miércoles, 31 de octubre de 2012

Tratado sobre la bonditud hipster

O el pobre debut de Sin Filtro

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
Televisa se salió con la suya. Redujo su promesa de abrir espacios críticos a la juventud en un ramillete de estereotipos. Las fresas, los pseudointelectuales, el grillo, el nerd de lentes grandes, el rollero, el mamón, todos formaron parte del espectáculo. Foro TV convirtió una de las tantas charlas hipster, de café y cigarros, en un programa semanal de 54 minutos. A eso se resume la respuesta del gigante mediático de América Latina a las demandas de pluralidad en medios de comunicación. Seis chicos “bien” naufragando en un océano de obviedades, lugares comunes, frases y poses hechas. Yo, como muchos televidentes, terminé fastidiado. Y Azcárraga Jean, desde su trono, celebra con vino y rosas. Sin Filtro no le puede hacer nada a nadie. Televisa ha triunfado otra vez.

El proyecto nació muerto y sin credibilidad. El caso de Antonio Attolini, quien dejó el movimiento #YoSoy132 (del que era cara visible) y acepto el espacio televisivo de Sin Filtro para criticar a Televisa “desde adentro”, es el ejemplo más claro. Bajo promesas vagas de libertad de expresión, Attolini y sus compañeros de emisión se embarcan en un laberinto cuyo Minotauro ha devorado presas mucho más grandes y guerreras. Azcárraga Jean, lamentablemente, se aprovechará de estudiantes que carecen de la inteligencia de Dédalo. Un ejemplo, si tanto presumes independencia y del poder de Internet, ¿Por qué no hacer el programa por este medio?. Lo que yo pienso es que buscan más la fama que la congruencia o la integridad intelectual. Las cámaras de televisión son los cantos de sirena que despistan al “rebelde” y “revolucionario”, y si a eso le agregas el ego y la soberbia, el caldo de cultivo solo engendrará más bacterias.
 
Pero la razón principal de este escrito radica en la ingenuidad de su autor. Aún con el escepticismo y la incredulidad ante el debut de Sin Filtro, pensé que la primera emisión podría tener algunos atisbos de calidad. La formación universitaria de sus jóvenes y un hipotético traslado efectivo a la práctica de los ideales ingenuos con los que se creó la emisión me condujeron a esa inferencia. Cuando vi el promocional de este programa, me temí lo peor, pero aduje ese pesimismo a los nervios e inexperiencia de sus participantes. Vi casi completo el primer programa, y como el protagonista del poema de Edgar Allan Poe ante el cuervo y su sombra en el dintel de la puerta, puedo gritar con horror: “Nunca más”.  Describo para ustedes las dolencias estomacales del alimento chatarra que ingerí.
 
Una escenografía digna de un KFC, apabullada por demasiados colores (parecidos al mejor sueño de Erno Rubik) y un montón de inscripciones del título del programa, era la carta de bienvenida a una sucesión de tropiezos. El moderador Genaro Lozano y sus compañeros dedicaron el primer bloque a responder agravios y acusaciones, hechas en su mayor parte por usuarios de las redes sociales. En suma, una serie de justificaciones que nadie solicitó, solo para salvar la imagen de los estudiantes que participan en Sin Filtro. Desde el primer momento, el tono fresa de algunos de sus participantes logró poner en estado de emergencia a mis tímpanos. Y cuando mencionaron que su tema sería la democratización de los medios, me pregunté, ¿qué eso no lo habían dicho antes, en otros lugares bajo otras denominaciones?. El formato, poco novedoso, se degeneró en una concatenación de interrupciones y gritos, donde el moderador no moderó nada y los participantes soltaron ocurrencias de los temas o se desviaban de los mismos. La opinología, en su versión especial juvenil.
Sin Filtro carece de estudiantes que realmente sean representantes de una juventud estudiosa, informada y crítica.  Con molestia recibí cada participación de Gisela Pérez de Acha, estudiante del ITAM mejor conocida como “EstoyHarta”.  Sus intervenciones eran condimentadas con frases repetidas hasta la epilepsia como “el estado falló”, excusa y explicación para sus naderías intelectuales. La muchacha siempre caía en contradicciones, ya que aceptaba que Televisa simulaba pluralidad con el ejercicio de Sin Filtro (¿y qué carajos hacía en Foro TV?). En un ejercicio de inusitada soberbia y en abierto frente contra lo que defendió cuando pertenecía al movimiento #YoSoy132 , Pérez sentenció: “no tengo interés en democratizar los medios mediante esta vía, sólo vengo a opinar sobre los temas que me interesan”. En otra contradicción, pide más voces para evitar la fusión entre verdad y poder en los medios de comunicación y luego dice que no hay que abrir espacio a todas las voces porque no todas las opiniones “son brillantes” (¿y cómo se mide la brillantez?, ¿cuáles son las inteligentes y pésimas opiniones?). Pero la joya de la corona fue el término nuevo que acuñó para la posteridad, la “bonditud”. Palabra inexistente, pero que Pérez de Acha puede decir con toda impunidad mientras el castellano se retuerce del dolor.  Con este vocablo, me queda claro que los “meros moles” de esta joven son las charlas de Starbucks televisadas para mero onanismo mental.
 
El caso de Antonio Attolini fue menos trágico, pero igualmente revelador. Defendiendo con fervor su congruencia, el ex integrante de #YoSoy132 se paso repitiendo datos sin sustentar debidamente las fuentes, sólo para apantallar a las audiencias (no se acordó del nombre de un libro de Trejo Delarbre y no citó las fuentes oficiales donde sacó los datos del número de canales y radiodifusoras de este país). Sus explicaciones sobre el espectro radioeléctrico y la concentración de medios eran reiterativas en ciertos puntos del debate, además de insuficientes (ok, el 80% de las radiodifusoras están en diez manos, pero ¿qué más?, ¿porqué esa concentración?, ¿cuáles son las comparaciones de este tema respecto a otros países? ). En un argumento que pudo agradecer con aplausos y vítores Hugo Chávez, calificó como “golpista” al canal de Venezuela RCTV, lo que alimenta las sospechas de varios críticos de aceptar implícitamente la conveniencia de un Estado interventor que ejerza la censura en los medios de comunicación. Y junto a Gisela Pérez de Acha, dedicó buena parte de la emisión a hablar sobre la veracidad del periodismo en base a artículos que escribieron medios como Proceso o MVS respecto a su persona. Algunos dicen que Attolini fue el mejor panelista de este programa, pero es como decir que en tierra de ciegos el tuerto es rey.
Los demás chicos no se salvan. Jorge Galván, un estudiante militante del PRI, soltó una frase que bien pudo firmar al pie de la letra cualquiera de los presentes: “vengo aquí a defender mis opiniones”, y “quizá” a generar propuestas. El mismo Galván sentenciaba que se confundían “conceptos técnicos, políticos” cuando se habló de pluralidad, pero jamás explicó cómo se debía abordar esos temas, además de insistir en el sesgo de las opiniones de Televisa. Aunque es difícil delimitar lo que significan conceptos como poder, veracidad, sesgo informativo, Estado o democracia para los especialistas en Ciencias Sociales, al menos se basan en los postulados de los expertos de la materia para abordarlos en la realidad concreta. En Sin Filtro, no se vio ese esclarecimiento. Marco Vinicio, por su parte, habló sobre un acceso universal a Internet para lograr una mejor democratización de los medios como una muletilla, sin explicar cómo será el modo de acceder a la conexión en red o las políticas para que los pueblos y comunidades más empobrecidos y sin instrucción tengan las computadoras o los medios para poseer esa panacea, que por sí sola no ejerce la total democracia. Al alabar la Ley de Medios de Argentina, se le olvidó que la Human Right Watch (Derechos Humanos) y la Sociedad Interamericana de Prensa se han pronunciado con grandes reservas y críticas a las “bondades” de esta ley.  Jorge Pérez, el “Astroboy”, no tuvo demasiadas intervenciones como para criticarlo, más allá de su sueño de hacer una cinta de video sexual. Y Daniela Higuera, estudiante del Tec de Monterrey, demostró muchos nervios e incapacidad para hilar dos frases coherentes, denotó poca preparación y nunca podía terminar una frase sin soltar una risa nerviosa, lo que comprobó que nunca tuvo idea de lo que se estaba hablando.
 
