Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
CARTA DEL LECTOR
A la revista Libre de nexos:
Leo su revista cada mes y me encantan sus artículos. Sin embargo, les
escribo para compartirles una reflexión y pedirles un favor. Soy un comprador
compulsivo de libros que nunca leo. Durante el último año, uno de mis pocos
logros dignos de ser presumidos es la construcción de una biblioteca acumuladora
de polvo. Así, expongo al peligro a mis pulmones, alérgicos a la tierra y a esa
humedad devoradora de paredes formada por los humores de lo guardado. Mi biblioteca
se compone de libros que no leerán otros, portadas que se desprenden del lomo y
hojas que empiezan a ponerse amarillentas, marchitas por tanto esperar las
manos y los ojos que las rieguen con su lectura. Y cuando veo todos esos libros
en mi estante, me pregunto si llegará ese día en que diga con orgullo, “estos
ladrillos no solo sirven para sostener cimientos y adornar la casa”. En ocasiones, sufro ante la perspectiva de mi
muerte, y el no ser recordado por las personas que visiten mi tumba del
siguiente modo: “este hombre leyó más de dos mil libros en su vida, y al final,
la muerte se lo llevó por culto. Los gusanos que corromperán su cadáver podrán
sentirse orgullosos de degustar un cuerpo lleno de celulosa con polillas, y
cuando la carne se pudra y abra paso al esqueleto, en sus huesos se verán
incrustadas las huellas de su enciclopédico saber”.
A veces medito que he comprado demasiados libros, y considero que aún no
poseo los suficientes. No adquiero uno cuando pienso que debería tener aquel
otro, rebajado un 30% de su precio original o que trata un tema que en ese
momento me interesa (aunque después el interés se pierde en el momento que
guardo el libro en la mochila, ya obtenido). Erasmo de Rotterdam decía que el
poco dinero que tenía lo usaba para comprar libros y si le sobraba algo de
morralla, la destinaba a comida y vestido. En mi caso, me gustaría simpatizar
con esta filosofía, pero tanto libro haciendo cola en los estantes me abruma y
pienso varias veces en el carácter prescindible de muchos ejemplares que he
comprado. Es decir, el dinero que he desperdiciado. Tantas novelas, tanta
divulgación científica, tantos manuales, tanto lodo de pantano de libros de
autoayuda, o tantos mamotretos de filosofía que destruyen prometedoras carreras
lectoras, me hacen pensar en que la humanidad se repite demasiado en sus
libros. Miles de obras que sólo son “remakes” o directamente plagios de otras
obras, o pies de página de pies de página que a su vez son pies de página de un
libro citado en otro pie de página, me llevan a la conclusión de que nuestras
bibliotecas carecen de síntesis. Habría que reducir el número de libros por los
que vale la pena esquilmar la cartera y desgastar los ojos hasta dejarlos
ciegos. El ahorro de dinero en libros apoyaría mi economía, el saber sería más
concreto y libre de menudencias y poses. Finalmente podría, a diferencia de
Erasmo, llegar algún día a comer en uno de esos restaurantes de luces titilantes
donde hay más cubiertos y platos que comida, o vestir con decoro un saco Dolce
& Gabanna.
Perdonando tanta digresión, me gustaría que me recomendaran unos pocos
libros sobre los temas más importantes, para así reducir mis gastos superfluos
y conformar mi biblioteca únicamente con las obras más sólidas del pensamiento
contemporáneo. Como sé que su revista se especializa en confeccionar listas de
los mejores libros como máquinas costureras y en decir qué escritor es mejor
que otro con base en el número de entrevistas zalameras que les realizan o la
cantidad de veces que tuitean para demostrar su compromiso social o los abismos
de sus pensamientos, me parecen una fuente confiable para encausar por
procedimientos más concretos mis ansias lectoras. Es una petición difícil, pero
si es contestada, lo agradecería muchísimo.
