lunes, 13 de abril de 2015

Memoria de Eduardo Galeano

Por Andrés Gallegos
2010
Ocotlán

Mucha de mi buena historia lectora se debe a las recomendaciones de otros. Un amigo, Gonzalo Jáuregui, me regaló el primer volumen de “Memoria del Fuego” con descripción mitológica.

 - Es la mejor combinación de historia y literatura. Galeano es breve, es poético y entrega mucha información. Debes leerlo, Gallegos.

Abrí el libro con la curiosidad del que agarra dulces en un tazón. Esos caramelos de media página se convirtieron en una indigestión de azúcar. El escritor uruguayo es fiel exégeta del teorema “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.  Concisión más contenido, así definiría el libro, no exento de poesía.

Eduardo Galeano se reconoce un pésimo estudiante de historia en el prólogo de “Memoria del Fuego”. Pero escribió sobre ella para devolverle “el aliento, la libertad y la palabra”. Con esto entendí que las mejores creaciones literarias surgen de los aconteceres desgraciados. El ajuste de cuentas es una musa muy seductora. Gracias a Galeano por aniquilar las enseñanzas de su pasado.

América Latina es un continente abrumado por su pasado oficioso, corrompido, petrificado en monumentos y ceremonias cívicas. “Memoria del Fuego” reivindica el pasado, platica con él y le extrae sus mejores narraciones. Historias de despojo, de rebeldía, de amor. La literatura cuenta estas verdades como si fueran una ensoñación. De allí que sea tan difícil encasillar al libro como “histórico”.

Las primeras culturas enseñaban el pasado como una narrativa protagonizada por fuerzas sobrenaturales. En Galeano, lo sobrenatural es encarnado por protagonistas de carne y hueso. Por eso son tan atractivos de leer. Los tres tomos de “Memoria de Fuego” son esa tradición mitológica de Latinoamérica registrada en papel.

Gracias Gonzalo por la recomendación. 

2011
Ocotlán

El activista de sofá nunca trató bien al balón. Nadie le daba un pase en las “cascaritas” y cuando le entregaban el esférico como limosna, la rajaba de cicatrices negras con sus puntapiés toscos. Las maderas que no agarraron el barniz se volvieron tablones con astillas. Ahora despotrica sus traumas de juego con increpaciones a ese tonto deporte que aliena las conciencias del proletariado.

Por eso los futboleros agradecemos que personas inteligentes como Eduardo Galeano nos defiendan. “El Futbol a Sol y Sombra” le devuelve al deporte su fisonomía juguetona, infantil, alegre. El músico uruguayo celebra con cantos de carnaval la festividad una actividad que está volviéndose seria y pedante.  Cuando el aficionado quiera hallar explicación teórica a sus gritos y sufrimientos, el libro de Galeano es una base explicativa para encontrar razones a la emoción.

Mis amigos aficionados al balompié tienen este libro de cabecera. Sienten que Galeano es un camarada que los comprende, un conversador que los acompaña al estadio para desarrollar interminables discusiones sobre el balón. A falta de faros literarios que iluminen la narración del futbol, los que aman la lectura se agarran a los pocos valientes que se atreven a sacar al balompié del underground cultural.

Dejen que Galeano y el futbol nos sigan distrayendo. Si fuéramos tan estúpidos como nos describen los resentidos que eran elegidos al último en los recreos, no leeríamos textos como “El futbol a sol y sombra”. Mejor agarren un balón y denle dirección a portería, para que “la de gajos” deje de aburrirse de ustedes.

Veinte años después de publicarse el libro,  Fidel Castro todavía vive. Ni la CIA ni Estados Unidos lograron acabar con su vida.

2012
Guadalajara

Cuando Gulliver fue desterrado de la tierra de los houyhnhnms, agarró tanto desprecio al hombre que se pasó el resto de su vida hablando con los caballos. “Patas arriba: la escuela del mundo al revés”, es un libro que acrecienta la misantropía. Tantos ejemplos de insensatez e histeria en el comportamiento social dibujan al hombre como los yahoos irracionales de la obra de Jonathan Swift.

La lectura en PDF no fue el único desgaste visual que tuve. La infancia desamparada, el desigual reparto de los recursos económicos, el consumismo desaforado, la cultura del miedo tan inherente a la persona que lo siente tan normal como comer o dormir, son ejemplos de esa escuela del absurdo en que se educa la gente. Historias y anécdotas revisten una descripción de infamias.

“Patas arriba…” es una lectura ideal para sentirse incómodo. Los escozores y picores se aposentan en la cabeza cuando pasas la vista por las páginas de este libro. Estas atestiguando la mejor demostración de la impotencia. De personas que se dicen racionales e inteligentes, y sin embargo, hacen todo el esfuerzo por volverse estúpidos.

Táchenme de loco, pero este sería un buen libro para los niños. Con una mente de paracaídas, son los que mejor aprenderían el contenido de la obra de Galeano. Porque juzgarán a los adultos y sus torpezas y su mala conducta. Y tal vez, podrían ser mejores ciudadanos con una lectura interiorizada desde la infancia, la edad donde mejor se aprenden las cosas.

Hoy la gente no respeta nada, no tiene virtudes y corrompe la ley. El santurrón de Al Capone, criminal de carrera, denuncia los delitos aún no castigados de la sociedad que se siente virtuosa por no pisar la cárcel.

2015
Guadalajara

El penúltimo libro de Eduardo Galeano, “Los Hijos de los Días”, confirma al uruguayo como un escritor de compromiso.

Pocos escritores ligan sus palabras a la narración de los excluidos y la denuncia de los que excluyen.

La crítica de los racismos y machismos, la denuncia de los excesos intelectuales, el ataque al colonialismo y los abusos de poder. Toda esta rebeldía está presente en la obra de Galeano.

Los escritores menospreciados, los adelantados a su época, las mujeres que ganaron en un mundo destinado a los hombres, los estudiosos que transformaron su realidad, los defensores de los pobres y las causas justas. Todos estos casos de éxito son valorados por la pluma del periodista charrúa.

Son tantas las historias que contó Eduardo Galeano, que no caben en un año calendario. “Los Hijos de los Días” es apenas un resumen de toda una vida literaria.

La gente se muere. Hoy le tocó al uruguayo, como nos tocará a todos. Pero sus libros siempre serán hijos de los días, presentes y futuros.



POSDATA: También murió Günter Grass, escritor alemán, premio Nobel de Literatura en 1998. Aunque tengo “El Tambor de Hojalata” en mi biblioteca, aún no me he dado tiempo de leerlo. Espero hacerlo pronto.

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