Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
I
En Tláhuac, la turba mata a dos
policías y deja maltrecho a un tercero. Para los linchadores, eran violadores
de niños. Un matrimonio propagó el pitazo.
Una película que me impacto en el
bachillerato fue Canoa, de Felipe Cazals. Tres estudiantes mueren a manos de
una chusma azuzada por el cura de la iglesia de San Miguel Canoa. Para los
linchadores, eran comunistas.
Vidas inocentes se apagan por el
ánimo encendido de la muchedumbre. Hacer justicia es una declaración de guerra.
La gente suelta a Barrabás mientras los garrotes se lavan con sangre justa.
Una justificación del
linchamiento es la inseguridad pública. Si los policías no hacen su chamba,
nosotros actuaremos por ellos. En lugares donde la delincuencia tiene patente
de corso, la paranoia se eleva y cualquier cambio de dirección del viento
significa temporada de huracanes.
Siento desconfiar del efecto
purificador de las turbas enfurecidas. No actúan por un pretendido interés de
salvaguardar la tranquilidad de sus hogares. La dinamita se prende únicamente
con un fósforo. Las motivaciones enmascaradas de algunos se vuelcan sobre la
acción mal encausada de las mayorías.
II
Los niños bien portados son los
que permanecen sentados. Esa es la única disciplina conocida por algunos
profesores de primaria y secundaria. Un salón en silencio, con los traseros
pegados a la silla. Para estos maestros, eso equivale a orden.
Esta clase de docentes son felices
enseñando al dictado. Les aterran las actividades en equipo. Los pupitres se
desalinean y el rechinido agudo exhalado al trasladarlos de un lugar a otro
aturde los oídos sensibles de los profesores.
La mayéutica brilla por su
ausencia. El profesor dice, el alumno asienta. Las manos permanecen asidas una
a la otra, escondidas debajo de la mesa. Darle la participación a un niño es el
prólogo del relajo y la norma de buena conducta es guardar silencio absoluto.
El absoluto se recalca, por si no quedó claro.
En la primaria tuve un profesor
llamado Eliseo. Un día le agradé. No hablaba con nadie, pero dialogaba a solas.
Ese día me propuse cerrar la boca totalmente y el maestro me felicitó en
público. Era un infante muy bien portado.
Los niños se convierten en adultos
y trasladan la filosofía de estos maestros a sus hijos. No salgas, no hables
con extraños, quédate tranquilito viendo la tele. Bien portado.
III
Cuando me preguntan si existe
Dios, por lo general respondo afirmativamente. Sin embargo, resulta complicado
explicar los argumentos de mi réplica.
Para afrontar este problema, dejo
de lado cuestiones racionales, lógicas o filosóficas de gran calado. Mis
motivaciones eluden la satisfacción ajena. La resolución de la existencia
divina posee un significado íntimo, personal.
Dios no se entiende por medios
racionales. Algunos argumentos de este tipo, como la Primera Causa, resultan
falibles. Debemos preguntar, como John Stuart Mill, ¿quién hizo a Dios?. La apuesta de Blaise Pascal sobre Dios (si
crees en Él y existe, ganas) me parece una pérdida de tiempo. Dios no es una
tasa de cambio del Dow Jones o ludopatía de casino. Las religiones tratan de
imponer su propia visión divina, negando las otras. ¿Cuál es el Dios verdadero,
el musulmán, el cristiano, el judío? Esa pregunta ha provocado millones de
muertes a lo largo de la historia.
La respuesta a la existencia
divina podría encontrarse en la mística. Dios no se piensa, se siente. Ese
descubrimiento únicamente se puede corroborar individualmente, mediante una
experiencia religiosa. Esa verdad, repito, equivale sólo a esa persona. Es una
postura más bien cercana a la de William James y su empirismo radical. Si Dios
es la verdad que ayuda al creyente en su vida, Dios existe.
El acercamiento a Dios, en muchas ocasiones, se suscita de modo similar a esta frase: “No hay Dios en las
trincheras”. Cuando el hombre o la mujer no encuentran asidero en sus vidas,
enfrente de una situación límite, aflora un sentimiento religioso
indescriptible. Como le sucedió a Martín Lutero en su época de seminarista o al
mismo Pascal. La catarsis del hombre se sublima a un ente superior.
IV
La revolución debía
disciplinarse. Un grupo de bandoleros se disputaban la silla presidencial a
balazos, como les enseñó la lucha armada. Madero, Obregón, Villa, Zapata,
Carranza, fueron devorados por las balas de la reyerta mexicana, atiborrada de
traidores. El general Calles fundó un
ornamento institucional para gobernar al país. Así nació el posterior
PRI, en ese momento Partido Nacional Revolucionario.
