martes, 8 de mayo de 2012

Cinco de las peores películas que he visto.


Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

El séptimo arte, incubadora de grandes historias, también es caldo de cultivo para microbios e infecciones virales convertidas en películas terribles. Carretadas de celuloide que debieron quemarse, millones de dólares tirados a la basura y el tiempo desperdiciado que no volverá, son el resumen de muchos filmes que sólo aumentan la obscenidad de una industria enfocada en los ingresos fáciles sobre la calidad, sostenidas en un público que decide ver esta clase de historias. Dentro de ese público, un servidor ha contribuido a la disminución de neuronas en su cerebro, apoyando estas demostraciones de impudicia y sinrazón. A continuación, cinco de las peores películas que he visto.

1.- Zapata: el sueño del héroe

Emiliano Zapata puede comunicarse con los caballos con solo mirarlos y es descendiente directo de la estirpe de Cuauhtémoc, ya que le queman los pies al igual que al último tlatoani azteca. Un pastiche de astrología, chamanismo y falta de apego a una mínima coherencia histórica tiran por la borda la poca credibilidad de Alfonso Arau como director de cine, en un filme lleno de actuaciones bochornosas y un guión lleno de balas tranquilizadoras para animales salvajes. La prensa elevó el status de la película tan rápido como la denostaron después de su proyección en 2004.

El cantante Alejandro Fernández demostró un amaneramiento involuntario en su personaje, y Lucero fue la parte cómica de la película con su ridículo acento español. Jesús Ochoa, por su parte, nos deleita en su papel de Victoriano Huerta, con una miscelánea de diálogos arrastrados por una voz silente, mirada extraviada al firmamento y repetición compulsiva de risitas diabólicas. Los resultados en pantalla demostraron la caducidad de un director que cuatro años antes puso en serio peligro la credibilidad de Woody Allen en “Cachitos Picantes”, película olvidable donde el comediante interpreto a un marido judío cornudo que mató a su mujer y la cortó en trozos. Y todavía hay gente que cree en Arau.  

2.- Gol 2

Soy un gran fanático del futbol (se puede constar en mi otro blog: ceroaceroesbostezar.blogspot.mx). Pero esta película es una telenovela de dos horas con algunas escenas editadas de partidos de futbol. Santiago Muñez, interpretado por el actor mexicano Kuno Becker,  es transferido  al Real Madrid mientras el raquítico guión es alimentado de situaciones melodramáticas. El protagonista se enreda con una conductora de televisión que le zorrea minuto si y minuto también, conoce a un hermano perdido, choca su auto en una calle de Madrid, y pierde el amor de su novia inglesa. Una historia digna de escritores de historietas baratas de periodicidad semanal.

La edición de los partidos es horrenda, demostrando que era más emocionante ver videos en You Tube sobre la Champions League del Real Madrid en 2006 que pagar la entrada para ver la película. Llegó un momento en que nada de lo que hacían los personajes te llamaba la atención y ni siquiera el futbol capta el interés al final, con final inverosímil típico de esta clase de películas. Ni siquiera los cameos de Zidane, Beckham o Raúl salvan el colapso. Gol 1 era un churro digerible, pero Gol 2 es una diarrea cinematográfica. Hay quienes dicen que Gol 3, la rúbrica de esta trilogía de cintas, sacada directamente a DVD y que narra la historia de dos ingleses que juegan el Mundial de Alemania 2006 con su selección, es peor.  Prefiero no comprobarlo.

3.- Dr. Dolittle 2

La película perfecta para dormir a niños hiperactivos y castigar a infantes latosos, la secuela del doctor que habla con los animales es perfecta para curar el insomnio y comprobar que Eddie Murphy dejó de ser gracioso hace más de una década (o tal vez nunca lo fue). La comedia física y de muecas sólo provoca grandes bostezos en los espectadores  y la interacción entre Murphy y los animales es un interminable tratado de desprecio mutuo, pues la química que se pretende con los personajes deviene en combustión espontánea.

