Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
NOTA: Este texto fue una dedicatoria a mi padre como parte de un aniversario que celebró como miembro de la organización Alcohólicos Anónimos. Pero lo suscrito aquí tiene igual validez para un día como hoy. Sin más que agregar, aquí está la carta.
Documentar los deslices
neurológicos de mi padre y convertirlos en un homenaje de aniversario es una
labor difícil. El humor negro que se pretende dar a estas situaciones,
fácilmente se confundiría con algún resentimiento olvidado o en un reproche
enmascarado en una sonrisa. Por otro lado, es muy sencillo lanzar dardos
irónicos hacia la otra persona, pero esos proyectiles humorísticos, dirigidas
en búmeran hacia el que esto escribe, ocasionan indigestiones y una que otra
mueca reseca, embarazosa. Comprendo si para muchos de ustedes sea desagradable
que usen tus defectos como exhibicionismo nudista, pero siendo sinceros, muchos de nosotros
presumimos la salud de nuestro aparato bucal mientras masticamos con dentadura
postiza y labios de colágeno. De allí la burla como escarnio de nuestras
miserias. Entiendo que AA no es un club de comedia (es mucho menos divertido
aunque con el mismo número de cigarros encendidos), pero a petición expresa del
festejado, pongo a su disposición su miscelánea de chucherías con la risa
amargada que Dios me regaló, esa risa que utilizamos para no llorar.
A lo mejor muchos de ustedes se
preguntarán, ¿Cómo sobreviviste a semejantes desplantes dignos de la
psiquiatría?, ¿tus nervios no estarán abollados, paralíticos, al borde de la insania,
pidiendo asilo en un hospital mental?.
Con la ayuda de Dios, sería una respuesta adecuada para salir del paso.
Pero hay veces en que los enojos del homenajeado son tan repetidos, rutinarios
y frecuentes, que me han llevado a pensar en que el Ser Supremo pidió refugio
en un manicomio celestial, harto de los deslices de su creación terrenal. Si no
utilizo camisa de fuerza es porque, de un modo u otro, la locura de los padres
se traspasa a los hijos sin posibilidad de devoluciones. La rutina del reloj
cuyas manecillas recorren la misma ruta desde siempre reemplaza a la sorpresa,
y aprendes a convivir con esas neurosis. Por más que me esforcé por
desprenderme de mi padre, este me sigue a todas partes. Reconozco que yo y mi
progenitor somos uno sólo en la locura, y es entonces cuando de verdad lo
aprendes a amar, porque es un ser humano que no perdió la capacidad de amar.
Cálmate un poco más, padre, sólo
es una petición. Haces huracanes allí donde hay chubascos. Si le bajas una
rayita a tu ánimo, perderás puntos en la lista de espera para ser atendido por
el cardiólogo. Hay días que, de tan molesto que llegas a la casa, uno ni te
puede tocar, con el temor de que el león salga de la jaula y se coma a su
esposa e hijo. Te enojas si hay un objeto ubicado un milímetro fuera de su
sitio, como si molestarte provocara que ese objeto regresara a su lugar.
Tranquilo, padre, en este tu aniversario, si el café que te sirvieron está
amargo o si la cuchara no está bien lavada. Te lo pedimos todos, familiares,
amigos, compañeros y hasta desconocidos. Tu carácter no puede perder tiempo
descabezando las cabezas de las gallinas y la cola de los gatos.
Si desean conocer la furia en
persona, les recomiendo poner manos a la obra en las siguientes operaciones.
Agarren una bolsa de plástico y sacúdanla para generar conciertos sonoros que
revienten los tímpanos y la tranquilidad ideal de mi padre será témpano
derretido. Laven los trastes de tal modo que los residuos olorosos del huevo se
impregnen en la totalidad de los platos y las manchas de café matutino
languidezcan en el lavaplatos. Escondan algún objeto que mi padre necesite
encontrar, y tendrán una casa con los roperos tumbados en el suelo, además de
una pared convaleciente de la frustración de tamaña expedición. Intenten toser,
secarse la nariz de mocos o tener una leve respiración entrecortada, porque la
molestia de mi padre logrará agravar los síntomas, diagnosticando cáncer donde
hay un simple catarro. También pueden hacerlo enojar apagando el ventilador en
olas de calor (que son los 365 días del año), atiborrando su celular de
llamadas perdidas (creerá que lo persigue la CIA), usando los pantalones como
frigoríficos del culo o cruzando la calle en puentes peatonales.
Claro está que hubiera preferido
a un papá menos temperamental. Pero no hubiera sido mi padre, entonces. Porque
incluso, llego a tomar sus defectos como virtudes, y prefiero pensar de manera
clara allí donde sólo se presentan los tonos oscuros. Si mi papá se embroncaba
con Juanito de la chingada, decía que no era un buscapleitos, sino un hombre
valiente, sin temor a nada. Cada vez que alzaba la voz, todavía en los momentos
en que aumentaba el volumen en mi presencia, sentía que me encontraba ante una
pirámide de hierro, sin flaquezas ni agujeros. Cada enojo tuyo tenía una razón
de ser, y cada insignificancia que producía incandescente magma en tu carácter
volcánico, era tema de hazaña y cantos populares. Te sigo mirando con ojos de
hijo, de allí lo difícil que me resulte ser objetivo con tu comportamiento.
Hoy aprovecho para compartir una inquietud personal. Se supone que este es un
centro de recuperación, pero me mintieron todo este tiempo. Mi papá va a
recuperarse y llega todavía más enojado, como si este grupo solo funcionara para
agitar las cabezas de los alcohólicos recuperados. Y si va con mi mamá, la
situación se agrava, porque tengo una doble locura vagando en la casa. Pero,
después de serenarme, recuerdo que este grupo es el ideal para un hombre como
mi padre. Porque tal zoología de libidinosos, derrochadores, apretados,
frígidas, groseros, reventados, embusteros, impotentes y habladores, son la
compañía ideal para reducir tanta locura paternal. Tal colección de defectos ha
obligado a mi padre a verse menos loco que ustedes, y este reto lo motiva a
seguir sobrio. Gracias a todos ustedes por soportar a mi padre, y ayudarlo a
crecer. Y te felicitó a ti, padre, porque no te tomas estas palabras en serio,
y comprendes que, pese a la mofa que pueda realizar de tu persona, eres mi padre
y esa es razón suficiente para quererte mucho.
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