiente decálogo de preceptos y será más famoso(a) que  la cuñada del príncipe William de Inglaterra o los subnormales de “Jackass”. ¿Cuál es mi credibilidad para dar estos consejos? Ninguna, como la de todo escritor de estos libros:

Leyendo "Quiúbole"... lo dudo.
1.- Elabora una portada bonita, perfecta para postales turísticas o tarjetas Hallmark. Mientras más colores tenga, mejor. El título debe tener alguna fuente con serifa que permita el progresivo daño a la vista de tus clientes, pero que al mismo tiempo logre su atención, como una revista de chismes. Enfócate en ediciones de pasta dura, así la gente soltará más de 400 pesos en tu libro sin importarle el contenido de esas superficies lisas encuadernadas entre la portada y la contraportada (es decir, esos montones de hojas llenas de letras y carentes de dibujos). Ocasiona que tus libros no sólo sean la carnada para miles de personas engañadas que pretenden degustar literatura de calidad, sino la envidia de diseñadores gráficos y diagramadores de revistas de moda.

2.- Venda su libro y venda su alma (literalmente). Diga que la calidad literaria de sus libros es superior a las novelas de Charles Dickens o las composiciones de Ricardo Arjona. Cuando los periodistas y los críticos, “esos escritores frustrados”, hagan reseñas tan lapidarias que corran el riesgo de liquidar su cuenta bancaria, muéstrese amigable con ellos, invítelos a comer, sonríales para la foto. Organice lecturas en voz alta, firma de autógrafos en masa y hasta venda playeras y gorras con el título de su libro. Mencione entre sus influencias a escritores como Shakespeare (aunque se haya dormido leyendo Hamlet), y hágase el amigable mediante referencias a la cultura pop o chistes sosos en sus presentaciones de libros. Si le dicen que su prosa es basura, usted muéstrele las listas de los “más vendidos”, ufánese de que sus obras literarias las compran millones, mientras a un tal Tolstoi sólo lo leen estudiantes de letras ociosos. Sin estrategias de marketing aparatosas, tu libro sólo formará parte de aquellas gangas de “obras apestadas”, esas que cuestan veinte pesos o menos y que los compradores más “proletarios” deciden darle la vuelta, como si en la librería vendieran comida rancia. Los escritores deberían estudiar mercadotecnia.

3.- Aunque lo amenacen de muerte, le secuestren a toda su familia, o lo demanden por plagio, no describa. En esta modernidad donde sus lectores potenciales son sombras nómadas que únicamente se detienen a observar las cuerdas de sus zapatos (¡Oh, no!, realicé una descripción), y disfrutan de historias donde hay más estruendos y balas que personajes psicológicamente delineados o diálogos imborrables, a nadie le interesa perder el tiempo en que le digan cómo es una iglesia, una casa de campo o la belleza de una mujer, porque todo eso ya lo vio por televisión.  La descripción es la paja de los libros, es la parte aburrida que los lectores se saltan para llegar a “la acción”. La descripción es narcolepsia, palabrería en la que se regodean los escritores de academia. Sus lectores sufren de déficit de atención, si les describe se agotan, mejor estimule la hiperactividad y narre, ágilmente, las situaciones más disparatadas que le lleguen a su cerebro.

La manzana "podrida" de la literatura
4.- En tiempos de la posmodernidad, combine los géneros más incompatibles y revuélvalos en licuadora para crear historias. Por ejemplo, mezcle literatura de vampiros con suspiros de adolescentes aleladas por galanes-muñecos de plástico, para lograr  “Crepúsculo”. O historias que tengan que ver con conspiraciones, simbologías medievales y documentación “pseudo-histórica” más cualquier película de suspenso serie B con giros “inesperados”, y conseguirá “El Código Da Vinci”. Una vez lograda la mejor combinación, explótela hasta la extenuación. Así usted será un escritor encasillado con miles de fanáticos fugados de algún manicomio.

