Por Carlos Andrés Gallegos Valdez
I
El despido de Carmen Aristegui de
Noticias MVS representa la pérdida de un espacio alternativo y crítico de
análisis e información periodística que debe lamentarse. Sin ser un gran
seguidor del noticiero matutino, reconozco el trabajo de Aristegui y su equipo
de reporteros, quienes lograron propinar grandes trancazos al poder en turno
(la Casa Blanca de Angélica Rivera o las edecanes de Cuauhtémoc Gutiérrez) con
reportajes propios de un buen periodismo de investigación. La popularidad y credibilidad de Aristegui han
generado una intensa ola de indignación en su audiencia y en varios defensores de
la libertad de expresión. Se pierde un espacio periodístico alternativo que
reduce aún más la disponibilidad de voces diferentes a las de siempre, en su
mayoría meros repetidores de las versiones oficiales o periodismo liviano
incapaz de encontrar los rincones donde los poderosos esconden su basura.
II
Ciertas voces contrarias al
periodismo de Carmen Aristegui celebran su salida de MVS con burlas y
descalificaciones expulsadas por el resentimiento o la animadversión biliosa
que no atina a encontrar causas racionales para tal emoción destructiva. Los
defensores de Aristegui son tachados de “chairos”, palabra que no explica nada
pero suena peyorativa. Adolescentes berrinchudos que solo debaten a gritos, vociferan el desagradable tono de discusión conocido como el “y tú más”, y llevan
el diálogo a charcos sucios o tierras enlodadas del tipo “tu santona es títere
de López Obrador, de Carlos Slim, y además es una lesbiana”, como si la
preferencia sexual disminuyera las capacidades intelectuales de la periodista.
La idiotez de estos gritones de banqueta avala involuntariamente las manifestaciones de apoyo a la ex-titular de Noticias MVS. Criticar a Carmen Aristegui diciendo que la señora es una “seguidora del Peje” y no toca “ni con la espina de una crítica a los políticos de izquierda” (aseveración frágil que merecería una sustentación documentada), es como decir que Bob Woodward y Carl Bernstein eran parciales y tendenciosos por investigar a Nixon y los republicanos, pero no al Partido Demócrata. Como los tontos que en vez de mirar la luna, se detienen en el dedo que la apunta, atacan supuestos “delirios comunistas” o “bullying periodístico” de “Chairistegui”, pero no se detienen en observar si las investigaciones de Aristegui sobre los Legionarios de Cristo de Marcial Maciel, la Casa de las Lomas que la primera dama se compró con los ahorros de toda una vida en Televisa o las redes de prostitución que organizan ciertos políticos son temas importantes para la formación de una opinión pública crítica y cuestionadora de los abusos de sus líderes. Por mi parte, con todo y sus errores (que los tiene), Aristegui es una mejor opción periodística que muchas otras que solo escriben al dictado del que les paga.
III
Cuando la libertad de expresión
protagoniza conflictos entre periodistas y patrones, por lo general resulta
complicado creer en las versiones empresariales, puesto que los ejecutivos no
ejercen este derecho con fines sociales o informativos, sino con fines de
lucro. Y cuando la actriz estelar de una batalla así es una de las más destacadas en el ejercicio de la mentada libertad, entendida
en su sentido profundamente periodístico (sus temas de investigación están allí
para comprobarlo), por lo general esta práctica genera un conflicto con las
cúpulas directivas y de poder. A todo esto agreguemos que nuestro país es uno
de los más hostiles con los periodistas, con voces acalladas por la censura (Gutiérrez
Vivó), las balas (Manuel Buendía), los cañonazos en forma de pesos plata o
embutes (cientos de periódicos o el famoso “no pago para que me peguen” de
López Portillo) o el continuo hostigamiento bélico-delictivo en situaciones de
peligro como el narcotráfico (no olvidemos que México es uno de los países que
más periodistas asesinan en el mundo), es comprensible que miles de mexicanos
piensen -pensemos- en el despido de Carmen Aristegui como una afrenta más a la
libertad de expresión que a un conflicto laboral interno.
Por lo que leí, MVS aduce un “abuso
de confianza” por parte de Aristegui en usar la imagen de la empresa en
Mexicoleaks, una opción periodística independiente apoyada por la periodista,
como un argumento para su despido. Esta situación originó la salida del noticiero de dos
reporteros, Daniel Lizárraga e Irving Huerta. De acuerdo a versiones de trabajadores
del canal, Aristegui infringió acuerdos comerciales y quiso imponer su voluntad
a la de la empresa. No obstante, cuando
a estas razones empresariales se entrometen determinadas circunstancias, por
ejemplo, que los periodistas expulsados fueron quienes elaboraron la
investigación de la Casa de Angélica Rivera, resulta más complicado creer en la
veracidad de MVS y la familia Vargas. Los tentáculos del poder son demasiado
largos y embrollados para pensar que los periodistas puedan convivir sin
conflictos con semejantes calamares. Al
final, estos casi siempre buscarán una forma de asfixiarnos en el océano.