Atte: Carlos Andrés Gallegos Valdez
RESPUESTA:
Del editor de Libre de nexos
Estimado lector:
La revista agradece su preferencia. Recibimos su misiva sin mucho interés
y le pusimos poca o nula atención a lo que escribió, pero a lo que alcanzamos a
entenderle, esta casa editorial cree conveniente recomendarle el siguiente artículo
de nuestro reportero estrella, titulado “Los cinco libros que deberías llevarte
a una isla desierta”. Léalo, y por favor, ya no mande cartas tan extensas, a
nadie le importan sus preocupaciones y no tenemos tanto tiempo como para
dedicarle dos minutos a sus divagaciones. Sin más, se le adjunta el artículo en
cuestión:
Los cinco libros que deberías
llevarte a una isla desierta
De Marcos Magallanes*
Aunque sólo recordamos como náufragos famosos a Robinson Crusoe y a Tom
Hanks, sabemos que ambos personajes de ficción fueron infelices durante el
tiempo que vivieron en una isla desierta, debido a que carecían de libros por
leer. Semejante problemática, apoyada en absolutamente ninguna evidencia, aumenta
cuando los entrevistados en revistas como la nuestra son incapaces de responder
cuáles serán los libros que se llevará a leer cuando llegue a ser un náufrago
barbón y maloliente en una isla. Para la gente, leer al menos un libro en
semejante estado de emergencia se agrava cuando sabe que no puede elegir a la
mano entre cientos de libros, pues es bien sabido que las islas no albergan
bibliotecas. Así que este reportaje presentará a los cultos marinos cinco
alternativas para leer con tranquilidad en una ficticia condición de
desamparados sociales, esos libros que dejarán en el lector ese profundo sabor
en el paladar, expresado en palabras del siguiente modo; “esta lectura está
bien interesante, el tema es bueno, el autor sabe de lo que habla y lo volvería
a leer otra vez… cuando naufrague y encalle en una isla solitaria”. A continuación,
cinco libros que debe leer todo ser humano digno de llevar el nombre de la
especie.
El primer texto, joya del pensamiento científico, se llama “Sobre la insignificancia humana” de
Melanie Porter, doctora en Primatología de la Universidad de Cambridge. El
estudio científico, basado en la Teoría de la Evolución de Darwin y en el odio
patológico de la autora del libro a su marido, señala que la especie Homo
Sapiens no ha demostrado avances significativos en el desarrollo de su
inteligencia, motivo por el cual es un lastre para la Naturaleza. Haciendo una
comparación con los parientes evolutivos del Hombre, principalmente los
primates, Porter nos hace ver que la humanidad debería darse un tiro en la
cabeza, ya que mientras los monos logran desplazarse entre los árboles con
destreza, los hombres son incapaces de abrocharse las agujetas de los zapatos y
eructan entre las comida.
Este libro posee estudios incontrovertibles. Se les inoculó
eritoproyetina a los bonobos, y se comprobó que la especie “Pan Paniscus” tiene
una mayor potencia sexual que el hombre. Cuatro de cada cinco bonobos tuvieron
eyaculación precoz luego de inyectarles la hormona. El mismo estudio se realizó
en un grupo de ciclistas, y se observó que uno de cada 236 ganaba el Tour de
Francia. El análisis cuantitativo de los estudios no deja lugar a dudas sobre
el mayor potencial de los primates. En otro análisis, la Dra. Porter demuestra
que los chimpancés comunes (Pan Troglodytes) son más inteligentes que los seres
humanos, ya que estos primates son capaces de cazar termitas y hormigas con un
palo hueco para luego comérselas, mientras que el Homo Sapiens solo atina a atraparlas
con su mano al mismo tiempo de sufrir piquetes constantes de los insectos.