Luego de 54 minutos que pude emplear para rascarme la entrepierna o hacer mis tareas escolares, ratifico que el daño está hecho. Aunque es la primera emisión y pese a mi obstinación en que algo de Sin Filtro podrá cambiar, lo que pasó el domingo se presta más a una broma involuntaria que a un verdadero ejercicio democrático. El discurso hueco, la verborragia crónica y el tratamiento baladí de los temas solo pueden generar sopor y ganas de sintonizar una buena cinta porno en vez de este programa. Desacreditado por muchos sectores de la juventud, este espacio y su presencia en una empresa cuyo ropaje de abuelita esconde a un lobo feroz vuelve frágil su permanencia y recuerdo en los televidentes. Donde se presume apertura, sólo hay una falsa ilusión que se desvanece, entre poses hipsters y charlas de café y cigarros.
 

viernes, 17 de agosto de 2012

Experiencias en El Informador


Por Andrés Gallegos

Luego de tres meses, me obligo a realizar un paréntesis y abandonar las prácticas en El Informador. Tuve la oportunidad de conocer y aprender de todo un poco.  Agradezco que me sacaran del desempleo y de lograr una mejora en mi capacidad de síntesis y edición de notas. Hoy siento algo de nostalgia. Así que presento, en forma de aforismos, mis experiencias (pasionales, sexuales o nucleares), de este trabajo que me permitió, también, elevar mis despilfarros en libros que no he tenido la oportunidad de leer.

PARTE I

DURANTE LAS ELECCIONES

"Se anexa contenido íntegro: Ni un abogado contable pondría un rótulo tan gris".

“La mejor forma de resumir que tengo es omitir el sujeto, verbalizar el sustantivo, adjetivizar el verbo y escupirle en la cara al predicado.”

“Para qué cargo doce libros en mi mochila si no tengo tiempo para leerlos. Soy un agente de viajes de mi biblioteca personal.”

“Me pregunta mi profesor Sergio René de Dios las razones de mi laconismo patológico. Le respondo: no sé.”


“Es triste decirlo, mis compañeros de trabajo conocieron mejor las profundidades de mis silencios que el alboroto de mis conversaciones. El problema es que ni siquiera mis pláticas tuvieron mucho ruido”

 “Una vez, me topé con una descripción que más bien parecía el lamento de una anciana implorando por el regreso  de unos valores igualmente pusilánimes. Hablaba de unos ‘’viciosos’’ que se drogaban en una ‘’esquina’’. Con ese nivel de crónica, no me sorprende que se incrementen los decomisos de droga y la venta minoritaria de estupefacientes. Deja un dinero más noble que el sueldo de un periodista que usa tales expresiones.”

“Todas las tardes, me llevo sándwiches para comer. Luego me siento a trabajar en la computadora, y me reviso la playera para ver si no tiene el eslogan de campaña de algún político. Al mismo tiempo, veo mi reloj y pienso en la hora en que saldrá el camión que lleva a todos los acarreados.”

“¿Por qué ‘Seguridad’ se llama así?, deberían cambiarle el nombre por ‘Muertos y Levantados’. Así parecería un lugar de resurrección, lo más cercano al paraíso. Lázaro siempre estaría en las notas relacionadas.”

 “Un boletín es lo más parecido a una declaración de amor. Te promete, te ofrece, te garantiza y se compromete.”

“Soy un especialista en olvidar sinónimos y mutilar artículos y preposiciones, porque según mi lógica, la mejor síntesis es aquella donde puedas hablar como un extranjero que apenas conoce el castellano. Entonces, la gente lee una frase como ‘Obrador quiere renacimiento moral México’ y tienen todo el derecho de encogerse del susto. Está claro. Soy un terrorista de la lengua.”

“Tantos CEDHJ que EPN mi JVM, logran AMLO muy PVEM. Si PRD, PT y SHCP alimentan SEMAR, todos PRI hacia CANACO, OMS de la TEPJF (léase como poema, consigna electoral o nota política).”

“Cuando leo los comentarios de usuarios y trolls de la página web apoyando a uno u otro candidato, siempre me pregunto ‘¿dónde he visto esto antes?’. Luego, en la noche, abro Facebook y mi memoria se vuelve presente inmediato’’

“Es deprimente cuando no tienes notas por hacer, pero es peor cuando llegan y ves los temas que tratan"

“JORNADA LABORAL: Al inicio, realizas cirugías con precisión y vitalidad. A la mitad, adoptas rostro de consultorio médico. Al final, sólo entregas recetas médicas como volantes electorales para desahogar a los pacientes’’

 “No me gusta cuando en vez de hablar en voz alta, lo hacemos mediante el chat. Es como si todos estuviéramos enfermos de la garganta o nos cuidáramos la voz para cantar en una ópera. Propongo eliminar las conversaciones virtuales, vernos las caras unos a otros y…. arrepentirnos por tomar drástica decisión.”

PARTE II

DURANTE LOS JUEGOS OLÍMPICOS

“Eres muy bueno para subir noticias. Pero que ni se te ocurra abrir la boca para aparentar que sabes. Ser periodista y saber de deportes es incompatible. Es mejor ser un empleado, un autómata que suministre calor al asiento”.

“Logré reír. Se dirigieron a mí en palabras dulces, en un mensaje acaramelado que envolvía represión.  Abrí el contenido, y era puro miedo”.

“La amnesia es la sobrevivencia. Pero ciertas partes de la memoria deben preservarse. Sobre todo cuando llegue el momento de hacer genuflexiones con los superiores. La eucaristía es todos los días. El pan y el vino se consagran para evitar que hagan conmemoraciones a nombre tuyo”.


“Los contactos serán más importantes que la redacción. Con razón, las ediciones de deportes siempre sufren de corto circuito”.

“Los jueces son los malos, incompetentes que favorecen a chinos o coreanos e ignoran a los mexicanos buenos y piadosos.  El melodrama, la única narrativa que conocemos los periodistas deportivos de esta nación”.  

“Aprendí mucho. Los Juegos Olímpicos son un libro abierto para los que ven en el ejemplo del atleta una metáfora de la vida’’

 “Me topé con algo bizarro: llega un momento en que las demás notas no importan, sólo las de ecuestre. Al parecer, los caballos son una gran afición entre los jerarcas del diario’’.

“El terror irrumpe en la redacción. Una nota se subió 46 segundos tarde”.

“Estar al minuto y ser impuntual a la vez”

“El oro olímpico es para el futbol. Al fin, los periodistas tienen motivos para festejar en horas laborales’’

“Las mejores noticias no son las que están bien escritas, sino las que cierran con la expresión ‘Londres 2012’ ’’.

“Colocar titulares se vuelve mecánico. Lo único que se necesita es poner sustantivo (el nombre del atleta o el país), un verbo gastado (gana, conquista, logra), y cerrar con el color de metal (oro, por lo general). Como consejo, poner Londres 2012 para aumentar las visitas en línea’’.

 “¿Porqué se tiene que subir una nota sobre waterpolo o lucha?, para que les importe a quienes debería importar el deporte”.

“TV Azteca coloca música de fondo en las competencias.  Ésta gente es capaz de llevar un DJ o una orquesta al sepelio de un familiar’’.

“Los campeones son cada vez más jóvenes. Mocosas de 15 años ganan medallas de oro y tipos que divisan los 27 deben retirarse. Con que celeridad el Olimpismo devora a sus figuras. Ancianos prematuros y niños prodigio, es lo de hoy”.

“El consejo que les doy es una esquela. Si tienen un impulso de presentar en público algo de tus conocimientos, agarra un mazo y golpea con furor tu cabeza. Un día aprendí que el que sabe algo es el idiota de la familia, es la plaga que debe fumigarse. Dejen que el fuego convierta en desierto el bosque. Y los árboles secos, sin fruto, alimentarán al lector con ramas esqueléticas”.

“Londres 2012. Gracias por todo. En cuatro años nos volveremos a ver. Fueron dos semanas de amor mutuo. Río es nuestra próxima cita. Te esperaré, día tras día, hasta que vuelvas a abrir la puerta.  La ilusión es que pueda estar allá, en Brasil, pero si no se puede, de alguna manera nos volveremos a ver. Aunque sea a distancia otra vez”.

domingo, 17 de junio de 2012

Locura de padre: Un homenaje


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

NOTA: Este texto fue una dedicatoria a mi padre como parte de un aniversario que celebró como miembro de la organización Alcohólicos Anónimos. Pero lo suscrito aquí tiene igual validez para un día como hoy. Sin más que agregar, aquí está la carta.

