jueves, 12 de marzo de 2015

Microensayos de chile, mole y pozole

Por Carlos Andrés Gallegos Valdez

I

El linchamiento como justicia popular me parece un acto repulsivo.

En Tláhuac, la turba mata a dos policías y deja maltrecho a un tercero. Para los linchadores, eran violadores de niños. Un matrimonio propagó el pitazo.

Una película que me impacto en el bachillerato fue Canoa, de Felipe Cazals. Tres estudiantes mueren a manos de una chusma azuzada por el cura de la iglesia de San Miguel Canoa. Para los linchadores, eran comunistas.

Vidas inocentes se apagan por el ánimo encendido de la muchedumbre. Hacer justicia es una declaración de guerra. La gente suelta a Barrabás mientras los garrotes se lavan con sangre justa.

Una justificación del linchamiento es la inseguridad pública. Si los policías no hacen su chamba, nosotros actuaremos por ellos. En lugares donde la delincuencia tiene patente de corso, la paranoia se eleva y cualquier cambio de dirección del viento significa temporada de huracanes.

Siento desconfiar del efecto purificador de las turbas enfurecidas. No actúan por un pretendido interés de salvaguardar la tranquilidad de sus hogares. La dinamita se prende únicamente con un fósforo. Las motivaciones enmascaradas de algunos se vuelcan sobre la acción mal encausada de las mayorías.

II

Los niños bien portados son los que permanecen sentados. Esa es la única disciplina conocida por algunos profesores de primaria y secundaria. Un salón en silencio, con los traseros pegados a la silla. Para estos maestros, eso equivale a orden.

Esta clase de docentes son felices enseñando al dictado. Les aterran las actividades en equipo. Los pupitres se desalinean y el rechinido agudo exhalado al trasladarlos de un lugar a otro aturde los oídos sensibles de los profesores.

La mayéutica brilla por su ausencia. El profesor dice, el alumno asienta. Las manos permanecen asidas una a la otra, escondidas debajo de la mesa. Darle la participación a un niño es el prólogo del relajo y la norma de buena conducta es guardar silencio absoluto. El absoluto se recalca, por si no quedó claro.

En la primaria tuve un profesor llamado Eliseo. Un día le agradé. No hablaba con nadie, pero dialogaba a solas. Ese día me propuse cerrar la boca totalmente y el maestro me felicitó en público. Era un infante muy bien portado.

Los niños se convierten en adultos y trasladan la filosofía de estos maestros a sus hijos. No salgas, no hables con extraños, quédate tranquilito viendo la tele. Bien portado.

III

Cuando me preguntan si existe Dios, por lo general respondo afirmativamente. Sin embargo, resulta complicado explicar los argumentos de mi réplica.

Para afrontar este problema, dejo de lado cuestiones racionales, lógicas o filosóficas de gran calado. Mis motivaciones eluden la satisfacción ajena. La resolución de la existencia divina posee un significado íntimo, personal.

Dios no se entiende por medios racionales. Algunos argumentos de este tipo, como la Primera Causa, resultan falibles. Debemos preguntar, como John Stuart Mill, ¿quién hizo a Dios?. La apuesta de Blaise Pascal sobre Dios (si crees en Él y existe, ganas) me parece una pérdida de tiempo. Dios no es una tasa de cambio del Dow Jones o ludopatía de casino. Las religiones tratan de imponer su propia visión divina, negando las otras. ¿Cuál es el Dios verdadero, el musulmán, el cristiano, el judío? Esa pregunta ha provocado millones de muertes a lo largo de la historia.

La respuesta a la existencia divina podría encontrarse en la mística. Dios no se piensa, se siente. Ese descubrimiento únicamente se puede corroborar individualmente, mediante una experiencia religiosa. Esa verdad, repito, equivale sólo a esa persona. Es una postura más bien cercana a la de William James y su empirismo radical. Si Dios es la verdad que ayuda al creyente en su vida, Dios existe.

El acercamiento a Dios, en muchas ocasiones, se suscita de modo similar a esta frase: “No hay Dios en las trincheras”. Cuando el hombre o la mujer no encuentran asidero en sus vidas, enfrente de una situación límite, aflora un sentimiento religioso indescriptible. Como le sucedió a Martín Lutero en su época de seminarista o al mismo Pascal. La catarsis del hombre se sublima a un ente superior.

IV

La revolución debía disciplinarse. Un grupo de bandoleros se disputaban la silla presidencial a balazos, como les enseñó la lucha armada. Madero, Obregón, Villa, Zapata, Carranza, fueron devorados por las balas de la reyerta mexicana, atiborrada de traidores. El general Calles fundó un  ornamento institucional para gobernar al país. Así nació el posterior PRI, en ese momento Partido Nacional Revolucionario.

