Por Andrés Gallegos
I
Como ya saben, Odilón Solís está muerto. Pero antes de que
su mierda llenara planas de periódicos y su olor nauseabundo se impregnara en
las rotativas del diario “Mañanitas”, se podría decir que era un estreñido de
la profesión. Hace tres años, cuando iniciaba sus prácticas en la sección económica
de otro periódico, “Noticias frescas”, un editor le recriminó una falta, a su
juicio, imperdonable: Odilón tenía diez minutos sin colocar una sola letra en
el procesador de textos de su computadora, y su cara reflejaba preocupación.
- ¿Por qué no estás trabajando? – el editor vestía un
chaleco gris de la empresa, el cual lucía todos los días ya que, según él, eso
lo hacía ser periodista, como la bata al médico o la chaqueta negra a un
motociclista.
- Estoy pensando en cómo hacer la nota de esta entrevista
con el subsecretario de Tranzas y Embutes de la Confederación Estatal de
Campesinos de Sorgo y Otras Gramíneas de Jalisco… - Odilón hizo una pausa y
complementó – La verdad es que tengo ganas de ir al baño.
- No, no, no – negó como San Pedro el editor – Regla número
uno de la profesión, primero hace las notas y después caga.
- ¿Y si me hago caca encima? – preguntó Odilón, con ojos
suplicantes de cachorro canino y frotando sus nalgas en el asiento.
- Aguántese. El periodismo es sufrimiento. Todo se posterga,
hasta los intestinos, con tal de traer la nota de ocho. ¡Mejor cague esos cinco
mil caracteres que le pedí, rápido, que lleva media hora de retraso!
Nuestro protagonista canceló sus necesidades fisiológicas
por el bien de la institución periodística. Pero como era joven y apenas iba
aprendiendo, esos cinco mil caracteres tardaron poco más de una hora en
reflejarse en el procesador de textos. Ya iba a enviar su nota al editor,
cuando éste le dijo
- Ni se moleste ya, nos llevamos el boletín. Acá ya lo
revolqué, no se preocupe.
Odilón enfureció y pensó en cagarse, pero en la cara de su
jefe inmediato. Pero ese día, aprendió que en la profesión, la mejor manera de
protestar ese tipo de decisiones es pedorreándose lejos de los jefes y
patrones, de tal manera que no perciban el olor con sus hipersensibles
narices.
II
Odilón abandonó sus prácticas en “Noticias frescas” el día
en que, como buen becario, le llevó un café y un panecillo de cierta tienda de
autoservicio al director general del periódico, a quien por razones de
confidencialidad, solo llamaremos Raymundo Valadez. Entró a la oficina, donde
se celebraba una junta editorial. Algunos jefes de sección y subalternos
incondicionales del jefe, incluyendo al editor de economía, estaban presentes.
- ¿Se acuerdan de esta vieja, la que sale dando noticias en
la tele?. Pues yo la vi un día y lo primero que le dije fue, “mamacita, con ese
culo bien podrías cagar bombones”. – narró Raymundo
Jajajajaja, asintieron los presentes.
- ¿Y saben lo que me respondió? – continuó el director con la historia – “viejo
pelado, ya sé quién eres, te mataré en el noticiero, hijo de la chingada”. Pero
yo le comenté, “mejor mátame a pedos, que quiero morir hediondo”.
Jajajajaja, aprobaron los presentes, en las que estaban tres
o cuatro mujeres.
Pero hubo uno que no hizo jajajajaja, y el director, a quien
le gustaba que todos respondieron con jajajajaja a cualquiera de sus chistes o
historias, lo notó.
- Y usted por qué no se ríe de mi historia, ¿eh? – le
preguntó, sin nada de jajajajaja, Raymundo Valadez.
Odilón se caracterizaba por ser sincero.
- Por qué no me parece graciosa – replicó – Además, solo
vine a dejarle su café y su pan. Adiós.
Como dos horas después, el director lo llama a solas en su
oficina. Lo invitó a sentarse y le dijo.
- Me gusta su sinceridad. Usted es honesto, no es como mis
aduladores que se ríen de todo para escalar posiciones en el periódico, o para
evitar que yo los corra, haciéndoles firmar la renuncia. Pero al final, usted
entenderá que uno se tiene que reír de muchas cosas, aunque no sean graciosas,
con tal de sobrevivir en este entorno lleno de lágrimas.
Nuestro joven prospecto de periodista no entendía muy bien
aquellas palabras, pero no pidió aclaraciones. Solo atinó a decir “gracias”.
Raymundo Valadez prosiguió y se puso a divagar
- Juventud, divino tesoro. Cómo quisiera ser joven como
usted, tener esa vitalidad, esos sueños. ¿Sabe?, yo a su edad era bastante
guapo y había varias periodistas que morían por mí. ¿Usted tiene novia?, no me lo
tome a mal, eso que dije de la mujer del noticiero no es literal, lo que pasa
es que me gusta jugar un poco. Las mujeres son bellas, son divinas, nada
podríamos hacer sin ellas, ¿no cree?.
- Ajá – respondió Odilón
- Bueno, solo quería conocerle – dijo el director con tono
suave – ya puede irse a trabajar tranquilamente, que hay que desquitar el
sueldo, ¿eh?
Odilón, como ya dijimos, era sincero. Demasiado.
- Pues la verdad no recibo ningún sueldo. Soy practicante,
yo pongo todo de mi dinero, camiones, recargas a celular, comidas. Me gustaría
tener algún apoyo económico – señaló.
Raymundo Valadez le entregó una gran lección, con
consecuencias perdurables para la posterior historia y leyenda del Caganotas.
- De niños, no aprendíamos a controlar el culo, y pues nos
cagábamos en cualquier lado, por eso usábamos pañales. Pero los adultos tenemos
la capacidad de aguantar la mierda un rato más mientras buscamos un baño donde tirar
la nutria. La clave de esta profesión es saber el momento adecuado y
conveniente para soltar la mierda, pero para eso se necesita haber almacenado
muchos excrementos previamente. Usted está en la época donde está comiendo
mucho para finalmente cagar todo de una vez. Tenga paciencia, pronto llegará el
momento en que podrá soltar toda su diarrea al mundo, y ser recompensando por
ello. Joven, debe entender que en cualquier trabajo, se necesita estar
estreñido y cagar piedras para entender el disfrute de un buen zurrar.
Al día siguiente, Odilón revisaba las secciones de empleo.
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