El segundo libro se denomina “Cómo
acabar con la economía” del mago de las finanzas mexicano Pedro Luis
Irigoytía. El autor recomienda a los gobiernos dejar de gastar el dinero en
superficialidades como la seguridad social y la educación, para enfocar los
presupuestos públicos en conciertos gratuitos en plazas públicas y bacanales
para agasajar a los inversionistas extranjeros. Critica la visión de ciertos
lunáticos en cobrar más impuestos a los empresarios y ricos, asegurando que sin
ese dinero no se podrían construir las residencias electrificadas y los centros
comerciales para niños bien, que dan una imagen de prosperidad a una
nación. En ámbitos más concretos,
Irigoytía le pide a la gente ahorrar más su salario comiendo únicamente con
frijoles y tortillas, ya que así les “levantan las varillas” a millones de
mexicanos en el presente. Incluso recomienda vender todos los platos y vasos de
la cocina, para comer únicamente con una escudilla, al modo de Zenón el
filósofo del tonel. Así, el dinero ahorrado se usaría para cubrir otras
necesidades, como aumentar el ancho de banda del Internet para jugar Xbox Live
o comprar un iPhone de última generación.
En un fascinante debate que toca en la mitad del libro, el distinguido
economista recomienda dejar de regalar dinero a los vendedores, cantantes y
payasos ambulantes que se trepan a los camiones de transporte público.
Estadísticas comprueban que un adulto económicamente activo derrocha entre
cuatro y trece pesos diarios cada vez que algún mercader de pulseras o un
mensajero azteca alarga su mano para pedir una remuneración voluntaria. Lo
anterior da un gasto de aproximadamente 300 o 400 pesos al mes. En algunos
ejemplos extremos, personas caen en quiebra por dilapidar cuatro mil pesos al
año en mantener el ambulantaje de “pecera”. Irigoytía piensa que ese dinero
desperdiciado podría ayudar a la industria farmacéutica, ya que la costumbre
mexicana y mundial de comprar analgésicos, estimulantes, ansiolíticos y antidepresivos
haría más saludable a la gente y a los bolsillos del Sector Salud
“El fin de las canastas de
mimbre” es un conmovedor
tratado sociológico de una generación perdida. Steven Paulus, sociólogo de la
Universidad de Iowa, hacía fila en un supermercado cuando observó con
estupefacción la cantidad de bolsas de plástico que se usan para empacar. Al
ver a los cerillos acomodar con visible torpeza los objetos en las bolsas,
llegándolas a romper incluso, Paulus encontró la mecha para escribir un libro donde
denunciara los valores decaídos de una sociedad fracasada.
Tras un repaso histórico de cómo las sociedades occidentales han hecho
el mandado, y una serie de estudios comparativos entre culturas, Paulus
concluye que la gente es presa de un delirio consumista donde las bolsas de
plástico desplazan a las canastas de mimbre. El hecho de que cada vez se
produzcan y se usen menos canastas de mimbre es un reflejo de los tiempos
actuales. La pérdida de la tradición local por el consumismo global. El
advenimiento de las empresas petroleras multinacionales que derrumba a los
artesanos locales. La posmodernidad de los hidrocarburos sobre la modernidad de
fibra vegetal. La sociedad post-industrial, hundida en el plástico, le da la
espalda a los valores de la Ilustración y la Reforma Protestante en las que se
cimentaron los hombres y mujeres occidentales.
La genialidad del libro radica en la profundidad de las reflexiones.
Utilizando a Foucault, Paulus considera que el uso de la bolsa de plástico en
los supermercados obedece a un discurso dominante. En base al psicoanálisis, el
sociólogo piensa que la bolsa de plástico es un mecanismo de represión del yo.
Con el apoyo de estudios feministas, el plástico es una imposición masculina,
donde la bolsa representa el falo, y el ruido que hacen, la voluntad de
imponerse sexualmente a la mujer. Paulus concluye con una poderosa conclusión:
si el hombre usara más canastas de mimbre, sus estructuras mentales cambiarían
hacia el servicio a los más desfavorecidos y el cuidado del medio ambiente.