Durante 70 años, el PRI le enseñó al país un modo particular de gobernar imperativo aún después del triunfo de Vicente Fox en 2000.  Sindicatos “charros” como perfectos besamanos del gobierno en turno. Burócratas votando en masa por el partido oficial. Fraudes patrióticos. Intelectuales seducidos por puestos diplomáticos y nombramientos rimbombantes sin poder. Campesinos con tierras improductivas. Obreros marchando como ganado en los mítines del candidato oficial. Millonarios vividores del presupuesto público, con contratos jugosos y concesiones favorables. Prensa servil al imperio sexenal.

Fox y el PAN tuvieron una oportunidad histórica para debilitar al PRI en su presidencia. El bigotón y varios panistas acabaron apoyando al candidato tricolor el año pasado. La oposición de izquierda, formada por varios expriístas, no se independiza de sus raíces. #YoSoy132 resultó un buen intento para avivar la crítica al partido de los dinosaurios, hasta que la iniciativa se devoró a sí misma.

Peña Nieto regresó al PRI a Los Pinos. Las viejas prácticas continúan. Gonzalo N. Santos y otros caciques encontraron sustitutos en los Granier o Moreira. La república priista se restaura, aunque con regiones fracturadas controladas por el narcotráfico, juez y parte de las vidas de millones de mexicanos.

V

Roberto Gómez Bolaños crío una generación de idiotas. Dicen.

Veo “El chapulín colorado” y “El chavo del ocho”. Me siguen haciendo reír. Entonces debo ser un imbécil.

La comedia de Chespirito es vilipendiada. Los chistes son repetitivos hasta el hartazgo. Sus personajes son brutos, vanidosos, iracundos. Don Ramón debe la renta y fabrica mil y una tretas para escapar del Señor Barriga. Se hace mofa de los gordos, de los escuálidos, de las piernas de chichicuilote, de la fealdad del prójimo. La violencia es excesiva, los pelotazos duelen como yunques, el Chavo persigue a Quico con una escoba, con un ladrillo; al Señor Barriga siempre lo reciben con martillazos y troncos de madera. Como el Chavo siempre desea una torta de jamón, lo acusan de poco ambicioso y de vivir feliz en la pobreza.

Y sin embargo, los guiones de Gómez Bolaños traspasaron fronteras. En Sudamérica lo idolatran. En Brasil a Don Ramón lo llaman “Seu Madruga” y creen que la vecindad de “Chaves” está arrinconada en alguna favela de Sao Paulo o Río de Janeiro. De vez en cuando, se escuchan frases chespiritianas como “no contaban con mi astucia” o “como digo una cosa digo otra” en el habla cotidiana.

El éxito de Chespirito radica, en una parte, en las mediaciones sociales ejercidas por la televisión, fenómeno estudiado entre otros por el comunicólogo Jesús Martín Barbero. Cuando la gente mira un programa, busca encontrar su vida cotidiana al otro lado de la pantalla. La vecindad del Chavo se vuelve un símbolo cultural de la vivienda popular iberoamericana. La vieja de tubos, el desempleado sin gusto por el trabajo, el niño presumido, el héroe temeroso de la Llorona y las momias, todos son reales. El mejor modo de afrontar estos caracteres, estos fenómenos culturales, es burlándose de ellos.

VI

Mi mamá tenía dolores de parto a los 22 años. El bebé salido de sus entrañas ya tiene 24 y ni siquiera tiene novia. Soy un “rara avis”. Compañeros de secundaria y bachillerato ya son padres de familia. Yo todavía vivo en un estado de pubertad permanente.

¿Cómo será la mujer amada? He adoptado la postura de espera, como una flor en espera de la abeja polinizadora. Algún día llegará a mí esa mujer, inspiradora de poemas cursis y leperadas plagiadas a los albañiles. En ese momento me drogaré con oxitocina y veré a la amada con una perfección obscena. Su mugre será jabón, sus berrinches gritos de euforia, si todos los hombres y mujeres del modo hacen caca, diré: “ella sería incapaz de algo tan vulgar y prosaico”.

Tuve una “novia” a mis diez años, solo le di un beso en la boca y “cortamos” porque preferí quedarme en casa un domingo. En la preparatoria me interesé por una chica, cuando más me gustaba no me animé a dar el siguiente paso y cuando dejé que el proto-enamoramiento se evaporara con el paso del tiempo, la muchacha de mis sueños ya estaba con otro hombre. Mis historias de amor no alcanzan para llenar una cuartilla. La cuenta del mandado dura más tiempo en narrarse.

Como dice la canción “Natural Selection”, del grupo electrónico inglés UNKLE; “Maybe I’ll find the right one for me”.

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