Documentar los deslices neurológicos de mi padre y convertirlos en un homenaje de aniversario es una labor difícil. El humor negro que se pretende dar a estas situaciones, fácilmente se confundiría con algún resentimiento olvidado o en un reproche enmascarado en una sonrisa. Por otro lado, es muy sencillo lanzar dardos irónicos hacia la otra persona, pero esos proyectiles humorísticos, dirigidas en búmeran hacia el que esto escribe, ocasionan indigestiones y una que otra mueca reseca, embarazosa. Comprendo si para muchos de ustedes sea desagradable que usen tus defectos como exhibicionismo nudista,  pero siendo sinceros, muchos de nosotros presumimos la salud de nuestro aparato bucal mientras masticamos con dentadura postiza y labios de colágeno. De allí la burla como escarnio de nuestras miserias. Entiendo que AA no es un club de comedia (es mucho menos divertido aunque con el mismo número de cigarros encendidos), pero a petición expresa del festejado, pongo a su disposición su miscelánea de chucherías con la risa amargada que Dios me regaló, esa risa que utilizamos para no llorar.

A lo mejor muchos de ustedes se preguntarán, ¿Cómo sobreviviste a semejantes desplantes dignos de la psiquiatría?, ¿tus nervios no estarán abollados, paralíticos, al borde de la insania, pidiendo asilo en un hospital mental?.  Con la ayuda de Dios, sería una respuesta adecuada para salir del paso. Pero hay veces en que los enojos del homenajeado son tan repetidos, rutinarios y frecuentes, que me han llevado a pensar en que el Ser Supremo pidió refugio en un manicomio celestial, harto de los deslices de su creación terrenal. Si no utilizo camisa de fuerza es porque, de un modo u otro, la locura de los padres se traspasa a los hijos sin posibilidad de devoluciones. La rutina del reloj cuyas manecillas recorren la misma ruta desde siempre reemplaza a la sorpresa, y aprendes a convivir con esas neurosis. Por más que me esforcé por desprenderme de mi padre, este me sigue a todas partes. Reconozco que yo y mi progenitor somos uno sólo en la locura, y es entonces cuando de verdad lo aprendes a amar, porque es un ser humano que no perdió la capacidad de amar.

Cálmate un poco más, padre, sólo es una petición. Haces huracanes allí donde hay chubascos. Si le bajas una rayita a tu ánimo, perderás puntos en la lista de espera para ser atendido por el cardiólogo. Hay días que, de tan molesto que llegas a la casa, uno ni te puede tocar, con el temor de que el león salga de la jaula y se coma a su esposa e hijo. Te enojas si hay un objeto ubicado un milímetro fuera de su sitio, como si molestarte provocara que ese objeto regresara a su lugar. Tranquilo, padre, en este tu aniversario, si el café que te sirvieron está amargo o si la cuchara no está bien lavada. Te lo pedimos todos, familiares, amigos, compañeros y hasta desconocidos. Tu carácter no puede perder tiempo descabezando las cabezas de las gallinas y la cola de los gatos.

Si desean conocer la furia en persona, les recomiendo poner manos a la obra en las siguientes operaciones. Agarren una bolsa de plástico y sacúdanla para generar conciertos sonoros que revienten los tímpanos y la tranquilidad ideal de mi padre será témpano derretido. Laven los trastes de tal modo que los residuos olorosos del huevo se impregnen en la totalidad de los platos y las manchas de café matutino languidezcan en el lavaplatos. Escondan algún objeto que mi padre necesite encontrar, y tendrán una casa con los roperos tumbados en el suelo, además de una pared convaleciente de la frustración de tamaña expedición. Intenten toser, secarse la nariz de mocos o tener una leve respiración entrecortada, porque la molestia de mi padre logrará agravar los síntomas, diagnosticando cáncer donde hay un simple catarro. También pueden hacerlo enojar apagando el ventilador en olas de calor (que son los 365 días del año), atiborrando su celular de llamadas perdidas (creerá que lo persigue la CIA), usando los pantalones como frigoríficos del culo o cruzando la calle en puentes peatonales.

Claro está que hubiera preferido a un papá menos temperamental. Pero no hubiera sido mi padre, entonces. Porque incluso, llego a tomar sus defectos como virtudes, y prefiero pensar de manera clara allí donde sólo se presentan los tonos oscuros. Si mi papá se embroncaba con Juanito de la chingada, decía que no era un buscapleitos, sino un hombre valiente, sin temor a nada. Cada vez que alzaba la voz, todavía en los momentos en que aumentaba el volumen en mi presencia, sentía que me encontraba ante una pirámide de hierro, sin flaquezas ni agujeros. Cada enojo tuyo tenía una razón de ser, y cada insignificancia que producía incandescente magma en tu carácter volcánico, era tema de hazaña y cantos populares. Te sigo mirando con ojos de hijo, de allí lo difícil que me resulte ser objetivo con tu comportamiento. 

Hoy aprovecho para compartir una inquietud personal. Se supone que este es un centro de recuperación, pero me mintieron todo este tiempo. Mi papá va a recuperarse y llega todavía más enojado, como si este grupo solo funcionara para agitar las cabezas de los alcohólicos recuperados. Y si va con mi mamá, la situación se agrava, porque tengo una doble locura vagando en la casa. Pero, después de serenarme, recuerdo que este grupo es el ideal para un hombre como mi padre. Porque tal zoología de libidinosos, derrochadores, apretados, frígidas, groseros, reventados, embusteros, impotentes y habladores, son la compañía ideal para reducir tanta locura paternal. Tal colección de defectos ha obligado a mi padre a verse menos loco que ustedes, y este reto lo motiva a seguir sobrio. Gracias a todos ustedes por soportar a mi padre, y ayudarlo a crecer. Y te felicitó a ti, padre, porque no te tomas estas palabras en serio, y comprendes que, pese a la mofa que pueda realizar de tu persona, eres mi padre y esa es razón suficiente para quererte mucho. 

lunes, 4 de junio de 2012

Aforismos sobre periodismo


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

 “Las primicias, ese vicio del ‘yo lo dije primero’, volvió al reportero en un plusmarquista de tiempos efímeros. Al perder la sensibilidad amorosa en detrimento de la rapidez orgásmica, el periodista se convirtió en un eyaculador precoz”.

“No es necesario preguntarle algo a un deportista. Basta con que les jales la cuerda a estos muñecos para que te repitan las mismas frases. Solo prendes tu grabadora hasta que el lazo vuelva a su posición original y con eso ya tienes la nota de portada de la sección deportiva”.

“No me sorprendería que en un tiempo futuro, la gente se suscriba a los boletines de prensa de los organismos de relaciones públicas institucionales para mantenerse informado. En ese momento, los periódicos desaparecerán.”

Escena de película ''Ciudadano Kane'' 
“¡Me siento robado! Me prometieron una entrevista exclusiva con el ganador del Premio Nobel de Literatura y no le dejaron hablar en los treinta minutos que duró su intervención en la pantalla.”

“Una entrevista exclusiva es una plática banquetera en un lugar sin sol”.

“El día en que creí ver una escenificación de teatro no del Japón, un periodista de espectáculos presentaba su sección en un noticiero matutino”

“Máxima del periodista incisivo: Insulto, luego critico”.

“Requisito para ser un comunicador libre: estar comprometido ideológicamente”.

“Una discusión entre un editor y un reportero siempre termina con unas cuatro o cinco faltas de ortografía en la sección donde ambos laboran”.

“El periodismo mundial es una enciclopedia que se imprime y se desecha en un solo día”

“El reportero que no realiza bien su trabajo adquiere los hábitos de un velador: duerme mientras los demás están despiertos”.

“Los reporteros salen a la calle y cuando regresan, todo el tiempo estuvieron en la sala de redacción”.

“Al estudiante lo toman preso por sorpresa, lo meten a una cárcel y los profesores comienzan a golpearlo y azotarlo, mientras le dicen a cada instante que se acostumbre, ya que el periodismo es sufrimiento”.

“Hoy compré el Metro. Cuando lo doblé para leerlo más adelante, el diario comenzó a chorrear sangre, y esta se derramó en mi ropa. Asustado, desplegué el periódico, lo sacudí varias veces y de pronto cayó inerte la cabeza de una mujer con dentadura cadavérica, piel ennegrecida y una especie de zanja en la parte media de la frente. Solté de inmediato aquel maléfico pergamino de circulación nacional y noté que aquel cráneo que dormitaba en el asiento del copiloto era la represalia final de un marido cornudo”.

“Los columnistas son los sofistas de hoy”.

“Los diarios están comprometidos con el calentamiento global: ponen mujeres en pelotas a doble página todo el tiempo”.