5.- La situación amorosa de su novela debe ser lo más tonta, predecible y anodina posible. Si sus protagonistas se enamoran con un solo diálogo, mejor. Haga que tengan sexo después de solo mirarse fijamente, concédales diálogos tan ridículos como “mi existencia sería un crudo invierno sin el calor de tus labios” o frases similares, que sus personajes sufran al recitar prosa poética como “no encajo en esta escuela” o “no soy buena en deportes. Nadie me ve, parece que no existo. Soy un bicho raro”. Dicen que el amor no se puede explicar, entonces, ¿porqué explicarlo?, este tipo de relaciones, mientras más inverosímiles y alejadas de la realidad sean, mejor. Si cumple esta regla, será la adoración de adolescentes hormonadas, señoras que siguen esperando a un príncipe azul y hombres aburridos que usan los libros como sustitutos de la pornografía.

6.- La historia que pretenda contar debe tener material para una saga, mínimo de tres libros. Así, crea una franquicia que seguirá ganando millones de dólares contando la misma historia, como un McDonalds. Su libro es comida rápida que se vende por toneladas, se elabora a las carreras, y provoca adicción en sus clientes. El argumento de su obra debe ser fácilmente adaptable para múltiples formatos, como una película o un videojuego, así usted seguirá lucrando con los derechos de autor sin golpear un teclado de su computadora. En caso de que su narración apenas se sostenga en un solo tomo, cuente lo mismo en otro libro, cambiando el título, los nombres de los personajes y algunas escenas (por ejemplo, en vez de ambientar la historia en las oficinas de la FBI, hágalo en las oficinas de la CIA). El final de un libro debe ser lo más ambiguo posible para que dé pie a una secuela. 

7.- Repita siempre los mismos tópicos de los Best-Sellers exitosos. Su protagonista debe tener las mismas virtudes que Jesucristo o el modelo de un anuncio de desodorantes, con sacos Armani y lentes de diseñador, dentadura perfecta y emocionalmente indiferente a todas las situaciones que se le presenten (debe poner la misma cara cuando besa a una chica o cuando lo sodomicen, por ejemplo). La chica del cuento debe ser bella, maquillada, intelectualmente reducida a un estereotipo y un accesorio de la historia. Entre los villanos, hay dos clases, los que en apariencia son buenos pero en realidad quieren clavarte una espada en el vientre (presente su lado oscuro en las últimas páginas, para crear el efecto dramático “no me lo puedo creer…otra vez”), y los “malos-malos”, esos personajes unidimensionales que sólo hace falta que les pongas el letrero “Cuidado, el hijo de Satanás en persona” en la frente, y cuyas intenciones se limiten a conquistar el mundo (como si no hubiésemos tenido gente igual en la vida real, por ejemplo George W. Bush).

8.- Desafíe todas las leyes científicas conocidas por el hombre y los convencionalismos académicos de las buenas novelas para tener escenas de acción “que enganchen”. Con la desbordante imaginación que Dios (o algún editor sin escrúpulos) le concedió, escriba sobre pistolas con balas infinitas, giros rocambolescos, paternidades silenciadas largo tiempo, prisioneros que mágicamente escapan de su tortura, explosiones que aturdan al lector, bombas cronometradas, destrucción repentina de edificios históricos, súper soldados equipados con las armas más mortíferas para destruir conspiraciones de algún comunista anacrónico, infinidad de cuartos oscuros donde los malos sorprendan a los buenos, luchas entre vampiros con gomina y hombres lobo con anabólicos, hackers que desquicien supercomputadoras, robos inexplicables de millones de dólares de un banco nacional con sólo cubrirse la cara con una máscara, muertos que resuciten gracias al  “poder del amor”, etc. Como versa un conocido adagio, “el cielo es el límite”.