IV
La unión de los periodistas es
tan ilusoria como los cuentos de hadas. Es doloroso atestiguar que una de las
profesiones más peligrosas y precarias del país, también sea una de las más
insolidarias. El periodismo también es uno de los oficios más desiguales, con
conductores de noticieros viviendo en mansiones y manejando coches de lujo; y
reporteros que se mueren de hambre en lugares olvidados de la provincia,
temiendo en cualquier momento un secuestro, una bala, viviendo en permanente
tensión. Las agotadoras rutinas de la profesión, el recelo con que ven los
empresarios y políticos a quienes la ejercen, y los raquíticos sueldos que en
la mayoría de los casos se pagan, alimentan el aislamiento y la vigilancia
extrema del periodista. Habiendo poco trabajo, conservo el que tengo. Hay que
guardar silencio para alimentar a la familia. El periodismo ya no admite héroes
y los paladines de la libertad de expresión son vistos como soñadores de lo
imposible, dementes de hospital psiquiátrico o con la indiferencia del que ya
ha saboreado la textura jugosa del chayote.
Despiden a uno de los considerados ejemplos de
la profesión, Aristegui, y el periodista que se rebela ante la fragilidad de su
trabajo y la supervivencia agónica de sus escritos pide a sus compañeros que se
unan para evitar ser los siguientes. Pero
al gremio le han resquebrajado la solidaridad y sólo puede trabajar fragmentado,
como conviene a los patrones de hoy, enemigos de los sindicatos y amantes de
los esquiroles y de la mano de obra barata. Chapoteando en la inmensidad del
mar, los reporteros náufragos se aferran a sus salvavidas, sin fuerzas y
esperando que alguna corriente de aire los dirija rumbo a la costa. El periodismo, profesión necesaria para
cohesionar y auditar la vida pública del país, solo es honrado por esfuerzos
individuales repelentes al cinismo imperante de quienes ya perdieron la fe en
lo que hacen.
V
En sistemas corporativos como los
del PRI, la libertad de expresión que germina voces discordantes e informadas
sobre la actualidad política genera fracturas indeseables en quienes controlan
su funcionamiento. Por eso, gobiernos como el de Peña Nieto nunca se sentirán
cómodos con periodismos contestatarios e incómodos, porque ponen en riesgo la
repartición del botín para sus miembros y la impunidad del que controla esta distribución.
Pero la culpa no solo es del gobierno. Muchos periodistas, incómodos ante la
desoladora perspectiva de utilizar el cerebro para generar información
relevante a sus audiencias, prefieren que les coloquen la correa del perro para
que los amos los lleven al parque, en vez de salir a explorar el mundo sin
ningún tipo de lazo. Como en la etapa maderista, el ingenuo presidente de la
nación pensó que la libertad de expresión debía ser permitida sin reservas,
pero solo generó periodistas rabiosos hambrientos del hueso que les regalaba el
dictador Porfirio Díaz.
Las redes sociales exigen un boicot a MVS,
dejar de seguir sus páginas web y redes sociales, además de cancelaciones
masivas al servicio de Dish, donde se puede ver la señal de televisión del
canal propiedad de los Vargas. Parece una buena medida, pero solo será de
carácter temporal. MVS apostará al olvido que ejerce la falta de una memoria
ejercitada y el paso de los días, quedándose en su casa hasta que la tormenta
se apacigüe. Los seguidores de Aristegui seguirán acompañándola a donde vaya.
Es la suerte de quienes aún poseen cierta credibilidad. MVS derrochará una
audiencia importante, pero algo harán para recuperar lo perdido, ya sea con
publicidad del gobierno, algún concierto musical de Exa o tal vez un programa
matutino de revista. A Carmen Aristegui, un sector del periodismo mexicano la
seguirá teniendo de ejemplo. La familia Vargas apostará por balancear sus
ingresos a fin de año, pero la libertad de expresión seguirá buscando gente que
la defienda. Dar “unfollow” a una página de Facebook es apenas una actividad
mísera y poquitera ante tamaños desafíos que enfrenta el equipo de Aristegui en
particular y el buen periodismo nacional en general.
VI
Este pensamiento no es mío, sino
de un amigo, José Luis Velasco, a quien le doy toda la razón:
“Quien piensa que a un periodista
se le nulifica con la censura, vive equivocado, porque no hay mejor premio de
periodismo que la legitimidad ganada a través del despido injustificado y de la
persecución. Eso es una exaltación y una aceptación tácita de que no se tienen
argumentos ante los hechos revelados.”