martes, 1 de mayo de 2012

Debate Jalisco: el simulacro de una política infomercial

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

El océano de los qué, y el desierto de los cómos. El debate como discurso político y vitrina de propuestas falleció hace tiempo. El cadáver murió hace años y nadie ha enterrado sus restos. Lo sucedido hoy con los candidatos a gobernador de Jalisco, resultó ser una obscenidad esperada, amparada en la cultura de personas que ya no esperan lo mejor, sino lo menos peor. Fue un debate cohibido, intrascendente, monótono. Pero el periodismo seguirá adicto al moderno narcótico de los opinólogos; hablar de las sobras de la comida como si fuesen el platillo principal del restaurante.

Hace tiempo que al debate político le urge un cambio de ropa. Los candidatos confunden la presentación de propuestas con discursos circunscritos al cliché. Tres minutos de intervención para dar paso al desperdicio de palabras, que salen atropelladas y maltratadas por el uso infértil que se realizan de ellas, para dar paso a sentencias mil veces repetidas. Los políticos adoptan siempre las mismas posturas: tono de voz edulcorante, mímica robotizada y artificial muy parecida al de un ventrílocuo inexperto, lecturas titubeantes y quebradas por los nervios, y repetición cansina de eslóganes de campaña. El formato de estos pasquines está desgastado, y ya no funciona ni como cotilleo del día siguiente.


Una buena palabra para resumir el debate es irritación. Irritación por las manos epilépticas de Aristóteles Sandoval,  la voz de ultratumba de Fernando Garza, los continuos pleitos de verduleras iniciados por Fernando Guzmán, la obsesión de la candidata del PANAL en reprobar exámenes de dicción y lectura en voz alta, y la numerología sin contexto de Enrique Alfaro. A la magia de la retórica se le vieron los hilos: políticos que atacaban a otros con recortes de periódicos, discursos magnetofónicos sin respuestas claras e infomerciales que retaban el sonido de la chicharra de los tres minutos. Ni ciertos momentos de seriedad de Enrique Alfaro, el que más se tomó en serio el debate,  salvaron el galimatías colectivo. Otra oportunidad más que la política jalisciense deja pasar.

Se disertaron vaguedades. Se habló sobre la posibilidad de colocar un profesor al frente de la Secretaría de Educación Jalisco, pero no se mencionaron nombres de candidatos o proyectos de los mismos. La inauguración de ficticias universidades estatales, rurales y técnicas derivó en la ignorancia de la calidad de las enseñanzas a impartir o el tipo de materias a enseñar. Hubo promesas de repartir miles de empleos, pero nada sobre el ramo, duración o salario de los mismos. Menciones a la utopía jalisciense del futuro se dieron a montones, pero el Jalisco del presente fue absuelto por la ridícula conformidad de echarles la culpa a los malos gobiernos que “robaron al pueblo”.

Las soluciones se simplifican. Dar computadoras e Internet a los alumnos no resuelve la baja calidad escolar. Tener más policías resguardando la seguridad sólo agrava la miopía existente del tema, consistente en privilegiar cantidad sobre calidad. Construir vialidades y avenidas de múltiples carriles incrementa la reclusión de los ciudadanos de a pie y la adoración al Dios Automóvil. Los empleos no servirán de nada si se pepenan. Se podrán crear programas que reactiven la inversión privada, pero nunca a costa de destrozar los recursos naturales y despreciar el tesoro más infravalorado de los jaliscienses, el conocimiento.

Cuando no hay espacio para los cómos, los qué se vuelven más disparatados. Ejemplos hubo varios. La creación de bancos para pobres sin fondos económicos para abrirlos. Alimentación con desayunos escolares a los niños de primaria como despensas disimuladas de campaña. Suministro desbocado de recursos a la cultura, el ente totémico que nadie ha sabido explicar su importancia para el estado. Y por otro lado, la omisión a las necesidades de 120 municipios jaliscienses que ven como la Zona Metropolitana de Guadalajara devora la atención y los recursos gubernamentales. Sólo faltó el político que construirá el río para que haya un puente. Como se dice en el argot, más de lo mismo.

Reseñar atrocidades es la afición del masoquista. Pero, al modo de un asesino serial, me gusta destripar acontecimientos como el debate de los candidatos a gobernador de Jalisco.  El consumo de un producto sintético, con fondos blancos y ademanes estudiados, incuba un sabor anodino en las papilas gustativas de los ciudadanos que quieren estar un poco más informados de la gente que los va a gobernar seis años. Habría que cambiar el formato de un debate hecho de cara a la instantaneidad del televisor, empecinada en mostrar rostros guapos y sonrisas forzadas con pinzas de cerrajero. Los proyectos se califican por el diseño de los trajes, los ademanes oratorios y el amor a primera vista con el primer plano de una cámara. De lo otro, de lo importante… seguimos esperando.
  

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