“Si eres periodista y tu máximo logro es una entrevista exclusiva con el presidente de la República, estás en un problema”.

Las grabadoras, amigas y enemigas a la vez
“Alguien me dijo una vez que un periodista o medio de comunicación sin Twitter no existe. Alarmado ante la posibilidad de mi propia desaparición, escribí una carta al tal Twitter para pedirle clemencia y rogar que me aceptara en su seno para seguir viviendo, pero me sentenciaron a muerte por redactar más de 140 caracteres.” 

“El periodismo hace amigos, ya tengo diez mil de ellos en mi perfil de Facebook”.

“Un analfabeto del medio opinó que leer es una pérdida de tiempo para escribir buenos textos periodísticos. Me di cuenta de la honestidad de sus palabras cuando segundos después abrazó efusivamente al presidente municipal y lo llamó por su nombre”.

“La fe en la verdad se sustituyó por la fe de erratas”.

“Tienes dos opciones con los boletines de prensa: traspasarlos palabra por palabra al medio donde trabajas, o modificar sus párrafos para crear una pieza de comedia allí donde los serios lo llaman chayotismo”.

“El periodista es el único que publica los rebuznos de los burros, de forma entrecomillada”.

“Los economistas de la televisión pasan como expertos para las ovejas del sueño”.

“El reportero de nota roja habla como policía, el encargado del narcotráfico habla como uno de los miembros de los cárteles de la droga, pero todavía no conozco a alguien que hable como periodista”

“La cultura de un país se refleja en la calidad de los suplementos dedicados a esta actividad en los periódicos”

"La única manera de obtener imparcialidad leyendo la prensa es comprando un kiosco entero de revistas"

"¿Te digo cual es mi secreto para mantenerme en lucidez?, la sección de política... jamás la leí" (parafraseando a Churchill).

"¿Qué es la ciencia y la tecnología?, la crónica de avances que jamás se entenderán y el compendio de desastres que jamás ocurrirán''. 

jueves, 24 de mayo de 2012

Un día normal (Cuento)


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez 

Vi mi foto en la portada de un periódico. Estaba en cuclillas, con la camisa desabotonada y poniéndome con premura los pantalones. En la imagen, atrás de mí, estaba una niña que se tapó su cara con una almohada. Entre ella y yo, se veía una cama sin tender. El titular del diario, en grandes letras blancas, decía “Por Califas”. No lo compré.

Me fui a la oficina. El jefe me pidió escribir unas cartas de invitación para la junta ejecutiva del próximo fin de semana, y me preguntó si no tenía inconveniente de trabajar en la oficina mañana domingo, a lo que respondí que no había ningún problema con eso porque no tenía nada que hacer. Acabé el trabajo en dos horas y después de enviar los escritos por correo electrónico, me despedí sin hablarle a nadie. No tenía ningún tema de conversación que ofrecer a mis compañeros y en el trabajo no se nos permite platicar.

El tráfico era estresante. Luego de media hora en la que mi vehículo camino a vuelta de rueda, observé un auto rojo (creo que era un Chevy) aplastado por las ruedas de un camión amarillo de esos que son propiedad de alguna empresa destinados a trasladar a los empleados al lugar de trabajo. Los paramédicos y la policía de tránsito ya prestaban atención al suceso. Adentro del coche alcancé a ver la figura de un niño muerto, bañado en sangre, y los médicos no podían sacarlo porque la puerta estaba cerrada. Vi el reloj y me di cuenta de que ya era tarde. Estaba bañado en sudor.

Abrí la puerta de la casa. Me acordé que mi mujer no salía del trabajo hasta muy noche y mis dos hijos pasarían todo el fin de semana en un campamento con los scouts. La comida estaba en el refrigerador: unas tortas de papa, arroz y ensalada. Calenté el platillo en el horno de microondas y luego me lo acabé sin muchas ganas. No tenía hambre y quería dormir.

Cuando me desperté, eran las seis de la tarde. Soñé que mis hijos corrían adelante de mí a lo largo de una banqueta que no reconocí. Alegres y con energía, me decían ‘papi, papi, ven a jugar con nosotros’, y yo iba detrás de ellos, aunque no tenía ánimo de jugar. Dormí cerca de dos horas. Tengo un amigo que asegura que si uno sueña con sus hijos, es señal de que las cosas resultan bien. Tal vez esté en lo cierto, pero no me interesa.

Fui al billar para reunirme con mis amigos. De pronto, uno de ellos me recibe en la puerta con el periódico donde aparecía mi fotografía, y luego todos los demás comenzaron a reírse y hacer bromas. Rafael, mi mejor camarada del grupo, me dijo a solas si no tenía ningún remordimiento de conciencia, qué pasaría si mi familia se enteraba y mencionó que si yo sufría las consecuencias naturales de mi acto, él de todos modos seguiría siendo el mejor de los amigos y daría su apoyo total. Le respondí que estaba bien, que no era un profeta para predecir sobre el estado de ánimo de familia en caso de saber lo del periódico y que me sentía capaz de arreglármelas sólo sin necesidad de pedir auxilio.

Cansado de la música que ponían en la rockola y medio enojado porque no ganaba ningún juego, abandoné el billar. Ya en la calle, distinguí en la parada de un semáforo a un niño que lavaba el vidrio de una camioneta con cajuela. Como pago por el servicio de limpieza, la conductora le regaló una pieza de pollo frito enrollada en una servilleta de papel. La camioneta se alejó, el chico se volvió a la baqueta sin alzar la vista y tiró el pollo. Tuve la necesidad de fumar para aminorar el viento frío de la noche y compré una cajetilla de cigarros.

Más adelante, noté a cierta distancia a un hombre que se tambaleaba en la banqueta por donde yo iba. Se paró enfrente de una casa, seguramente su casa, y tocó el cancel con una moneda. De repente, desde adentro lanzaron una botella de cerveza de vidrio a la calle. El hombre esquivó el proyectil y el envase estalló con fuerza en el pavimento. Mientras, se escuchaban gritos y palmadas. Me crucé de banqueta para evitar pisar los pedacitos de vidrio. Al alejarme de allí, pensé que no valía la pena denunciarlos ante la policía. Eran parientes míos y no quería problemas con ellos.

Me paré en una refaccionaria a comprar aceite para el motor y un lubricante para mi coche. Don Pepe, encargado del local, me entregó la cuenta. Sabía que me cobraba dinero de más, pero no quise discutir con él ni tenía ánimos para regatear. Le pagué y me traje las dos botellas en una bolsa de plástico sin agarraderas.

En el camino encontré a Mauricio, amigo mío que tiene una carnicería. Después de saludarlo, me confesó que su hija, de 17 años, estaba embarazada. Decía sentirse agobiado y enojado con el sinvergüenza del novio. “Es un inútil, no sabe hacer nada”, me repetía a cada rato. Luego me pidió un consejo. Le dije que no me sentía capaz de decirle algo, y que no era bueno dando consejos. Desilusionado y molesto, Mauricio me dijo, “a ti no te interesan los demás, ¿verdad, cabrón?” y se alejó. Al rato, empezó a dolerme el cuello por la acumulación de fatiga.

Regresé a mi casa. Prendí la televisión para que hiciese algo de ruido. Me bañé y me puse ropa para dormir. Observé mi rostro en el espejo y noté que llevaba varios días sin rasurarme, así que me quité los pelos con una navaja. Recordé todos los acontecimientos del día para asegurarme de que fuera igual a los otros días. Me reconforté mucho al darme cuenta que así era.

Como a las diez de la noche llegó mi esposa, Berenice. Me di cuenta por esa singular manera que tiene de abrir la puerta, dando un jalón brusco a la llave y dejando que la puerta se azote con fuerza contra la pared. Sin embargo, percibí que ese acto en apariencia cotidiano tenía una variable que logré descifrar cuando con el rostro descompuesto y su cuerpo a punto de desplomarse, me mostró la fotografía del diario de hoy.

Recuerdo que me dijo algo así como: “Hijo de puta, ladino, miserable. ¿Cómo pudiste hacerle esto a mí y a tus hijos?”. Luego corrió a su cuarto, empezó a hacer la maleta y me gritó “la casa es tuya, pero me encargaré de que mis hijos no vuelvan  a verte jamás”. Sentí que tenía algo que decir y le pedí que no hiciera locuras. No me escuchó.

