Por Andrés Gallegos
2010
Ocotlán
Mucha de mi buena historia lectora se debe a las
recomendaciones de otros. Un amigo, Gonzalo Jáuregui, me regaló el primer volumen
de “Memoria del Fuego” con descripción mitológica.
- Es la mejor
combinación de historia y literatura. Galeano es breve, es poético y entrega
mucha información. Debes leerlo, Gallegos.
Abrí el libro con la curiosidad del que agarra dulces en un
tazón. Esos caramelos de media página se convirtieron en una indigestión de
azúcar. El escritor uruguayo es fiel exégeta del teorema “lo bueno, si breve,
dos veces bueno”. Concisión más
contenido, así definiría el libro, no exento de poesía.
Eduardo Galeano se reconoce un pésimo estudiante de historia
en el prólogo de “Memoria del Fuego”. Pero escribió sobre ella para devolverle “el
aliento, la libertad y la palabra”. Con esto entendí que las mejores creaciones
literarias surgen de los aconteceres desgraciados. El ajuste de cuentas es una
musa muy seductora. Gracias a Galeano por aniquilar las enseñanzas de su pasado.
América Latina es un continente abrumado por su pasado
oficioso, corrompido, petrificado en monumentos y ceremonias cívicas. “Memoria
del Fuego” reivindica el pasado, platica con él y le extrae sus mejores
narraciones. Historias de despojo, de rebeldía, de amor. La literatura cuenta estas
verdades como si fueran una ensoñación. De allí que sea tan difícil encasillar
al libro como “histórico”.
Las primeras culturas enseñaban el pasado como una narrativa
protagonizada por fuerzas sobrenaturales. En Galeano, lo sobrenatural es
encarnado por protagonistas de carne y hueso. Por eso son tan atractivos de
leer. Los tres tomos de “Memoria de Fuego” son esa tradición mitológica de
Latinoamérica registrada en papel.
Gracias Gonzalo por la recomendación.
2011
Ocotlán
El activista de sofá nunca trató bien al balón. Nadie le
daba un pase en las “cascaritas” y cuando le entregaban el esférico como
limosna, la rajaba de cicatrices negras con sus puntapiés toscos. Las maderas
que no agarraron el barniz se volvieron tablones con astillas. Ahora despotrica
sus traumas de juego con increpaciones a ese tonto deporte que aliena las
conciencias del proletariado.
Por eso los futboleros agradecemos que personas inteligentes
como Eduardo Galeano nos defiendan. “El Futbol a Sol y Sombra” le devuelve al
deporte su fisonomía juguetona, infantil, alegre. El músico uruguayo celebra
con cantos de carnaval la festividad una actividad que está volviéndose seria y
pedante. Cuando el aficionado quiera
hallar explicación teórica a sus gritos y sufrimientos, el libro de Galeano es
una base explicativa para encontrar razones a la emoción.
Mis amigos aficionados al balompié tienen este libro de
cabecera. Sienten que Galeano es un camarada que los comprende, un conversador
que los acompaña al estadio para desarrollar interminables discusiones sobre el
balón. A falta de faros literarios que iluminen la narración del futbol, los
que aman la lectura se agarran a los pocos valientes que se atreven a sacar al
balompié del underground cultural.
Dejen que Galeano y el futbol nos sigan distrayendo. Si fuéramos
tan estúpidos como nos describen los resentidos que eran elegidos al último en
los recreos, no leeríamos textos como “El futbol a sol y sombra”. Mejor agarren
un balón y denle dirección a portería, para que “la de gajos” deje de aburrirse
de ustedes.
Veinte años después de publicarse el libro, Fidel Castro todavía vive. Ni la CIA ni
Estados Unidos lograron acabar con su vida.
2012
Guadalajara
Cuando Gulliver fue desterrado de
la tierra de los houyhnhnms, agarró tanto desprecio al hombre que se pasó el
resto de su vida hablando con los caballos. “Patas arriba: la escuela del mundo
al revés”, es un libro que acrecienta la misantropía. Tantos ejemplos de
insensatez e histeria en el comportamiento social dibujan al hombre como los
yahoos irracionales de la obra de Jonathan Swift.
La lectura en PDF no fue el único
desgaste visual que tuve. La infancia desamparada, el desigual reparto de los
recursos económicos, el consumismo desaforado, la cultura del miedo tan
inherente a la persona que lo siente tan normal como comer o dormir, son
ejemplos de esa escuela del absurdo en que se educa la gente. Historias y
anécdotas revisten una descripción de infamias.
“Patas arriba…” es una lectura
ideal para sentirse incómodo. Los escozores y picores se aposentan en la cabeza
cuando pasas la vista por las páginas de este libro. Estas atestiguando la
mejor demostración de la impotencia. De personas que se dicen racionales e
inteligentes, y sin embargo, hacen todo el esfuerzo por volverse estúpidos.
Táchenme de loco, pero este sería
un buen libro para los niños. Con una mente de paracaídas, son los que mejor
aprenderían el contenido de la obra de Galeano. Porque juzgarán a los adultos y
sus torpezas y su mala conducta. Y tal vez, podrían ser mejores ciudadanos con
una lectura interiorizada desde la infancia, la edad donde mejor se aprenden
las cosas.
Hoy la gente no respeta nada, no tiene
virtudes y corrompe la ley. El santurrón de Al Capone, criminal de carrera,
denuncia los delitos aún no castigados de la sociedad que se siente virtuosa
por no pisar la cárcel.
2015
Guadalajara
El penúltimo libro de Eduardo
Galeano, “Los Hijos de los Días”, confirma al uruguayo como un escritor de
compromiso.
Pocos escritores ligan sus
palabras a la narración de los excluidos y la denuncia de los que excluyen.
La crítica de los racismos y
machismos, la denuncia de los excesos intelectuales, el ataque al colonialismo
y los abusos de poder. Toda esta rebeldía está presente en la obra de Galeano.
Los escritores menospreciados,
los adelantados a su época, las mujeres que ganaron en un mundo destinado a los
hombres, los estudiosos que transformaron su realidad, los defensores de los
pobres y las causas justas. Todos estos casos de éxito son valorados por la
pluma del periodista charrúa.
Son tantas las historias que
contó Eduardo Galeano, que no caben en un año calendario. “Los Hijos de los
Días” es apenas un resumen de toda una vida literaria.
La gente se muere. Hoy le tocó al
uruguayo, como nos tocará a todos. Pero sus libros siempre serán hijos de los
días, presentes y futuros.
POSDATA: También murió Günter Grass, escritor alemán, premio
Nobel de Literatura en 1998. Aunque tengo “El Tambor de Hojalata” en mi
biblioteca, aún no me he dado tiempo de leerlo. Espero hacerlo pronto.
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