9.- Pase de largo ante los convencionalismos del lenguaje y la literatura. Maltrate el castellano con vocablos extranjeros que se escuchen más pretenciosos, interjecciones como “Oh”, “Ah” o “Hey”, repita la misma palabra hasta diez veces en un mismo párrafo (si te preguntan, se te perdió tu diccionario de sinónimos), use repetidamente frases como “parecía que”, “increíblemente”, “desde luego”, “sin embargo”, “sintió que” o “pensó para sus adentros” (como si se pudiera pensar para los afueras). Atiborre sus textos con muchos signos de interrogación y exclamación, además de mayúsculas y tipografía cursiva, para que la gente se dé cuenta de los aspectos más relevantes de la trama sin necesidad de poner atención a la lectura. Sus personajes (y el narrador) deben hablar con frases hechas, por ejemplo, “te veré en el infierno”, “en mis sueños estarás”, “todo se está poniendo muy feo”, “estoy en un callejón sin salida” o “siento un coraje que corre por mis venas”. Si describe (véase punto 2), hágalo con tópicos, por ejemplo, “era un señor con bigote, un sombrero de charro y un sarape, con una botella de tequila en su mano izquierda y un chile en la otra” para delinear el perfil de un mexicano, o “eran un montón de cosas apiladas en la mesa” para no mencionar cada uno de los objetos que están sobre dicha mesa. Use adjetivos calificativos grandilocuentes, como “increíble”, “fantástico”, “maravilloso”, “avasallador”, “fulminante” o “terrible”. En caso de relatar el ambiente y las escenas de una ciudad en la que se suceda la trama, enuncie los principales lugares de atracción como si fuese un guía de turistas.

¿A dónde hemos llegado?
10.- Demuestre a su lector su erudición e investigación minuciosa (en Wikipedia o el Rincón del Vago) del tema sobre el que gire su historia. Con lo anterior, me refiero a que suelte nombres propios con conexión apenas tenue con la trama, haga hablar a sus personajes como si recitaran los dos primeros párrafos de la entrada “Cristianismo” de la Enciclopedia Británica, suelte dos o tres frases en una lengua extraña, e interprete (véase punto 4) un hecho histórico a su modo para lograr una novela de fácil digestión (por ejemplo, si el tema es “Jean Paul Sartre”, enfóquese en presentar la relación entre el existencialista francés y Simone de Beavouir con los estilos de Corín Tellado y el Marqués de Sade). En caso de no realizar trabajo de documentación para su novela, vierta sus problemas personales en la literatura y exagérelos hasta el melodrama (ejemplo, si sufrió un divorcio, aproveche esta situación para escribir una historia donde el marido sea un adicto al crack, golpeador de mujeres por placer y – efecto dramático de superventas- amante de su propia hija).

Gracias por su atención y espero una dedicatoria suya (o pago de regalías) cuando publiquen su historia.


jueves, 23 de febrero de 2012

Juicio a un hombre impasible (Divagación literaria)

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

Iremos por ti. Cuando no lo esperes, cuando bajes la guardia, cuando pienses en otros asuntos, te llegaremos de improviso y no escaparás. No habrá compasión, llorarás hasta que se te queme la cara y  los ojos se desprendan de sus órbitas. Morirás, tarde o temprano te encontraremos y te borraremos de la faz de la tierra. Nos veremos de nuevo en el infierno, si es que existe.

Te dejamos pasar demasiadas afrentas. Te pedimos cuentas y las evadiste. Te pedimos actividad y nunca te moviste. Te solicitamos atención y siempre estabas distraído. Nuestras advertencias fueron ignoradas, acalladas, embrutecidas. Ahora nos pides piedad, compasión, perdón. Demasiado tarde, somos duros y no nos emblandeceremos ante una apelación desesperada. Somos jueces inquebrantables y te condenaremos con todo el rigor que nuestra furia puede alcanzar.

No te escondas, te encontraremos. No pidas protección, al final estarás sólo. No corras,  te alcanzaremos. No pretendas acabar con nosotros, serás incapaz de lograrlo. No recurras al suicidio, es inútil, estaremos contigo para salvarte antes de que lo intentes siquiera. Estás acorralado, a tu alrededor vigila altanero nuestro cerco. Camina y veras nuestro pasos. Corre y notarás las zancadas que te persiguen. Vuela y nuestras alas de halcón romperán los vientos para encontrarte en las alturas.

Crees que nuestras amenazas son estériles, ¿entonces porque tiembla tu cara, se te deshacen las piernas y tus manos se hunden en helado sudor a cada momento que piensas en nosotros?. Sabes que existimos, que somos reales, y por eso maldices el día, la hora, la vida en que nos conociste. Crees que no tenemos el derecho de hacerte sufrir, pero te equivocas, tú nos perteneces y nuestras leyes decretan que eres el súbdito de la monarquía, el enano del circo. Desobedeciste nuestros mandatos y el que rompe las reglas merece que le desprendan la cabeza del tronco, con el único privilegio de ser carroña de animales hambrientos.