Ya en la puerta, bastante alterada, me preguntó si no tenía motivo para disculparme y si estaba consciente de lo que había hecho. Le contesté que tenía tantas cosas en la cabeza que me sentía incapaz de explicar el asunto de la fotografía. Ella me preguntó si estaba arrepentido. “Claro que sí”, respondí. No me creyó.

Obstinada en irse con la noche encima, mi prudencia la invitó a dormir en la casa: “Ya habrá tiempo de esclarecer ese tema, te lo prometo”. Berenice no dijo una sola palabra, lloraba profusamente y no me miraba. Tras minutos de silencio, habló:

“Lo que más me pone triste es que no muestres nada de arrepentimiento. ¡Mírate!, estás allí de pie como si nada hubiera pasado. Es como si no te importara. ¡Dime algo, lo que sea!”

“Vamos a dormir, tengo mucho sueño y estoy cansado”, fue lo único que le dije.

Se fue.

Cuando me acosté, sentí bastante frío. Desdoblé una cobija guardada en el ropero de mi esposa, me la arropé en todo mi cuerpo y el frío no desapareció. Ya no tenía sueño y me senté en la sala. Busqué en mi pantalón que llevé puesto todo el día la cajetilla de cigarros. Fumé con premura los tres únicos cigarros que tenía la caja. Miré la calle por la ventana de la sala; vacía y arrullada por el canto de los grillos. Chequé el reloj, faltaban diez minutos para la media noche. Reparé en que el microondas seguía encendido y con la puerta abierta, desconecté el aparato y reflexioné sobre el cuantioso gasto de energía que necesitan los objetos que no brillan con luz propia.
  

martes, 8 de mayo de 2012

Cinco de las peores películas que he visto.


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

El séptimo arte, incubadora de grandes historias, también es caldo de cultivo para microbios e infecciones virales convertidas en películas terribles. Carretadas de celuloide que debieron quemarse, millones de dólares tirados a la basura y el tiempo desperdiciado que no volverá, son el resumen de muchos filmes que sólo aumentan la obscenidad de una industria enfocada en los ingresos fáciles sobre la calidad, sostenidas en un público que decide ver esta clase de historias. Dentro de ese público, un servidor ha contribuido a la disminución de neuronas en su cerebro, apoyando estas demostraciones de impudicia y sinrazón. A continuación, cinco de las peores películas que he visto.

1.- Zapata: el sueño del héroe

Emiliano Zapata puede comunicarse con los caballos con solo mirarlos y es descendiente directo de la estirpe de Cuauhtémoc, ya que le queman los pies al igual que al último tlatoani azteca. Un pastiche de astrología, chamanismo y falta de apego a una mínima coherencia histórica tiran por la borda la poca credibilidad de Alfonso Arau como director de cine, en un filme lleno de actuaciones bochornosas y un guión lleno de balas tranquilizadoras para animales salvajes. La prensa elevó el status de la película tan rápido como la denostaron después de su proyección en 2004.

El cantante Alejandro Fernández demostró un amaneramiento involuntario en su personaje, y Lucero fue la parte cómica de la película con su ridículo acento español. Jesús Ochoa, por su parte, nos deleita en su papel de Victoriano Huerta, con una miscelánea de diálogos arrastrados por una voz silente, mirada extraviada al firmamento y repetición compulsiva de risitas diabólicas. Los resultados en pantalla demostraron la caducidad de un director que cuatro años antes puso en serio peligro la credibilidad de Woody Allen en “Cachitos Picantes”, película olvidable donde el comediante interpreto a un marido judío cornudo que mató a su mujer y la cortó en trozos. Y todavía hay gente que cree en Arau.  

2.- Gol 2

Soy un gran fanático del futbol (se puede constar en mi otro blog: ceroaceroesbostezar.blogspot.mx). Pero esta película es una telenovela de dos horas con algunas escenas editadas de partidos de futbol. Santiago Muñez, interpretado por el actor mexicano Kuno Becker,  es transferido  al Real Madrid mientras el raquítico guión es alimentado de situaciones melodramáticas. El protagonista se enreda con una conductora de televisión que le zorrea minuto si y minuto también, conoce a un hermano perdido, choca su auto en una calle de Madrid, y pierde el amor de su novia inglesa. Una historia digna de escritores de historietas baratas de periodicidad semanal.

La edición de los partidos es horrenda, demostrando que era más emocionante ver videos en You Tube sobre la Champions League del Real Madrid en 2006 que pagar la entrada para ver la película. Llegó un momento en que nada de lo que hacían los personajes te llamaba la atención y ni siquiera el futbol capta el interés al final, con final inverosímil típico de esta clase de películas. Ni siquiera los cameos de Zidane, Beckham o Raúl salvan el colapso. Gol 1 era un churro digerible, pero Gol 2 es una diarrea cinematográfica. Hay quienes dicen que Gol 3, la rúbrica de esta trilogía de cintas, sacada directamente a DVD y que narra la historia de dos ingleses que juegan el Mundial de Alemania 2006 con su selección, es peor.  Prefiero no comprobarlo.

3.- Dr. Dolittle 2

La película perfecta para dormir a niños hiperactivos y castigar a infantes latosos, la secuela del doctor que habla con los animales es perfecta para curar el insomnio y comprobar que Eddie Murphy dejó de ser gracioso hace más de una década (o tal vez nunca lo fue). La comedia física y de muecas sólo provoca grandes bostezos en los espectadores  y la interacción entre Murphy y los animales es un interminable tratado de desprecio mutuo, pues la química que se pretende con los personajes deviene en combustión espontánea.

La historia es simple, los animales del bosque le piden a su amigo Dolittle que luche contra la deforestación que pretende realizar una empresa. Por lo demás, el guión es una enorme zanja de 81 minutos donde las risas, que debían provenir de Eddie Murphy y sus diálogos con los animales parlantes, se tropiezan en un letargo profundo. Festival de cabezas oscilantes y ojos entrecerrados, la cinta familiar se convirtió en un infomercial para trasnochadores. Eddie Murphy luego haría bodrios como “Pluto Nash”, una coladera en la que Warner Brothers gastó 100 millones de dólares (de los cuales 20 millones se embolsó el actor afroamericano), y sólo recuperó tres.

4.- Adivina con quién salgo o Mr.Woodcock

Lo malo de ver películas en los camiones es que no puedes elegirlas. Un día, mientras iba a estudiar a Ocotlán, mientras la noche impedía matar el tiempo leyendo o viendo el paisaje, me topé con las aventuras de Mr. Woodcock, un profesor rudo de educación física que corteja a la madre de un ex alumno suyo que lo detesta.  Hacía falta la luz, tanto en el camión como en el filme, ya fuera para hacer otra cosa en el viaje o para que la película se volviera interesante por alguna experiencia espiritual.

Lo malo de ver películas en los camiones es  estar despierto. Apoyar la cabeza en el respaldo para atraer el sueño y que este, reacio, no llegue a ti. Entonces te abandona y te deja a merced de la decadencia de Billy Bob Thornton y Susan Sarandon (ganadora del Oscar como mejor actriz), y la estupidez del papel de Sean William Scott, actor mejor conocido por sus intervenciones de chico guaperas en American Pie, el tratamiento Ludovico de cerebros adolescentes más eficaz  de todo el mundo.  Los estereotipos americanos suceden uno tras otro como pasarela de Miss Universo: el profesor macarra que hace la vida imposible a sus alumnos, el niño gordo de la clase del que todos se ríen de él, el cultivo de la imagen y el éxito publicitario como la estrella de Oriente de los jóvenes estadounidenses, y las caras estreñidas de los actores al momento de recibir golpes. Hora y media sin una sola risa. El entretenimiento fácil volvió por sus fueros.

Lo malo de ver películas en los camiones es simplemente verlas. Hacer lo que se pueda, como llevar una botella de cloroformo o pastillas de Zanax, en vez de participar en la dudosa calidad del cine de viajes. Por cierto, recordé que Sean William Scott también participó en Los Duques de Hazzard y Jackass 3D. Un dato muy explicativo.

5.- Chiquito pero peligroso

Un crítico dijo de este filme que provocaba menos risas que “La lista de Schindler”. Se quedó corto. No sólo no es divertido, sino que es una invitación al azote. Sus escenas cómicas dan asco y sus chistes dan pena ajena, de ese tipo de vergüenza que hace que veas la película de reojo, tapándote la cara con el antebrazo y con tus manos sudorosas, atenazadas con fuerza en el asiento. Los hermanitos Wayans, los tres chiflados del cine de Hollywood, atacan con otro producto para débiles mentales, como si “¿Y dónde están las rubias?” y la franquicia  “Scary Movie”  no han sido suficientes para perpetuar el ejército de púberes con acné que ríen idiotizados cualquier gracia. Pero más tonto yo, por ver esta... rapsodia a los golpes en los huevos.