Durante 70 años, el PRI le enseñó
al país un modo particular de gobernar imperativo aún después del triunfo de
Vicente Fox en 2000. Sindicatos
“charros” como perfectos besamanos del gobierno en turno. Burócratas votando en
masa por el partido oficial. Fraudes patrióticos. Intelectuales seducidos por
puestos diplomáticos y nombramientos rimbombantes sin poder. Campesinos con
tierras improductivas. Obreros marchando como ganado en los mítines del
candidato oficial. Millonarios vividores del presupuesto público, con contratos
jugosos y concesiones favorables. Prensa servil al imperio sexenal.
Fox y el PAN tuvieron una
oportunidad histórica para debilitar al PRI en su presidencia. El bigotón y
varios panistas acabaron apoyando al candidato tricolor el año pasado. La
oposición de izquierda, formada por varios expriístas, no se independiza de sus
raíces. #YoSoy132 resultó un buen intento para avivar la crítica al partido de
los dinosaurios, hasta que la iniciativa se devoró a sí misma.
Peña Nieto regresó al PRI a Los
Pinos. Las viejas prácticas continúan. Gonzalo N. Santos y otros caciques encontraron
sustitutos en los Granier o Moreira. La república priista se restaura, aunque
con regiones fracturadas controladas por el narcotráfico, juez y parte de las
vidas de millones de mexicanos.
V
Veo “El chapulín colorado” y “El
chavo del ocho”. Me siguen haciendo reír. Entonces debo ser un imbécil.
La comedia de Chespirito es
vilipendiada. Los chistes son repetitivos hasta el hartazgo. Sus personajes son
brutos, vanidosos, iracundos. Don Ramón debe la renta y fabrica mil y una
tretas para escapar del Señor Barriga. Se hace mofa de los gordos, de los
escuálidos, de las piernas de chichicuilote, de la fealdad del prójimo. La
violencia es excesiva, los pelotazos duelen como yunques, el Chavo persigue a
Quico con una escoba, con un ladrillo; al Señor Barriga siempre lo reciben con
martillazos y troncos de madera. Como el Chavo siempre desea una torta de
jamón, lo acusan de poco ambicioso y de vivir feliz en la pobreza.
Y sin embargo, los guiones de
Gómez Bolaños traspasaron fronteras. En Sudamérica lo idolatran. En Brasil a
Don Ramón lo llaman “Seu Madruga” y creen que la vecindad de “Chaves” está
arrinconada en alguna favela de Sao Paulo o Río de Janeiro. De vez en cuando,
se escuchan frases chespiritianas como “no contaban con mi astucia” o “como
digo una cosa digo otra” en el habla cotidiana.
El éxito de Chespirito radica, en
una parte, en las mediaciones sociales ejercidas por la televisión, fenómeno
estudiado entre otros por el comunicólogo Jesús Martín Barbero. Cuando la gente
mira un programa, busca encontrar su vida cotidiana al otro lado de la
pantalla. La vecindad del Chavo se vuelve un símbolo cultural de la vivienda
popular iberoamericana. La vieja de tubos, el desempleado sin gusto por el
trabajo, el niño presumido, el héroe temeroso de la Llorona y las momias, todos
son reales. El mejor modo de afrontar estos caracteres, estos fenómenos culturales,
es burlándose de ellos.
VI
Mi mamá tenía dolores de parto a
los 22 años. El bebé salido de sus entrañas ya tiene 24 y ni siquiera tiene
novia. Soy un “rara avis”. Compañeros de secundaria y bachillerato ya son
padres de familia. Yo todavía vivo en un estado de pubertad permanente.
¿Cómo será la mujer amada? He
adoptado la postura de espera, como una flor en espera de la abeja
polinizadora. Algún día llegará a mí esa mujer, inspiradora de poemas cursis y
leperadas plagiadas a los albañiles. En ese momento me drogaré con oxitocina y
veré a la amada con una perfección obscena. Su mugre será jabón, sus berrinches
gritos de euforia, si todos los hombres y mujeres del modo hacen caca, diré:
“ella sería incapaz de algo tan vulgar y prosaico”.
Tuve una “novia” a mis diez años,
solo le di un beso en la boca y “cortamos” porque preferí quedarme en casa un
domingo. En la preparatoria me interesé por una chica, cuando más me gustaba no
me animé a dar el siguiente paso y cuando dejé que el proto-enamoramiento se evaporara con el
paso del tiempo, la muchacha de mis sueños ya estaba con otro hombre. Mis historias de amor
no alcanzan para llenar una cuartilla. La cuenta del mandado dura más tiempo en
narrarse.
Como dice la canción “Natural
Selection”, del grupo electrónico inglés UNKLE; “Maybe I’ll find the right one
for me”.
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