miércoles, 25 de abril de 2012

Bosque de la Primavera, el incendio de la responsabilidad social.

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

Más de cuatro mil hectáreas pulverizadas por el fuego,  un aire infestado de contaminantes expertos en taladrar pulmones, el humo y las llamas que consumen árboles y matorrales, brigadistas y bomberos luchando para apresar al fuego y evitar que siga caminando con impune libertad,  aumento de ingresos en las farmacias por la venta de cubre bocas e inhaladores, todo se acumula por el incendio del Bosque de la Primavera. Otra agresión a la ya de por sí disminuida calidad del aire de la ciudad y un buen momento para reivindicar las prédicas ambientalistas cuyo efecto motivador e inflamador de voluntades se extinguirán en cuanto se olvide este suceso.

Este nuevo golpe al bosque más importante de Guadalajara, más allá de las quejas y lamentaciones, nos debe poner cara a cara con nuestros hábitos y costumbres. La radiografía de toda una ciudadanía presenta fracturas y malformaciones en todo un modo de pensar. La quema de miles de árboles no significa que otros miles se preservarán. El dióxido de carbono y el polvo inhalado en las últimas horas es un llamado de atención a una sociedad que piensa cuidar el medio ambiente comprando botellas recicladas y envolturas de pan “amigables con la ecología (sic)”, pegando calcomanías de apoyo a la Naturaleza en los autos, prohibiendo las corridas de toros, repitiendo constante y sin entendimiento los riesgos del calentamiento global, y por supuesto, practicando la concientización ambiental con videos de focas desolladas y ballenas desangradas, que haría palidecer al editor de “Alarma” u otras publicaciones similares. Medio ambientalismo light, compromiso ecológico mínimo o nulo.  


Ahogado el niño, tapan el pozo. Incendios van y vienen, nada importará en el futuro. La opinión pública sufre de amnesia y los políticos sólo se preocuparán por ganar elecciones. En momentos como éste, ya no es suficiente que los brigadistas tomen mangueras y rocíen cientos de litros de agua en hectáreas ennegrecidas por el fuego. Los encargados del bosque mas los funcionarios encargados del medio ambiente “lamentarán los hechos”, se manifestarán “decepcionados por lo ocurrido”, y repetirán los lineamientos de seguridad con tono de súplica. Pero no pasará de allí.

No se tienen noticias de los detonadores del incendio. Otra vez. Se abrirán expedientes contra “los que resulten responsables” y luego el expediente se archivará en alguna oscura bodega de casos judiciales. Pero las balas apuntan a determinados blancos. Están los exhibicionistas del picnic maravillados de disfrutar la Naturaleza e imprudentes en cuidarla. O ejidatarios dueños de tierras ociosas, expertos en quemas agrícolas e incapaces de florecer  terrenos de cultivo decentes. O los posibles inversores en construcción, deseosos de construir nuevos fraccionamientos y ganar millones de pesos a costa de desaparecer las extensiones boscosas en una ciudad atiborrada de viviendas y guetos opulentos. Que tal los políticos, muchas veces coludidos con los pirómanos del bosque y bomberos “fashion”, con cámaras y fotógrafos a su alrededor, al momento de apagar el fuego. O la mayoría de la ciudadanía (me incluyo) preocupada en la desgracia actual del enfermo e inoperante (incluso partícipe) de la gestación de su enfermedad.

Ahora todos nos quejamos de los incendios del Bosque de la Primavera. Es la lógica de los tiempos recientes: si no me afecta directamente, no hay problema en que le afecte a otros. Se suspenden clases en más de cien escuelas primarias y secundarias, por lo que llegó el momento de quejarse por el riesgo de incubar niños asmáticos y conciertos de tos. La gente sale a la calle, en su rol de corredores madrugadores, y se molestan por el humo que aspiran. Si, ahora todos nos quejamos, pero actos similares, no tan espectaculares, pero si crónicos y graduales, seguirán sucediendo. Como el uso descarado de los automóviles, la contaminación de ríos y lagos, arrojar basura en la calle, niños obesos por la contaminación alimenticia de lo chatarra, agricultores que queman sus tierras y autoridades empeñadas en construir puentes viales y fraccionamientos con cercas electrificadas. Todo seguirá igual que antes.


El esfuerzo de respirar un aire al fin amigable a nuestro organismo es un trabajo diario, que implica el compromiso de cada uno de nosotros. Con pequeñas acciones, contrarias a todo lo que he descrito, se podría reducir al menos los efectos de la contaminación en cualquiera de sus formas. Poner el ejemplo, en todos los niveles, es algo que ya suena a utopía. Por más campañas publicitarias y determinaciones de la SEMADES u otro organismo público, las hectáreas fértiles del Bosque de la Primavera seguirán desapareciendo, si al menos no se intenta trabajar en una cultura más respetuosa con la Naturaleza. Pero temo que los efectos a corto y mediano plazo no se harán notar. Es posible que estemos en un punto sin retorno.

Esta fue la postal que me encontré anoche, en mi casa. Los vientos helados de una noche enrojecida por el incendio huían, para pedir clemencia. Por un mejor cuidado del medio ambiente, por la desaparición de ambiciones mezquinas que desprecien a la Naturaleza, un pedido de auxilio para recordar que tenemos un bosque, un pulmón de oxígeno que nos ayuda a seguir viviendo en esta ciudad donde la salud se mide por los niveles de imecas y por el nivel de hollín de los aparatos respiratorios de los ciudadanos

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