Keenen Ivory desde la dirección,  Marlon y Shawn desde la actuación, trabajan en conjunto para entregarnos una plasta de engrudo donde, si metemos la mano muy hasta el fondo, encontraremos los indicios de un guión cinematográfico. Un hombre pequeño y un hombre de estatura promedio, ambos anormales, son unos rateros que roban un diamante. Con la policía tras de ellos, esconden la joya en una casa. Da la casualidad de que en esa casa vive una pareja que desea tener un hijo, y los ladrones aprovechan para presentar al enano como un bebé recién nacido. El resto, una sucesión de chistes y gags sobre fluidos del cuerpo, con alusiones al sexo y a la mujer como objeto para tener sexo con ella, el enano agarrándole las tetas a la esposa y primerísimos planos a traseros y escotes. En resumen, mierda, culos, miados, vaginas y testículos abollados, se reúnen para dejar maloliente toda la película y provocar naúseas y vómitos en quien esto escribe. El final sólo es la cúspide de todo el cerro de desechos equinos que los hermanos Wayans prepararon a sus espectadores.

Este purgante cinematográfico fue reconocido como la película con peor actor, peor reparto y peor remake, en el año 2006. Tres Razzies ganados a toda ley. 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Carta a mi tía en su cumpleaños (guárdese después de leer):


Leí una novela en el que su protagonista decía: “se siente la necesidad de hacer algo, de ir a alguna parte”. La frase aplica como anillo al dedo en mi vida, y supongo que esa sensación de moverse surge de ver a aquellos por quienes sentimos admiración del legado que presumen.  La historia de una mujer que trabaja en una oficina como secretaria y recepcionista, soltera, hermana de muchos y tía de otros tantos, tiene sentido en una actualidad hambrienta de referencias para sostenerse al mundo. Al menos para mí, hurgar en su legado tiene una gran importancia. Me refiero a usted, Blanca Valdez Padilla, que hoy cumple un año más de vida.

Momento idóneo para redescubrir vivencias tan comunes que se vuelven leyendas. Como las veces que nos decía, “y no quiero que se levanten de la mesa hasta que el plato esté limpiecito, mis cabrones”. Decías aquello por joder, ciertamente, pero en aquellas confrontaciones me parece hallar la génesis de un carácter fuerte, capacitado para soportar las más duras tormentas y poner el ejemplo con la práctica. O las tardes de lotería, esas en las que admiré su prodigiosa memoria al jugar hasta con cuatro plantillas a la vez y me divertí con sus berrinches cada vez que no ganabas el juego y exigía justicia al que gritaba los nombres de las cartas que revisara bien la baraja. Había veces que a su memoria le faltaba concentración, pero ¡ah como nos divertíamos!
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Confieso que hay muchas veces que me fastidia ir a su casa. Soy un hombre comodino y amante de los placeres mundanos (confort) que ofrece mi hogar, lo reconozco. También confieso mi incredulidad por su insistencia en que la vaya a ver, cuando la mayoría del tiempo me repliego en la soledad y no le dirijo más allá de diez o quince palabras en las seis horas que estoy allí. Pero con una simple mirada, un simple beso en la mejilla y una sola pregunta, “¿cómo estás?”, solo eso es suficiente para saber que usted está allí, y yo estoy presente. Para quererla como a una madre, y para amarme como a un hijo.

No sé si podré cumplirle aquella promesa que le hice cuando era niño. Le dije que iba a comprarte un auto deportivo, esos de asientos movedizos y techo convertible, cuando fuera adulto y ganara dinero. Todos hemos dicho muchas cosas, de las que podemos arrepentirnos o simplemente dispensarlas como parte del anecdotario. No me pida el auto, porque no lo voy a tener.  Elegí una carrera destinada a los ascetas, paraíso de los agujeros legales en materia laboral, pero semilla de una gran parte de lo que soy ahora. Espero que esté orgulloso de mí, como la vez que brillaron sus ojos cuando me puso el birrete y la toga para mi graduación de preparatoria o la vez que me ayudó a comprar la computadora con la que ahora escribo estas palabras.

Usted fue la primera en llamarme por el nombre, del cual lleno los registros escolares y las identificaciones oficiales. Las muestras de afecto y cariño de los seres que me aman tienen sentido al ser prologadas con el nombre propio. Prácticamente me hizo ser parte del mundo y tener una identidad propia desde el comienzo. Ahora la mayoría me llama Andrés, y el recuerdo de aquel sacerdote, el hombre que la rescató de la minusvalía escolar y le ayudó a estudiar Secretariado para conseguir el trabajo que tiene ahora, ese sujeto al que nunca he conocido en persona, me llega a la mente. Tal vez la historia sería diferente si sólo me llamara Carlos, como mi padre, pero hacía falta una segunda identidad, la cual cobró vida hasta lograr su independencia, y hacerme más diferente y único al mismo tiempo. Tal vez yo no fuera el mismo si se refirieran a mí como Carlos hijo. Y eso fue gracias a usted.
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Usted es bien peleonera. Libra batallas imposibles y crispa los pelos cuando empiezas a retar a alguno de los sobrinos a que se atraganten con las tortillas o el arroz de las comidas domingueras. A veces me dan ganas de ponerme audífonos o salir corriendo, pero luego me río y me tranquilizo. Su locura es sana, hasta agradable de atestiguar. Finalmente, es así como ejerce su docencia. En ese sentido, sus enseñanzas han sido vastas y valiosas, aunque arrojadas con la fuerza que viaja una roca grande hacia el precipicio de un barranco. Pero la docencia que marca es aquella que se hace escuchar.

Eso sí, la fortaleza no se muestra a gritos, porque es debilidad. No le grite tanto a mi abuelo, tal vez hubo muchas conductas de él que no le gustaron, pero ya es un hombre mayor y merece un mejor trato. A veces pienso que hay días en que las hermanas Valdez Padilla disfrutan de tirarse cacerolazos una a la otra, imponga algo de cordura. Déjese querer un poco más por los niños, no muerden (tal vez ese consejo debo aplicármelo yo mismo) y miénteles la madre en buen plan, con ese arrullo tan suyo con el que haces reír a los bebés.  Tire sus máscaras de jefe de tránsito regañado a la basura. No las necesita. El mundo ya tiene demasiados actores en escena.  
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Una noche, me apersoné con mi cuerpo de pre púber en una reunión de adultos, en casa de tía Trina. Estaban mis tíos, algunos primos a los que se les asomaban las ganas de casarse, mis abuelitos y mis padres. Me preguntaron si me parecía ver en ti a una persona normal o discapacitada. Respondí que eras una mujer normal. Mi padre me dio un sermón esa noche sobre el hecho de que usted era una mujer discapacitada, y casi me mostró las muletas y la silla de ruedas que usted tiene como evidencias nunca antes vistas. No respondí con propiedad. Pero hoy considero que el hecho de que no pueda caminar con los dos pies o requerir de la ayuda de terceros para ir al trabajo no significa que sea una mujer discapacitada. Las piernas inmóviles de accidentes lejanos son sólo testimonios de la lucha de alguien que desafió al mundo, miró de frente a las circunstancias, y logró bordar una carrera laboral y una familia que le tiene aprecio. Muchos “normales” no hacen eso. Tú legado, hecho con las herramientas que ofrecen las ideas que viajan de la cabeza al firmamento, es único y propio, ejemplo y admiración de terceros.

No sé si la discapacidad que hoy tiene fue agravada aquel día, en la casa de Tangancícuaro donde mi abuelo hacía el bolillo más caliente y migajón del pueblo. Cuando me dijeron que había llegado, corrí para abrazarla, pero usted no estaba preparada para responder a ese abrazo y la tumbé al suelo. Me regañaron y me sentí culpable. Hoy, entiendo que aquel arrebato debió ser repetido mayor número de veces. Mil veces preferible noquear a un familiar de afecto que despreciarlo en la indiferencia. Sólo fue una caída, dirá usted. Es cierto, sólo fue una caída, con todo lo que eso significa recordarlo ahora. Hoy le daré de nuevo ese abrazo, nada más sosténgase de alguna parte.