La historia es simple, los animales del bosque le piden a su amigo Dolittle que luche contra la deforestación que pretende realizar una empresa. Por lo demás, el guión es una enorme zanja de 81 minutos donde las risas, que debían provenir de Eddie Murphy y sus diálogos con los animales parlantes, se tropiezan en un letargo profundo. Festival de cabezas oscilantes y ojos entrecerrados, la cinta familiar se convirtió en un infomercial para trasnochadores. Eddie Murphy luego haría bodrios como “Pluto Nash”, una coladera en la que Warner Brothers gastó 100 millones de dólares (de los cuales 20 millones se embolsó el actor afroamericano), y sólo recuperó tres.

4.- Adivina con quién salgo o Mr.Woodcock

Lo malo de ver películas en los camiones es que no puedes elegirlas. Un día, mientras iba a estudiar a Ocotlán, mientras la noche impedía matar el tiempo leyendo o viendo el paisaje, me topé con las aventuras de Mr. Woodcock, un profesor rudo de educación física que corteja a la madre de un ex alumno suyo que lo detesta.  Hacía falta la luz, tanto en el camión como en el filme, ya fuera para hacer otra cosa en el viaje o para que la película se volviera interesante por alguna experiencia espiritual.

Lo malo de ver películas en los camiones es  estar despierto. Apoyar la cabeza en el respaldo para atraer el sueño y que este, reacio, no llegue a ti. Entonces te abandona y te deja a merced de la decadencia de Billy Bob Thornton y Susan Sarandon (ganadora del Oscar como mejor actriz), y la estupidez del papel de Sean William Scott, actor mejor conocido por sus intervenciones de chico guaperas en American Pie, el tratamiento Ludovico de cerebros adolescentes más eficaz  de todo el mundo.  Los estereotipos americanos suceden uno tras otro como pasarela de Miss Universo: el profesor macarra que hace la vida imposible a sus alumnos, el niño gordo de la clase del que todos se ríen de él, el cultivo de la imagen y el éxito publicitario como la estrella de Oriente de los jóvenes estadounidenses, y las caras estreñidas de los actores al momento de recibir golpes. Hora y media sin una sola risa. El entretenimiento fácil volvió por sus fueros.

Lo malo de ver películas en los camiones es simplemente verlas. Hacer lo que se pueda, como llevar una botella de cloroformo o pastillas de Zanax, en vez de participar en la dudosa calidad del cine de viajes. Por cierto, recordé que Sean William Scott también participó en Los Duques de Hazzard y Jackass 3D. Un dato muy explicativo.

5.- Chiquito pero peligroso

Un crítico dijo de este filme que provocaba menos risas que “La lista de Schindler”. Se quedó corto. No sólo no es divertido, sino que es una invitación al azote. Sus escenas cómicas dan asco y sus chistes dan pena ajena, de ese tipo de vergüenza que hace que veas la película de reojo, tapándote la cara con el antebrazo y con tus manos sudorosas, atenazadas con fuerza en el asiento. Los hermanitos Wayans, los tres chiflados del cine de Hollywood, atacan con otro producto para débiles mentales, como si “¿Y dónde están las rubias?” y la franquicia  “Scary Movie”  no han sido suficientes para perpetuar el ejército de púberes con acné que ríen idiotizados cualquier gracia. Pero más tonto yo, por ver esta... rapsodia a los golpes en los huevos.

Keenen Ivory desde la dirección,  Marlon y Shawn desde la actuación, trabajan en conjunto para entregarnos una plasta de engrudo donde, si metemos la mano muy hasta el fondo, encontraremos los indicios de un guión cinematográfico. Un hombre pequeño y un hombre de estatura promedio, ambos anormales, son unos rateros que roban un diamante. Con la policía tras de ellos, esconden la joya en una casa. Da la casualidad de que en esa casa vive una pareja que desea tener un hijo, y los ladrones aprovechan para presentar al enano como un bebé recién nacido. El resto, una sucesión de chistes y gags sobre fluidos del cuerpo, con alusiones al sexo y a la mujer como objeto para tener sexo con ella, el enano agarrándole las tetas a la esposa y primerísimos planos a traseros y escotes. En resumen, mierda, culos, miados, vaginas y testículos abollados, se reúnen para dejar maloliente toda la película y provocar naúseas y vómitos en quien esto escribe. El final sólo es la cúspide de todo el cerro de desechos equinos que los hermanos Wayans prepararon a sus espectadores.

Este purgante cinematográfico fue reconocido como la película con peor actor, peor reparto y peor remake, en el año 2006. Tres Razzies ganados a toda ley. 

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