En ámbitos más literarios, la autobiografía de Johnny Peace, nombrada “Yo Soy Johnny Peace”, es el retrato de
un pájaro libre que vuela, lejos del “establishment” controlador de masas
mediante alpiste embrutecedor de las conciencias avícolas. No obstante, Peace
es el Mesías que enseñó a los jóvenes a rebelarse al poder mediante el uso de
calzado sin calcetines. Entender al músico es entender su filosofía. Peace componía
canciones mediante las sopas de letras que resolvía en el baño. Él mismo lo
señala, “Eso me dio el poder de crear canciones y discos temáticos, que combinaran
el espíritu crítico y la voluntad poética de las composiciones”. Así, una
canción sobre la paz mundial se logra reuniendo todos los países que vienen en
la página 34 de un número viejo de “Sopeando”. El verso “España, Alemania,
Inglaterra, Francia, Ageuron, Ailati, Irlanda”, movilizó a miles de jóvenes a
una revolución por la paz mundial, debido a la inclusión de tantos países en la
canción de Johnny Peace. Los críticos del músico aplauden como focas
amaestradas: “No le entendemos un carajo a las canciones, pero suenan
desgarradoras, con un halo de rabia contenida”, dice un periodista de Rolling
Stone en la contraportada del libro. La historia y la filosofía del Siglo XX se
compactan en la autobiografía de un artista luminoso.
Finalmente, “Sombras nada más”,
de Gonzalo Montes, es una novela poderosa que resume la búsqueda del hombre por
responder el sentido de su existencia. El amor y el desamor, la salud y la
enfermedad, la ignorancia y el saber, la fe y la razón, lo material y lo
espiritual, el Ying y el Yang, se contraponen en todo el escrito buscando el
fin último de la vida humana. “Sombras nada más” es la vida en tu vida, es el
amor en tu amor.
Aurora, una mujer de 34 años, vive entregada en un surrealista mundo de
pasadizos y aposentos donde la protagonista es oprimida por batientes, marcos de
cristal y un cielo de cemento (casa). Desea escapar de esta caverna que limita
la expresión de sus sentimientos y conoce a una serie de estrambóticos
personajes (el vecino, el que barre la calle, la señora que vende dulces, el
vendedor de raspados, el puberto que la mira con ojos anhelantes, la viejita de
enfrente), que conducirán sus inquietudes intelectuales hacia “el lugar donde
todo está y todo se encuentra, sabiéndolo buscar y pedir”. Allí conocerá por
primera vez el amor en un hombre que le habla con el lenguaje del amor sincero (“solo
son diez con cincuenta”) y encontrará sentido a su vida cuando encuentre algo
que no había encontrado en otros lugares (“Mira, aquí si había jamón de pavo
Fud”).
La enfermedad narrativa de Gonzalo Montes lo lleva a una terapia
intensiva de varios autores: la hemorragia verbal de Carlos Fuentes, las frases
ininteligibles del Ulises de James Joyce, y las filias sexuales del Marqués de
Sade, viajan como virus dentro del organismo de las letras, que a su vez
denotan una prosa onírica a lo Paulo Coelho y reflexiones sobre el amor al modo
de Ediciones Harlequín. Montes, un escritor centelleante, chispeante, fogoso y
pasional, logra abrir un nuevo horizonte en la literatura mexicana y universal.
Esta conmovedora novela ganó el Premio Nacional de Literatura, el Premio Carlos
Monsiváis a los escritores comprometidos, y es muy probable que gane también el
Premio Nobel, porque una novela tan extraordinaria debería ser juzgada por la
Academia sueca como se merece. De lo contrario, cometerían un crimen histórico.
*Marcos Magallanes escribe desde hace doce años en la revista. Es sociólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México, y es conocido por sus libros de ensayos "Peor es nada" (2006), "Por qué López Obrador es un peligro para México" (2007), y "Conversaciones con Vargas Llosa en Skype" (2009), además de su reciente obra de cuentos "Los inteligentes no ven Televisa" (2012), publicado por Editorial Cemento y Grava.