Muchas felicidades

Andrés

martes, 1 de mayo de 2012

Debate Jalisco: el simulacro de una política infomercial

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

El océano de los qué, y el desierto de los cómos. El debate como discurso político y vitrina de propuestas falleció hace tiempo. El cadáver murió hace años y nadie ha enterrado sus restos. Lo sucedido hoy con los candidatos a gobernador de Jalisco, resultó ser una obscenidad esperada, amparada en la cultura de personas que ya no esperan lo mejor, sino lo menos peor. Fue un debate cohibido, intrascendente, monótono. Pero el periodismo seguirá adicto al moderno narcótico de los opinólogos; hablar de las sobras de la comida como si fuesen el platillo principal del restaurante.

Hace tiempo que al debate político le urge un cambio de ropa. Los candidatos confunden la presentación de propuestas con discursos circunscritos al cliché. Tres minutos de intervención para dar paso al desperdicio de palabras, que salen atropelladas y maltratadas por el uso infértil que se realizan de ellas, para dar paso a sentencias mil veces repetidas. Los políticos adoptan siempre las mismas posturas: tono de voz edulcorante, mímica robotizada y artificial muy parecida al de un ventrílocuo inexperto, lecturas titubeantes y quebradas por los nervios, y repetición cansina de eslóganes de campaña. El formato de estos pasquines está desgastado, y ya no funciona ni como cotilleo del día siguiente.


Una buena palabra para resumir el debate es irritación. Irritación por las manos epilépticas de Aristóteles Sandoval,  la voz de ultratumba de Fernando Garza, los continuos pleitos de verduleras iniciados por Fernando Guzmán, la obsesión de la candidata del PANAL en reprobar exámenes de dicción y lectura en voz alta, y la numerología sin contexto de Enrique Alfaro. A la magia de la retórica se le vieron los hilos: políticos que atacaban a otros con recortes de periódicos, discursos magnetofónicos sin respuestas claras e infomerciales que retaban el sonido de la chicharra de los tres minutos. Ni ciertos momentos de seriedad de Enrique Alfaro, el que más se tomó en serio el debate,  salvaron el galimatías colectivo. Otra oportunidad más que la política jalisciense deja pasar.

Se disertaron vaguedades. Se habló sobre la posibilidad de colocar un profesor al frente de la Secretaría de Educación Jalisco, pero no se mencionaron nombres de candidatos o proyectos de los mismos. La inauguración de ficticias universidades estatales, rurales y técnicas derivó en la ignorancia de la calidad de las enseñanzas a impartir o el tipo de materias a enseñar. Hubo promesas de repartir miles de empleos, pero nada sobre el ramo, duración o salario de los mismos. Menciones a la utopía jalisciense del futuro se dieron a montones, pero el Jalisco del presente fue absuelto por la ridícula conformidad de echarles la culpa a los malos gobiernos que “robaron al pueblo”.

Las soluciones se simplifican. Dar computadoras e Internet a los alumnos no resuelve la baja calidad escolar. Tener más policías resguardando la seguridad sólo agrava la miopía existente del tema, consistente en privilegiar cantidad sobre calidad. Construir vialidades y avenidas de múltiples carriles incrementa la reclusión de los ciudadanos de a pie y la adoración al Dios Automóvil. Los empleos no servirán de nada si se pepenan. Se podrán crear programas que reactiven la inversión privada, pero nunca a costa de destrozar los recursos naturales y despreciar el tesoro más infravalorado de los jaliscienses, el conocimiento.

Cuando no hay espacio para los cómos, los qué se vuelven más disparatados. Ejemplos hubo varios. La creación de bancos para pobres sin fondos económicos para abrirlos. Alimentación con desayunos escolares a los niños de primaria como despensas disimuladas de campaña. Suministro desbocado de recursos a la cultura, el ente totémico que nadie ha sabido explicar su importancia para el estado. Y por otro lado, la omisión a las necesidades de 120 municipios jaliscienses que ven como la Zona Metropolitana de Guadalajara devora la atención y los recursos gubernamentales. Sólo faltó el político que construirá el río para que haya un puente. Como se dice en el argot, más de lo mismo.

Reseñar atrocidades es la afición del masoquista. Pero, al modo de un asesino serial, me gusta destripar acontecimientos como el debate de los candidatos a gobernador de Jalisco.  El consumo de un producto sintético, con fondos blancos y ademanes estudiados, incuba un sabor anodino en las papilas gustativas de los ciudadanos que quieren estar un poco más informados de la gente que los va a gobernar seis años. Habría que cambiar el formato de un debate hecho de cara a la instantaneidad del televisor, empecinada en mostrar rostros guapos y sonrisas forzadas con pinzas de cerrajero. Los proyectos se califican por el diseño de los trajes, los ademanes oratorios y el amor a primera vista con el primer plano de una cámara. De lo otro, de lo importante… seguimos esperando.
  

miércoles, 25 de abril de 2012

Bosque de la Primavera, el incendio de la responsabilidad social.

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

Más de cuatro mil hectáreas pulverizadas por el fuego,  un aire infestado de contaminantes expertos en taladrar pulmones, el humo y las llamas que consumen árboles y matorrales, brigadistas y bomberos luchando para apresar al fuego y evitar que siga caminando con impune libertad,  aumento de ingresos en las farmacias por la venta de cubre bocas e inhaladores, todo se acumula por el incendio del Bosque de la Primavera. Otra agresión a la ya de por sí disminuida calidad del aire de la ciudad y un buen momento para reivindicar las prédicas ambientalistas cuyo efecto motivador e inflamador de voluntades se extinguirán en cuanto se olvide este suceso.

Este nuevo golpe al bosque más importante de Guadalajara, más allá de las quejas y lamentaciones, nos debe poner cara a cara con nuestros hábitos y costumbres. La radiografía de toda una ciudadanía presenta fracturas y malformaciones en todo un modo de pensar. La quema de miles de árboles no significa que otros miles se preservarán. El dióxido de carbono y el polvo inhalado en las últimas horas es un llamado de atención a una sociedad que piensa cuidar el medio ambiente comprando botellas recicladas y envolturas de pan “amigables con la ecología (sic)”, pegando calcomanías de apoyo a la Naturaleza en los autos, prohibiendo las corridas de toros, repitiendo constante y sin entendimiento los riesgos del calentamiento global, y por supuesto, practicando la concientización ambiental con videos de focas desolladas y ballenas desangradas, que haría palidecer al editor de “Alarma” u otras publicaciones similares. Medio ambientalismo light, compromiso ecológico mínimo o nulo.  


Ahogado el niño, tapan el pozo. Incendios van y vienen, nada importará en el futuro. La opinión pública sufre de amnesia y los políticos sólo se preocuparán por ganar elecciones. En momentos como éste, ya no es suficiente que los brigadistas tomen mangueras y rocíen cientos de litros de agua en hectáreas ennegrecidas por el fuego. Los encargados del bosque mas los funcionarios encargados del medio ambiente “lamentarán los hechos”, se manifestarán “decepcionados por lo ocurrido”, y repetirán los lineamientos de seguridad con tono de súplica. Pero no pasará de allí.

No se tienen noticias de los detonadores del incendio. Otra vez. Se abrirán expedientes contra “los que resulten responsables” y luego el expediente se archivará en alguna oscura bodega de casos judiciales. Pero las balas apuntan a determinados blancos. Están los exhibicionistas del picnic maravillados de disfrutar la Naturaleza e imprudentes en cuidarla. O ejidatarios dueños de tierras ociosas, expertos en quemas agrícolas e incapaces de florecer  terrenos de cultivo decentes. O los posibles inversores en construcción, deseosos de construir nuevos fraccionamientos y ganar millones de pesos a costa de desaparecer las extensiones boscosas en una ciudad atiborrada de viviendas y guetos opulentos. Que tal los políticos, muchas veces coludidos con los pirómanos del bosque y bomberos “fashion”, con cámaras y fotógrafos a su alrededor, al momento de apagar el fuego. O la mayoría de la ciudadanía (me incluyo) preocupada en la desgracia actual del enfermo e inoperante (incluso partícipe) de la gestación de su enfermedad.

Ahora todos nos quejamos de los incendios del Bosque de la Primavera. Es la lógica de los tiempos recientes: si no me afecta directamente, no hay problema en que le afecte a otros. Se suspenden clases en más de cien escuelas primarias y secundarias, por lo que llegó el momento de quejarse por el riesgo de incubar niños asmáticos y conciertos de tos. La gente sale a la calle, en su rol de corredores madrugadores, y se molestan por el humo que aspiran. Si, ahora todos nos quejamos, pero actos similares, no tan espectaculares, pero si crónicos y graduales, seguirán sucediendo. Como el uso descarado de los automóviles, la contaminación de ríos y lagos, arrojar basura en la calle, niños obesos por la contaminación alimenticia de lo chatarra, agricultores que queman sus tierras y autoridades empeñadas en construir puentes viales y fraccionamientos con cercas electrificadas. Todo seguirá igual que antes.