Iremos por ti. Te agradeceremos por engrosar la lista de piltrafas como tú que llevamos en nuestro currículum de exterminio. Así es, no eres el primero en caer en nuestras manos, ni serás el último. Y cuando el sol duerma en el poniente, vivirás la noche perpetua en la tierra de los muertos. ¿Oyes el zumbido de la silla eléctrica, sientes el filo de la guillotina que desgarra tu nuca, ves la rapidez con la que viajan esas balas en línea recta a tu frente?, ese es el recuerdo que deseamos que te lleves de nosotros. Somos las voces de tu conciencia, que tengas buen viaje.    

viernes, 17 de febrero de 2012

Alatriste y el plagio de las ideas (Opinión)

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

El caso de Sealtiel Alatriste amenaza con quedarse en el olvido si no se resuelven los principales conflictos derivados de sus acciones. No es suficiente con que el escritor decline al Premio Xavier Villaurrutia y a su puesto como Director de Difusión Cultural de la UNAM, si no se prenden los focos de alerta sobre las consecuencias que semejantes actos dejan en la vida universitaria y cultural del país.

Para la noticia sobre la renuncia de Alatriste pulse aquí:

El plagio es censurable, ya sea de uno o dos párrafos como de una tesis de doctorado. Las excusas interpuestas por Alatriste únicamente reflejan el pensamiento timorato de siempre: infringí la ley pero sólo tantito, me tienen envidia, soy víctima de conspiraciones, todo es mentira, las adversidades no me doblegarán. La corrupción bebe sus aguas de la falta de autocrítica, ese mundo donde los demás tienen la culpa menos yo. Las excusas sobre la verdad. ¿No es una situación ya conocida y vivida mil veces hasta el hastío, hasta perpetuarse en rutina?

Existen muchos Alatristes en las escuelas, en los centros de investigación, en todos los ámbitos de la vida, porque existe gente que los solapa e incluso los premia. Ante tal descomposición, hace falta la valentía, la honestidad, el atrevimiento, para defender los ideales más elevados que la teoría presume pero la práctica cotidiana aborrece: la búsqueda de la verdad, la transparencia, ayudar a la sociedad mediante los conocimientos de las ciencias y los valores de las artes.  Para erradicarlos, se necesita trabajo y disciplina para:

1.- Evitar el nepotismo a toda costa, ya sea para entregar premios literarios como “pago de favores” o colocar familiares en nóminas universitarias.

 2.- Defender la honestidad y respeto a las ideas (y textos) de los demás. Pasar de “citar al cuadrado” a citar con APA o a pié de página, con entrecomillados donde correspondan, bibliografía completa y las exigencias mínimas que se le solicitan a todo estudiante y académico que se precie de serlo.

3.- Que los rectores y jefes de departamento revisen con escrutinio el trabajo de sus profesores, investigadores y alumnos, para elevar los controles de calidad en la enseñanza de la educación superior. Así mismo, despedir a aquellos que no realicen adecuadamente su trabajo. Meritocracia, no burocracia ni tráfico de influencias.

4.- Que los señores llamados “intelectuales” concentren su tiempo en mejorar al país mediante su trabajo, nunca en alimentar su soberbia mediante premios y becas literarias, viajes al extranjero o puestos universitarios que sólo usan para el autoelogio y la condecoración de paredes.

5.- Mayor apertura a las ideas fundamentadas en el estudio y la ciencia, en los famosos círculos “intelecutales”. En estas sectas hablan pocos, son siempre los mismos, son intocables, se anclan en los mismos temas, y normalmente, defienden ciegamente una ideología generalmente ligada a la política.

6.- Las universidades deben hacerse de medios para evitar el plagio. Hay sistemas informáticos, como el Turnitrin, que revisan sobre millones de textos en sus bases de datos, para eludir este mal. Pero no existe nada mejor que poner el ejemplo día con día



Los mal llamados “intelectuales” necesitan dejar de alimentar una cultura del plagio, de la corrupción, de las estructuras de parentesco enclavadas en los centros de poder, del más intricado e intocable tráfico de influencias. En caso contrario, tendremos una cultura moribunda, doctrinaria a la hora de recetar medicamentos contra los males nacionales y, sin embargo, incapaz de curarse a sí misma. Una cultura idéntica a la realidad misma.