El esfuerzo de respirar un aire al fin amigable a nuestro organismo es un trabajo diario, que implica el compromiso de cada uno de nosotros. Con pequeñas acciones, contrarias a todo lo que he descrito, se podría reducir al menos los efectos de la contaminación en cualquiera de sus formas. Poner el ejemplo, en todos los niveles, es algo que ya suena a utopía. Por más campañas publicitarias y determinaciones de la SEMADES u otro organismo público, las hectáreas fértiles del Bosque de la Primavera seguirán desapareciendo, si al menos no se intenta trabajar en una cultura más respetuosa con la Naturaleza. Pero temo que los efectos a corto y mediano plazo no se harán notar. Es posible que estemos en un punto sin retorno.

Esta fue la postal que me encontré anoche, en mi casa. Los vientos helados de una noche enrojecida por el incendio huían, para pedir clemencia. Por un mejor cuidado del medio ambiente, por la desaparición de ambiciones mezquinas que desprecien a la Naturaleza, un pedido de auxilio para recordar que tenemos un bosque, un pulmón de oxígeno que nos ayuda a seguir viviendo en esta ciudad donde la salud se mide por los niveles de imecas y por el nivel de hollín de los aparatos respiratorios de los ciudadanos

lunes, 23 de abril de 2012

Homenaje al libro.


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

Amado por “culturetas” de ocasión y defenestrado por personas que sólo pueden sumar cifras de dos dígitos por calculadora, el libro es parte de la vida de toda la humanidad. Bandera de egocentrismo académico y estigma para conseguir novia de cuerpo sospechosamente anoréxico,  refugio para personas solitarias y tema de conversación en Starbucks, los libros son vituperados, amados, coleccionados, maltratados, fotocopiados, autografiados y rayados con marcadores de aceite desde tiempos remotos. El libro, en este día de fiesta, es el pretexto perfecto para decir: “He leído a Dostoievski y a Víctor Hugo”, y que nuestros amigos se sorprendan mientras piensen, “nuestro amigo es un pinche ratón de biblioteca, de seguro no tiene vida social y debe ser un sangrón de primera”.

Hay gente que compra los libros por la legibilidad de sus caracteres, la calidad de la pasta dura, el colorido de la portada, el porcentaje de descuento que poseen o la cantidad de páginas que contiene. Pocos, por no decir nadie, los adquiere por la calidad del escrito o la importancia cultural del autor. Eso sí, hay una convención que nunca cambiará en un cliente de librería. Es el acto casi religioso de adquirir un libro nuevo, arrancarle el plástico, oler con fruición las hojas, para acto seguido alzar el ejemplar en algún rincón olvidado de tu casa y no volverlo a abrir hasta que el blanco del papel se vuelva amarillento. También el café es parte del modus vivendi de un lector, usado como energético para afrontar la pesada penitencia de leer “Ulises” de James Joyce o entender las ecuaciones de Baldor.

Los libros, ese sinónimo de cultura tan sobreestimado y tan infravalorado a la vez. Existen académicos, influidos por los postulados del posmodernismo, que piensan en emular a Umberto Eco y quieren descubrir intenciones ocultas hasta en la tipografía del texto. Pretenden que el libro sea el centro del mundo y del conocimiento, cuando no es más que una porción, como el ciego que toca la oreja del elefante y cree que es un papalote o algo similar. Pero también están los profetas del empirismo “a la fuerza”, que no leen libros porque son un fastidio pero siguen siendo timados por los comerciantes, perdiendo sus empleos, y empleando un vocabulario cuyas palabras pueden contarse con los dedos de las manos.

Mi relación con los libros es un mundo de claroscuros. He leído buenos, malos, muy malos, pésimos, y la obra de autoayuda de Osho y Og Mandino. Grandes novelas como “Los Miserables”, “Crimen y Castigo” o “Grandes Esperanzas” han deleitado mis ratos libres con historias épicas. Pero no todo es disfrute. He sufrido con Marvin Harris gracias a los reportes de lectura de Antropología, he reído con las descripciones tan arquetípicas de Dan Brown, he sufrido de quebrantos en mi razón tratando de entender una sola oración de Jurgen Habermas o Martin Heidegger, y no terminé de colorear “Huckleberry Finn”, en su versión infantil. Logré sacar decenas de ejemplares de las bibliotecas para entregarlos en la mitad de su lectura luego de una semana, deshojé la Biblia cuando era niño porque me gustaba cargarla bajo mi regazo como evangelista o testigo de Jehova y aprendí que gente como Shaquille O’Neal, Rhonda Byrne o el imbécil que tradujo “El Gran Gatsby” de Scott Fitzgerald deben tener una orden de restricción a escribir libros.

 George Bush hace gala de su erudición y vasta afición a la lectura
Nunca olvidaré aquellas tardes en las que, sin mucho por hacer en los tiempos muertos en el Internado donde estudié la primaria, sacaba mi libro de historia de México de sexto año y leía acontecimientos que en aquel momento me parecían impresionantes. Me imaginaba siendo Pedro María Anaya, respondiendo a los invasores gringos con ademanes declamatorios, “si tuviéramos parque, ustedes no estarían aquí”.  O Ignacio Zaragoza, con sus lentes de Nerd del siglo XIX,  comunicando al presidente Juárez “las armas nacionales se han cubierto de gloria”, aunque un año después de la Batalla de Puebla el ejército francés hizo inútil aquella victoria militar. Con ese libro también aprendí que Guadalupe Victoria no era una señora vieja que rezaba todos los días en la iglesia y que de la guerra cristera hasta nuestros tiempos México es un país moderno y con progreso, lleno de paz y prosperidad. Bueno, era la inocencia de niño.

Reconozco que soy un ejemplar exótico a la hora de hablar de los libros. Excentricidad que llega a ser “farolismo”, como esas personas que acuden a conciertos de Plácido Domingo sin tener una jodida idea (o al menos sensibilidad) sobre música clásica. Me acuerdo de los títulos de muchas obras y de los nombres de cientos de escritores, pero la mayoría pendientes por leer. Cargo con cinco o seis libros en la mochila, para entretenerme con los semáforos de las avenidas o la música de piano tan soporífera que ponen de “soundtrack” en algunos camiones. Me atiborro de datos inútiles en las enciclopedias generales (como el nombre de una escritora bosnia desconocida o el tamaño del planeta Urano), pantagruélico de conocimiento, y al día siguiente me olvido de esa información, con una  memoria que empequeñece cual Gulliver en Lilliput, país de los enanos.

¿Cómo escribió este hombre su libro?. Peor aún, ¿sabe que lo escrito en esa especie de ladrillo representa un libro?


El que no lee ni los volantes de restaurantes orientales, es objeto de escarnio público, aunque una mayoría aplastante prefiera ver los melodramas de Televisa o las adaptaciones del “Señor de los Anillos” en el cine. Nuestro muñeco de plástico, Enrique Peña Nieto, el hombre del pelo más enhiesto del país, en vez de adjudicar libros de Carlos Fuentes a Enrique Krauze, debió reflexionar. “Aquellos que me critican por mi fodongería lectora son los mismos que escriben con emoticones y ortografía cavernaria, que seguramente tampoco han leído de un libro más que la contraportada y reprueban exámenes de lecto-comprensión en sus escuelas”. Al fin y al cabo, los que leen muchos libros no hacen ganar elecciones. Gracias a Dios, añado.

Aunque haya voces agoreras que pronostiquen la defunción del libro (una tontería cuya bibliografía cubriría todas las estanterías de la Biblioteca del Congreso en Washington), este seguirá existiendo. Será protagonista de grandes acontecimientos, como lecturas en voz alta los 23 de abril, objeto de cambalache en tianguis culturales patrocinados por departamentos de cultura estatales, como base para recargar proyectores en las universidades, objeto de veneración por acumuladores de polvo y tierra, y objeto contundente para golpear cabezas de personas non gratas. Pero, haciendo un análisis más sereno y al mismo tiempo más entrañable, el libro es la columna que sostiene el mundo, el transmisor del legado de toda una especie. Gracias a nosotros mismos, la humanidad, por regalarnos el único objeto de valor en este mundo, el puntal de la civilización moderna. El libro.